I. GRANDES ACTORES... GRANDES ESCENAS
EN 1995 el mundo entero celebr� "El a�o Pasteur", en conmemoraci�n del primer centenario de la muerte del sabio, considerado uno de los grandes benefactores de la humanidad. La empresa ruin de un oscuro historiador estadunidense que intent� demostrar que Luis Pasteur (1822-1895) era un "�dolo con pies de barro" no logr� empa�ar la fama de una de las figuras m�s nobles de la historia. En todo caso, las pertinentes aclaraciones del doctor Adolfo Mart�nez Palomo redujeron a su triste dimensi�n tan escandalosa maquinaci�n. Los simposia, reuniones, congresos y publicaciones que se produjeron en ese a�o demuestran que la comunidad cient�fica actual, al igual que la opini�n p�blica, siguen suscribiendo la frase, "Nadie ha hecho tanto por la Humanidad, como usted", con que Lister homenajeara a Pasteur durante la solemne ceremonia celebrada en 1892 en el gran anfiteatro de la Sorbona de Par�s y recreada en la famosa pintura de Rixens, Jubileo de Pasteur, 17 de diciembre de 1892 (figura 1).
Figura 1. Jubileo de Pasteur el 27 de diciembre de 1892, pintado por Rixens. El lienzo simboliza la apoteosis del m�todo positivista. En segundo plano, entre las cabezas de Pasteur y Sadi Carnot, puede verse a Jean Mart�n Charcot. (Se publica con la autorizaci�n de Mme. Annik.
En el enorme lienzo, verdadero cat�logo de las personalidades m�dicas de ese tiempo, se aprecia al bar�n Joseph Lister (1827-1912) creador de la asepsia en la cirug�a investido con la toga de la Universidad de Glasgow, con los brazos en alto en actitud reverente hacia Pasteur.
Engalanados con la banda de enconado muar� de la Legi�n de Honor, sobre la pechera de su frac, el presidente Sadi Carnot y Pasteur abandonan la sala entre los v�tores de la concurrencia. Adem�s del hecho hist�rico, la obra es s�mbolo de la apoteosis de la ciencia pasteuriana, el m�todo positivista, el nuevo paradigma de la experimentaci�n en biolog�a.
Como contrapunto, en segundo plano, de entre los barbados rostros de Carnot y Pasteur, emerge la figura distinguida, y algo melanc�lica de Jean-Martin Charcot (1825-1893), quien en ese entonces atend�a al sabio por las secuelas de la hemiplej�a,
A casi un a�o de esta escena, en 1893, muere Charcot; al a�o siguiente, Carnot es asesinado en Lyon por el anarquista Caserio; y, finalmente, en 1895 muere Pasteur.
Pero el mundo se olvid� de tributar, en 1993, homenaje a Charcot, s�lo algunos cuantos historiadores y neur�logos lo recordaron. Sin embargo, en su tiempo pocas figuras alcanzaron la fama, el renombre y el poder de este m�dico cuya ambici�n fue precisamente la de ser, al igual que Pasteur y Claude Bernard, "un experimentador". Sus aportaciones fueron inmensas, pero su acci�n dentro del desarrollo cient�fico de la medicina no pudo adoptar (�y con raz�n!) el modelo del determinismo lineal aplicable a la microbiolog�a y a la fisiolog�a nacientes.
Otro c�lebre cuadro, tambi�n de grandes proporciones, de Andr� Brouillet,1 muestra a Charcot en acci�n: Une leçon clinique � la Salp�tri�re dans le Service du Professeur Charcot2 (figura 2). Esta obra, expuesta en el Sal�n de 1887, forma parte, junto con Le docteur P�an avant l'operation3 (figura 3), de Gervex, y La lecci�n de Claude Bernard, de L�on Lhermitte, de una trilog�a de la expresi�n pict�rica de lo que se podr�a llamar el saber m�dico o, si se quiere, el poder m�dico, alegor�as del notable progreso que la medicina alcanz� en las tres �ltimas d�cadas del siglo
XIX.
�sta fue una �poca de ascensi�n econ�mica y social del cuerpo m�dico, que se tradujo en un progresivo ascendiente pol�tico y moral. En ella, los artistas han logrado hacer no s�lo un retrato minucioso de sus modelos, un valioso documento hist�rico de su tiempo y de su ambiente, sino tambi�n, y sobre todo, un verdadero an�lisis psicol�gico del personaje y de las relaciones entre �ste y sus colaboradores. La visi�n del artista enriquece e ilumina as� la pesquisa del historiador.Figura 2. Lecci�n cl�nica de Salp�tri�re al servicio del profesor Charcot, pintura de Andr� Broulliet. El diagrama ilustra: 1) Jean Mart�n Charcot, 2) Blanche Wittman, 3) Marguerite Bottard, 4) Joseph Fran�ois F�lix Babinski, 5) Paul-Marie-Louis Pierre Richer, 6) Charles-Samson F�r�, 7) Pierre Marie, 8) Georges Gilles de la Tourettte, 9) Gilbert-Louis-Sim�on Ballet, 10) Desir�-Maglaire Bourneville, 11) Th�odule Ribot, 12) Alexis Joffroy y 13) Jean-Baptiste Charcot. En el cap�tulo V se bosqueja su vida y se explica su actitud en este cuadro.
En el segundo cuadro de la trilog�a, Jules P�an (1830-1898) simboliza la destreza y el avance t�cnico de una cirug�a, todav�a en su tiempo remedio quasi heroico. Ostensiblemente seguro de s� mismo, explica con adem�n convincente, enarbolando en la diestra la pinza que invent� y a�n lleva su nombre, la intervenci�n que est� a punto de realizar (en traje de calle, sin sombra de ninguna asepsia) a una bella joven de la que uno de los alumnos parece apiadarse, tal vez demasiado.
Figura 3. El doctor P�an antes de la operaci�n, pintura de Henri Gervex. (Museo d'Orsay, Par�s.) "Ostensiblemente seguro de s� mismo explica, enarbolando la pinza que invent� y que lleva su nombre, la intervenci�n que llevar� a cabo (en traje de calle y sin sombra de asepsia) en una bella joven de la que uno de sus alumnos parece apiadarse, tal vez demasiado." (Se publica con autorizaci�n de Mme. Nadine Le Bellec Burel, directora de la casa de fotografía Giraudon, Vanves.)
En el tercero, Claude Bernard (1813-1878), por el contrario, explica a sus alumnos con gesto bonach�n, lejos de todo triunfalismo, las maniobras de experimentaci�n que practica en un perro. (Todav�a en nuestros d�as los fisi�logos suelen ser m�s modestos que los cirujanos.) Su Introducci�n al estudio de la medicina experimental, de 1865, constituy� un hito en el desarrollo de la medicina (o un nuevo paradigma, como se dice actualmente, siguiendo la teor�a de las revoluciones cient�ficas de Kuhn).
El cuadro de Brouillet, por su lado, es tambi�n un documento de gran realismo. En �l aparecen diversos alumnos de Charcot que, bajo su influencia, como veremos, habr�an de desarrollar m�s tarde algunas l�neas de investigaci�n de gran trascendencia para la medicina (la psiquiatr�a, la neurolog�a, la neuropatolog�a, la psicolog�a m�dica, la fotograf�a cl�nica, la psicofisiolog�a, la psicometr�a, el psicoan�lisis ... ). El tema de la obra es, como indica el t�tulo, la descripci�n de esa sesi�n semanal que era p�blica, y que lleg� a ser un verdadero espect�culo mundano al que no s�lo asist�an m�dicos y fil�sofos sino tambi�n escritores, diletantes, artistas... En tales sesiones, en la �poca en que fue pintado el cuadro, Charcot ofrec�a el espect�culo de la histeria sobre la que aplicaba la sugesti�n hipn�tica, como expresi�n palmaria de su influencia y poder terap�uticos.
El an�lisis detallado de esta obra nos permitir� situar de manera muy �til las coordenadas de nuestra historia. Durante largos a�os, una reproducci�n o fotograf�a de este cuadro presidi� los consultorios de muchos neur�logos y psiquiatras a lo largo y ancho del mundo (casi como una �ltima Cena en los comedores de la clase media), en una curiosa e inocente actitud de identificaci�n con la figura tutelar de Charcot, carism�tica, sapiente, capaz de modificar con su sola imponente presencia el desarrollo dram�tico de una enfermedad proteiforme: la histeria. Una reproducci�n del cuadro se encontraba en el gabinete de Freud, en el n�mero 19 de la Berggastrasse, en Viena, en ese ambiente sobrecargado, en medio de tantas obras de arte antiguo entre las que predominaban los faux.
En nuestros, d�as, la histeria o lo que queda de ella est� considerada, sin problemas por la mayor�a del p�blico (y por las clasificaciones de moda), dentro del campo de estudio de la psiquiatr�a. No suced�a lo mismo en el momento que retrata el cuadro de Brouillet. Contra lo que muchos creen y a�n afirman no pocos textos de la historia de la medicina, Charcot no era un "alienista" y, a pesar de la repercusi�n que su enfoque y actividad tendr�an para la medicina mental, �l nunca se consider� como tal. Es m�s, esa especialidad y sus seguidores le merec�an una muy triste opini�n... Por eso, cuando en su obra sobre Camille Claudel, Hugo Hiriart le da el nombre de Charcot al alienista que la explora, comete un error hist�rico. Las "alienadas", como la bella escultora, hermana del poeta Paul Claudel, alumna y amante de Auguste Rodin (una esquizofr�nica en la terminolog�a actual), eran internadas en los servicios asilares bajo el cuidado de m�dicos que administrativamente ten�an un estatus diferente del de los "m�dicos de los hospitales de Par�s".