Los trabajos del campo

Los trabajos del campo


Las caracter�sticas que nuestra regi�n desarroll� durante los dos primeros siglos de dominio colonial fueron determinadas por dos factores importantes: el medio f�sico y la escasez de poblaci�n. Los dos unidos provocaron que en estas tierras la ganader�a fuese el principal elemento de vida de sus habitantes hasta principios del siglo XVIII, pues para dedicar sus pobres tierras a la agricultura se necesitaba un gran n�mero de brazos, con los que al principio no se cont�. Adem�s, era sabido que el oficio de labrador era m�s dif�cil que cualquier otro. Por eso no se dedicaba a �l sino el que no pod�a desempe�ar otro. Val�a la pena cultivar la tierra cuando se aseguraba un buen rendimiento, pero para esto era necesario construir una s�lida infraestructura: sistemas de riego, trojes, caminos; la creaci�n de todo esto llev� su tiempo, porque se necesitaba dinero y mano de obra. La soluci�n vino sola: nuestras tierras estaban hechas para albergar naturalmente cientos de cabezas de ganado, porque para su crianza no se necesitaban sino unos cuantos valientes que a pie o a caballo recorrieran incansablemente los pastizales.

Se desarroll� extensivamente la cr�a de ganados menores: cabras y borregos. Por costumbre, porque en todo buen puchero ten�a que haber un trozo de carnero, y por facilidad, pues la cr�a de ganado menor demanda menos cuidados: comen todo tipo de pastos, caminan legua tras legua buscando agua, sal y pasto. Tan s�lo hab�a un momento en que la cr�a de borregos demandaba mucha mano de obra: en la trasquila, y para realizarla se us� el refuerzo de la mano de obra ind�gena. La cr�a de ganado vacuno tambi�n se practic�, y se le dedicaron mejores pastos. Mientras al menor se le mandaba al valle del Tecu�n, a los llanos de Ci�nega Grande o a los lomer�os de Pinos, al ganado mayor se le destin� el de la Sierra Fr�a, el del valle de Huej�car, el de Aguascalientes. Si al menor se le dej� en libertad, al vacuno se le construyeron potreros cercanos a los aguajes y al momento del parto se le brind� mayor vigilancia. M�s tarde, cuando hubo suficiente mano de obra, se privilegi� la cr�a de ganado mular y caballar, porque para que este ganado rindiera se necesitaba de muchos cuidados. Mientras que dos hombres pod�an pastorear hasta mil borregos, tan s�lo cuidaban una manada caballar: las yeguas, el caballo macho y los potros, en total unos treinta animales. Los Rinc�n de Ortega ten�an sus haciendas organizadas para cada tipo de ganado: la de Chinampas era para las ovejas, en la de La Punta se criaban vacas, en San Isidro de Pe�uelas ten�an las labores, y mulas en la de Agostadero. Tan conocidas fueron las cualidades de los ganaderos de Aguascalientes, que criadores de otros lados pasaban con los de aqu� contratos de crianza.

Esta vocaci�n ganadera de la regi�n en sus primeros decenios de vida colonial no excluy� el desempe�o de las labores agr�colas, un uso racional hizo que tan s�lo se cultivaran las mejores tierras, de temporal para el ma�z y de bajo riego para el trigo. En la regi�n pronto hubo excedentes, tanto de ganados como de semillas que se llevaban a vender a muy diferentes partes, pero principalmente a Zacatecas. Los Rinc�n de Ortega tuvieron durante varios a�os el monopolio de las carnicer�as de este real. Tambi�n se introdujo mucho ganado de la regi�n en la Nueva Espa�a. Las semillas se llegaron a vender hasta los centros mineros del norte: Nieves, Llerena, Parral. En 1637 se llevaron a vender a Zacatecas 592 fanegas de ma�z de Juan Enr�quez de las Barillas. Por el transporte de granos se dio a conocer la familia Orozco: el padre don Ger�nimo y sus hijos Ger�nimo y Francisco durante casi cuarenta a�os, entre 1630 y 1670, aseguraron el transporte de cereales entre Teocaltiche, Aguascalientes y Zacatecas. Aunque tambi�n se dedicaron a la producci�n de cereales, se distinguieron como transportistas al ser de los m�s importantes due�os de carretas en la regi�n. En 1637 el padre se comprometi� a llevar 600 fanegas de ma�z de Aguascalientes a Zacatecas en su cuadrilla de carretas sin torcer camino, cobrando tres y medio reales por cada fanega. Esta profesi�n la transmiti� a sus hijos: hasta su hija Ana de Orozco hered� una cuadrilla de carretas que manej� por su cuenta.


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