I.1. INTRODUCCI�N

GENERALMENTE se acepta que los or�genes del mundo occidental contempor�neo se encuentran sobre todo en la cultura griega, que se desarroll� desde antes del siglo VII a.C., hasta la muerte de Alejandro, ocurrida en el a�o 323 a.C. En este breve lapso, de no m�s de 500 a�os, y en un grupo sorprendentemente poco numeroso de peque�as comunidades portuarias, repartidas sobre todo en las islas y costas de los mares Egeo y Adri�tico, se enunciaron por primera vez casi todos los principios generales de la pol�tica, las leyes, la literatura, la poes�a, las artes, la filosof�a y otras caracter�sticas m�s de la civilizaci�n que actualmente predomina en Occidente. La otra cultura que tambi�n aport� un componente crucial en los or�genes de la nuestra fue la jud�a, que nos dio los elementos b�sicos de la religi�n cristiana. Naturalmente, para los pueblos del hemisferio occidental, surgidos a principios del siglo XVI como consecuencia del encuentro entre la cultura espa�ola y las civilizaciones precolombinas mesoamericanas y sudamericanas, la historia incluye otros or�genes m�s, aparte del griego y del jud�o ya mencionados, me refiero a la inmensa riqueza de las culturas ind�genas del nuevo continente, que a pesar de su derrota frente a los conquistadores y del intento brutal de su obliteraci�n completa, desencadenado a partir de la ca�da de Cuauht�moc y de Manco Capac, sigui� y ha seguido influyendo en la realidad existencial cotidiana del hombre latinoamericano.

Desde el punto de vista de la evoluci�n hist�rica del pensamiento cient�fico, que representa el inter�s central de estas p�ginas, la confluencia de los tres principales antecedentes de nuestra cultura latinoamericana (griego, jud�o e ind�gena mesoamericano) ha resultado en un producto sui generis,que en vez de declararse partidario de cualquiera de sus tres or�genes, ha decidido intentar conciliarlos y vivir lo mejor que se pueda a la sombra de tres paraguas. Si la reuni�n de dos culturas diferentes (la griega y la jud�a) tom� m�s de 1 500 a�os para generar un producto m�s o menos estable (me refiero a la cultura europea de los siglos II al XVI de nuestra era), la s�ntesis de tres culturas distintas podr�a tomar 3 000 a�os. Pero precisamente a partir del siglo XVI se agregaron nuevos elementos a la cultura europea que rompieron la unidad caracter�stica de la Edad Media y contribuyeron a la mejor y m�s clara diferenciaci�n de los distintos pa�ses de Europa; por supuesto, me refiero al Renacimiento humanista, al protestantismo (que culmin� con la reforma religiosa) y a la revoluci�n cient�fica. Estos movimientos tuvieron m�s o menos �xito en distintas comunidades europeas, pero en general puede decirse que fueron los pa�ses del hemisferio norte los que los adoptaron con menos problemas. En cambio, Espa�a sigui� otro camino.

El Renacimiento humanista proclamaba que deb�an rescatarse los textos originales de la literatura cl�sica, el estilo arquitect�nico, las artes, y en general toda la cultura hel�nica y romana. Tal postura traduc�a no s�lo un cambio de gustos, sino una transformaci�n mucho m�s profunda: los humanistas descartaban la idea medieval de que el mundo es un valle de l�grimas y la vida un breve y amargo par�ntesis entre la nada y la gloria o la condena eterna, y en su lugar propon�an que la tierra es un sitio maravilloso y que la vida debe estar dedicada a disfrutarla, al margen de lo que ocurra despu�s de la muerte (si es que ocurre algo). El protestantismo surgi� como una revuelta en contra de la corrupci�n en la Iglesia cat�lica, apost�lica y romana, y en poco tiempo se transform� en un reto a la autoridad absoluta de las Sagradas Escrituras, seg�n la interpretaci�n de los prelados en turno; la reforma de la Iglesia se bas� en la relaci�n directa del hombre con Dios, sin la mediaci�n de otros hombres o de otras estructuras. La revoluci�n cient�fica empez� por eliminar a la Tierra del centro del universo y al hombre del centro de la creaci�n; adem�s, cuestion� la autoridad del dogma como la �ltima corte de apelaci�n de la verdad y en su lugar propuso a la naturaleza. En t�rminos cronol�gicos, los tres movimientos mencionados (humanismo, reforma religiosa y revoluci�n cient�fica) se iniciaron en el brev�simo plazo de dos siglos (XVI a XVIII) pero crearon un parteaguas definitivo en la cultura europea.

En 1492 ocurrieron tres acontecimientos sin precedentes en Espa�a: 1) con la derrota de Boabdil y la toma de Granada, se concluy� la campa�a guerrera iniciada siete siglos antes y conocida como la Reconquista; 2) con la expulsi�n de los jud�os sefarditas los Reyes Cat�licos esperaban volver a tomar las riendas de la econom�a espa�ola; 3) pero con el encuentro con el Nuevo Mundo, Espa�a se enfrent� a una experiencia distinta, totalmente nueva y de dimensiones desconocidas. Asediada en tan poco tiempo por tantos y tan graves problemas, Espa�a tom� una decisi�n desafortunada: se opuso a cualquier forma de cambio en su s�lida estructura medieval. Es cierto que no eran tiempos de andar probando nuevas ideas y valores para la sociedad, sobre todo despu�s de haber logrado reconquistar los propios, al cabo de tantos a�os y de tanta sangre; tambi�n es cierto que en esos a�os Espa�a estaba tratando de reconstruir y de reafirmar su propia imagen como pa�s. Por esas y quiz� por otras razones, el hecho es que puesta ante la alternativa de explorar las nuevas ideas o de rechazarlas, Espa�a opt� por la segunda, oponi�ndose en forma sistem�tica y frecuentemente violenta a cualquier intento de disminuir el derecho divino de reyes y papas al poder, de dudar de la autoridad sacrosanta de las Sagradas Escrituras, o de concebir la vida como algo distinto a un viacrucis transitorio entre la generaci�n y el destino final y eterno. �ste fue el esp�ritu europeo que trajeron los conquistadores a la Nueva Espa�a, el que justific� sus actitudes brutalmente destructoras de las culturas ind�genas, el que mantuvo a la revoluci�n cient�fica alejada no s�lo de Espa�a sino de sus colonias americanas por casi tres siglos; este esp�ritu fue tambi�n el principal responsable de que M�xico y el resto de Latinoam�rica se hayan incorporado tan tard�amente al movimiento hacia la modernidad patrocinado por la ciencia, quedando integrados en consecuencia al Tercer Mundo.

Desde luego, otros factores han contribuido a consolidar este resultado. A partir de 1810, los pa�ses latinoamericanos fuimos adquiriendo nuestras respectivas independencias pol�ticas de la Madre Patria, pero siempre a costos tan elevados que comprometieron por muchos a�os la paz, la estabilidad y los recursos necesarios para transformar los brillantes pero aislados episodios de trabajo cient�fico que ocurrieron en Am�rica Latina, en una verdadera tradici�n. No ha sido sino hasta las �ltimas d�cadas (y eso no en todos los pa�ses latinoamericanos) que la tranquilidad social ha permitido el desarrollo de algunos grupos de investigadores en ciertas �reas de la ciencia, que apenas ahora se aprestan a iniciar su contribuci�n al progreso y a la transformaci�n cultural de nuestras sociedades.

Las anteriores son algunas de las razones por las que en las p�ginas siguientes hay tan pocas referencias a la Am�rica Latina

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