IX.3. �CU�L ES LA ONTOLOG�A CONTEMPOR�NEA DEL M�TODO CIENT�FICO?

Voy a iniciar esta parte del cap�tulo se�alando que existe un grupo de cient�ficos que piensa que si bien en otros tiempos era posible hablar de un m�todo cient�fico, debido al gran desarrollo de las ciencias f�sicas en comparaci�n con las otras ciencias naturales, actualmente el campo total de la ciencia es tan complejo y heterog�neo que ya no es posible identificar a un m�todo que sea com�n a todas ellas. En la actualidad ya sabemos que no todos los fen�menos naturales son reducibles a expresiones matem�ticas, que no todos los hechos que constituyen la realidad son analizables experimentalmente, que no todas las hip�tesis v�lidas pueden confrontarse con la realidad a la que se refieren, que al determinismo y mecanicismo que prevalecieron en la f�sica y la astronom�a de los siglos XVI a XIX deben agregarse ahora los procesos estoc�sticos, la pluralidad de causas, la organizaci�n jer�rquica de gran parte de la naturaleza, la emergencia de propiedades no anticipables en sistemas complejos, y otros aspectos m�s, derivados no s�lo de las ciencias biol�gicas sino tambi�n de las sociales, como la econom�a, la pol�tica y la historia.

Mientras los fil�sofos consideraron a la f�sica y a la astronom�a de los siglos XVII a XIX como los paradigmas de la ciencia, las discusiones sobre el m�todo cient�fico giraron alrededor del papel de los conceptos a priori, de la matematizaci�n del conocimiento cient�fico, del papel crucial de los experimentos y de los criterios para escoger entre diferentes hip�tesis o teor�as, al expandirse las ciencias naturales gracias al crecimiento de la biolog�a y al desarrollo vigoroso de otras disciplinas relacionadas con el hombre, el panorama de la ciencia ha cambiado radicalmente y requiere una reconsideraci�n total de la filosof�a de la ciencia. Naturalmente, es posible definir la ciencia de tal manera que la biolog�a moderna y todas las disciplinas m�s j�venes (especialmente las ciencias sociales) queden excluidas, lo que autom�ticamente nos colocar�a de espaldas a los avances cient�ficos de los �ltimos 100 a�os, cuando Darwin acabada de publicar su revolucionario libro. El origen de las especies (aparecido en 1859); a pesar de que los 1 250 ejemplares de la primera edici�n se vendieron el mismo d�a de su publicaci�n, y que al a�o siguiente se realiz� el c�lebre duelo verbal entre Thomas Huxley y el obispo Wilberforce, durante la reuni�n de la Asociaci�n Brit�nica en Oxford, todav�a transcurrieron varias d�cadas para que se empezara a tener conciencia de la profunda transformaci�n que hab�a ocurrido en las ciencias biol�gicas. En ese ambiente decimon�nico, la filosof�a de la ciencia concentrada en la f�sica y en la astronom�a de su tiempo cumpli� decorosamente por �ltima vez, con su funci�n. A partir de entonces, en la medida en que se ha quedado en la misma tesitura, ignorando la colosal transformaci�n de las ciencias en los �ltimos cien a�os, la filosof�a de la ciencia se ha ido apartando de la realidad y se ha ido convirtiendo en lo que tristemente es hoy, en el concepto y la mente de muchos fil�sofos y de casi todos los cient�ficos activos: una estructura te�rica anacr�nica y remota, con escasa o ninguna relaci�n con la filosof�a y la ciencia contempor�neas.

Yo poseo por lo menos una docena de textos m�s o menos recientes, escritos por individuos bien intencionados y de muy distintas profesiones, que pretenden describir el m�todo cient�fico para diferentes especialidades y para niveles muy variables de escolaridad. El contenido de estos manuales no es uniforme, pero todos coinciden en los tres puntos siguientes: 1) s�lo existe un m�todo cient�fico, 2) las leyes cient�ficas son universales, y 3) la observaci�n, los experimentos y su an�lisis matem�tico son muy importantes. En ninguno de los textos que estoy comentando se mencionan la complejidad y la heterogeneidad de la ciencia contempor�nea, el fracaso del reduccionismo del siglo XIX, la naturaleza no cuantitativa (matem�tica) de muchos de los conceptos principales de las nuevas ciencias humanas, el car�cter revolucionario de las recientes ciencias human�sticas, y la creciente irrelevancia de la filosof�a de la ciencia para las nuevas generaciones de cient�ficos. Las recomendaciones de los textos mencionados se leen hoy, igual que se le�a hace dos o m�s generaciones, el famoso catecismo del padre Ripalda.

Cuando se revisan los libros cl�sicos de filosof�a de la ciencia y se comparan con los publicados en a�os m�s recientes, una de las cosas que llama la atenci�n es el inter�s que se ten�a en el siglo pasado y a�n a principios de este siglo en definir a la ciencia. P�ginas y p�ginas se dedicaron a especificar y discutir los criterios que (a juicio de los autores) permit�an distinguir a la actividad cient�fica de otras ocupaciones humanas. En cambio en las �ltimas dos generaciones de fil�sofos de la ciencia tal preocupaci�n ha desaparecido y uno puede escudri�ar minuciosamente sus textos sin encontrar ni siquiera la menci�n m�s somera del problema; cuando m�s, habr� alguna referencia a los criterios de demarcaci�n de Popper, casi siempre de car�cter cr�tico. Creo que en relaci�n con el m�todo cient�fico nos encontramos en una etapa de transici�n semejante: durante siglos se ha disputado sobre la naturaleza de el m�todo cient�fico, y no hay duda que tal controversia ha sido muy generosa en la diversidad de resultados producidos. De ahora en adelante seguramente veremos aparecer cada vez m�s textos y discusiones sobre una variedad de m�todos cient�ficos, determinada por la riqueza y diversidad de las ciencias que se cultivan. Naturalmente, siempre quedar� un residuo de fil�sofos y de cient�ficos aferrados a la visi�n decimon�nica de la ciencia y su filosofía, que seguir�n hablando de el m�todo cient�fico, de la matematizaci�n de la naturaleza y de la reducci�n �ltima de todas las ciencias a una sola. Como tambi�n existen y seguir�n existiendo ciudadanos mexicanos que dicen y dir�n, que los buenos tiempos fueron los de don Porfirio.

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