Las crisis agr�colas que se viv�an peri�dicamente en la Nueva Espa�a cada 10 o a lo sumo cada 15 a�os hab�a una tra�an siempre como consecuencia escasez, hambre, enfermedades y epidemias. La gente las viv�a con resignaci�n, as� expiaba sus pecados. Demostraciones de arrepentimiento, de s�plica, de demanda de perd�n al Todopoderoso, de sacrificios y de hermandad se reforzaban en esos dif�ciles momentos. Las autoridades eclesi�sticas y civiles encabezaban las rogativas, los viacrucis, las procesiones, todas las manifestaciones de piedad.
El ayuntamiento se encargaba de la parte material. Al s�ndico procurador le tocaba proveer al vecindario de alimento, asegurar que por lo menos el ma�z no faltara en el p�sito e impedir que los acaparadores se aprovecharan de las circunstancias para llenar sus bolsas. Esos judas que, nunca han faltado, escond�an el grano para venderlo a m�s alto precio cuando la carest�a llegara al m�ximo, o sacaban sus granos a otros lugares para venderlos m�s caros, dejando desabastecido el mercado de Aguascalientes. Afortunadamente �stos eran los menos, aunque a veces extra�e ver de d�nde proced�an estas actitudes, como cuando en la epidemia de 1714 se acus� a los padres mercedarios de vender su harina a Zacatecas en lugar de surtir a la localidad.
Los efectos de las crisis eran terribles. A veces duraban m�s de un a�o. Se perd�an las cosechas, se mor�a el ganado de sed, de hambre; igual pasaba con los hombres. A la poblaci�n de Aguascalientes se un�a un ej�rcito de menesterosos venidos de todos lados. La gente m�s desprotegida del campo buscaba alimento en la villa, y tambi�n de otras jurisdicciones llegaban necesitados.
Una de las carest�as m�s duras de que se guard� recuerdo, durante el gobierno colonial, fue la peste de 1738-1739 que provoco en Aguascalientes, en el primer a�o, la muerte de 808 personas, y fue necesario abrir un camposanto en San Marcos para poder dar entierro a todos los cad�veres. En 1750-1751 hubo otra gran carest�a, el alcalde orden� que los labradores manifestaran las carretas de ma�z que hab�an recogido y que nadie sacara un grano sin su consentimiento. La de 1784-1786 tambi�n fue terrible, durante a�os dej� un triste recuerdo. Pero en esta ocasi�n por primera vez la sociedad reaccion� positivamente. Impactada por los efectos de esta crisis, abri� muchos campos al cultivo, y en pocos a�os se produjo tanto en Aguascalientes que los productos no encontraban mercado, por lo que se present� otro tipo de crisis, esta vez de car�cter econ�mico: la crisis de sobreproducci�n.
Pero para saber c�mo se viv�an estos dif�ciles momentos, contemos con m�s detalle qu� pas� en 1784-1786. El a�o de 1784 fue malo en casi todo el virreinato: llovi� muy tarde, las aguas duraron poco y ya para agosto se sab�a que las cosechas iban a ser malas. La gente que pudo, empez� a comprar granos. Los hacendados dejaron de vender lo que ten�an, porque para ellos lo principal era asegurar el consumo de sus haciendas, las raciones de sus peones. El s�ndico procurador don Domingo Cayetano de Acosta pidi� que el subdelegado prohibiera sacar granos de Aguascalientes. En febrero de 1785 trat� con el diezmero de Tepatitl�n la compra de 2 000 fanegas de ma�z en 2 pesos cada una. Pero esto no era suficiente y el ayuntamiento no ten�a fondos para comprar las cantidades de granos que necesitaba el abasto de la villa. Don Cayetano llam� entonces a una junta a los principales vecinos, en la que se acord� pedir prestados 40 000 pesos a la claver�a de Guadalajara, presentando el aval de gente tan reconocida como eran los tres hermanos Rinc�n Gallardo, el cura, el abogado y el mayorazgo, el depositario general don Manuel D�az de Le�n, due�o de la hacienda de Pe�uelas; el bachiller Urruch�a, representante de su madre, doña Josefa Marmolejo, due�a de la hacienda de Pabell�n. Los Comerciantes don Manuel Jos� de �vila, don Pedro Antonio Guti�rrez y don Juan Maz�n y Mart�nez tambi�n se comprometieron.
En junio de 1785, cuando deb�a empezar el periodo de lluvias y la �poca de siembra, se presinti� que nuevamente �ste ser�a un mal a�o. En octubre el procurador trat� de que el agua del Ojocaliente tan s�lo se utilizara para sembrar ma�z de riego, pero esta proposici�n encontr� el rechazo de los huerteros de la villa encabezados por don Pablo Jim�nez de Sandi, don Jos� Ignacio Zavala, don Jos� Antonio Rodr�guez y hasta don Juan Maz�n: nombraron un apoderado para que defendiera sus derechos al agua del Ojocaliente. En Guadalajara el fiscal transigi�, tan s�lo se podr�a regar 20 cargas de ma�z y frijol con agua del manantial, medida desesperada que no dio frutos.
Para utilizar mejor el agua se construy� un nuevo partidor, localiz�ndolo en suelo m�s firme y elevado, recuperando fugas y haciendo m�s f�cil el reparto de agua que reten�a. Se construy� entonces el famoso Tanque que llamar�an de la Cruz, presita de mamposter�a con cinco puertas que con el tiempo se volvi� sitio para agradable paseo dominical, del que ahora tan s�lo quedan recuerdos. Se ejercitaba en estos meses la imaginaci�n para buscar posibles soluciones. El se�or cura logr�, a fines de 1785, que una hija de la villa avecindada en otra jurisdicci�n vendiera para el abasto p�blico 3 000 fanegas de ma�z a 26 reales en vez de los 30 que se pagaban en el mercado. Se organiz� una saca de agua del r�o costeada por un distinguido eclesi�stico de la villa.
La crisis dio ocasi�n de ejercitar los actos de solidaridad de los ricos con los pobres. Cada familia acomodada adopt� a sus pobres, a quienes ofrec�a alimento una vez al d�a. Pero pronto fueron tantos los necesitados que la beneficencia necesit� organizarse y volverse m�s eficiente. Desde principios de 1786 se ofrec�an 1 000 comidas diariamente, lo que era demasiado para una pobre villa golpeada durante dos a�os por la carest�a y desde hac�a semanas por la epidemia. Para mayo ya no quedaban recursos y fue necesario citar a junta. La primera medida que se tom� fue levantar un padr�n de pobres y de las personas que pod�an cooperar. El 4 de mayo se supo con asombro que 2 861 personas de la villa no ten�an qu� comer y que tan s�lo pod�a prestarse ayuda a 972, quedando desprotegidas casi 2 000 almas.
La situaci�n era cada vez m�s triste, enfermos hambrientos sal�an de sus casas a buscar alg�n alimento y ca�an fulminados a media calle, cuando apareci� un bravo Quijote que se comprometi� a mantener a "todos los pobres empadronados [...] con mi caudal [...] que no alcancen a ser socorridos con los auxilios de la villa...".
El ofrecimiento vino de parte de don Manuel V�lez de Cos�o, comerciante peninsular que pasaba tan s�lo cortos periodos en Aguascalientes, quien expuso sus planes y exigencias. Pidi� que se le proporcionaran dos casas: una para encerrar a los hombres y otra para las mujeres y los ni�os, quienes una vez adentro no tendr�an permiso para salir a vagabundear e incomodar a los vecinos. Por su parte, se comprometi� a dar como alimento: para el desayuno una semita o pambazo y una taza caldera de atole; en la comida tres tortillas, una taza de caldo y un pedazo de carne de res, y a falta de �sta un plato de arroz. El 14 de mayo ya estaba funcionando la casa para mujeres y ni�os y dos d�as despu�s la de hombres. El 19 de mayo ya se hab�an recluido 990 mujeres y ni�os y 216 hombres, que hac�an un total de 1 207 bocas que alimentar. Pronto se empezaron a ver las dificultades de la empresa y se tomaron algunas medidas: se decidi� separar sanos de enfermos, dar una organizaci�n militar para los servicios de comida. Pero de todas formas los resultados fueron terribles, en el a�o de 1786 en el distrito de Aguascalientes, comprendido Asientos, murieron 2 235 personas (v�ase cuadro I.1).
Si la tasa anual de defunciones en las dos parroquias era m�s o menos de 450 personas, quiere decir que entre 1785 y 1786 murieron casi 2 500 personas m�s de lo normal, lo que corresponde a 10% de la poblaci�n de la jurisdicci�n, si contamos con que para 1784 ten�a una poblaci�n de poco m�s de 28 000 habitantes.
La crisis tuvo otras repercusiones. Para sobrevivir a las deudas contra�das durante la crisis muchos peque�os agricultores tuvieron que vender sus tierras. En el puesto de Los Negritos se vendieron varios jirones de tierra, 26 cordeles por 14 varas, el tama�o de una parcela, otro de 50 cordeles por 16 varas, todo en 288 pesos. Don Francisco Franco, don Lorenzo Mac�as y don Narciso Sandoval se deshicieron as� de las tierras que les hab�a heredado su abuelo. Al morir la madre y la hermana del bachiller don Jos� Mariano Tello de Lomas, tuvo que pedir prestados 600 pesos para solventar los gastos del entierro: eran gente importante y no pod�an depositar sus cuerpos sin todas las ceremonias que su rango requer�a y todo buen cristiano anhelaba: no dud� en hipotecar su hacienda de Ojocaliente y su labor de La Noria.
Otra consecuencia de esta crisis aflor� a�os m�s tarde, cuando Aguascalientes fue separado de la intendencia de Guadalajara y pas� a la de Zacatecas. A causa de la carest�a general, cada autoridad, cada ayuntamiento, trataba de abastecer a su p�blico. Zacatecas era de los lugares m�s desprotegidos, ya que en su distrito no se cultivaba ni produc�a nada: todos se dedicaban a la miner�a, confiados en que con dinero se compraba todo. Esto no siempre dio resultados y durante esta crisis lo pudieron comprobar al mandar a sus emisarios a comprar granos y no obtener sino negativas. Las presiones sobre Aguascalientes no resultaron porque esta alcald�a depend�a de Guadalajara y nada ten�a que ver con Zacatecas, pero naci� una querella que algunos a�os despu�s, en 1804, gan� Zacatecas al lograr que Aguascalientes pasara a formar parte de esa intendencia.
*Poblaci�n ind�gena del pueblo de San Marcos. En 1790 se dio una poblaci�n de 450 personas para San Jos� de Gracia, de 304 para san Jos� de la Isla y de 725 para Jes�s Mar�a.
Fuente: Informes de la �poca.