1767: Inicio de una nueva �poca

1767: Inicio de una nueva �poca


Los historiadores confirman cada vez m�s la idea de que este a�o debe tomarse como el inicio de una nueva �poca. El hecho de que se tome como parteaguas se funda en que fue el a�o de la expulsi�n de los padres jesuitas, pero tambi�n el inicio de una serie de cambios promovidos por la Corona para adecuar sus colonias a los nuevos lineamientos de la administraci�n ilustrada. En Aguascalientes este a�o qued� marcado porque se inici� la construcci�n del templo de la virgen de Guadalupe por iniciativa del presb�tero Francisco Xavier Tello de Lomas y, como en el resto de la Nueva Espa�a, por la expulsi�n de los jesuitas.

Podemos tomar la construcci�n del templo de Guadalupe como una muestra —quiz�s al principio inconsciente— del nacionalismo criollo. En cuanto a los padres de la compa��a, aunque nunca tuvieron aqu� comunidad, su expulsi�n provoc� demostraciones de disgusto e inconformidad.

En m�s de una ocasi�n algunos vecinos de Aguascalientes hab�an intentado obtener permiso para que se fundara aqu� un colegio de la compa��a. La Corona nunca accedi�. Sin embargo, los jesuitas fueron conocidos y apreciados como due�os de la hacienda de Cieneguilla y porque entre las familias acomodadas de la regi�n se acostumbr� mandar a sus hijos a los colegios de la compa��a, ya fuese al de Zacatecas o el de San Ildefonso, en la capital del reino. Tambi�n algunos hijos de familias de Aguascalientes profesaron como jesuitas y en el momento de la expulsi�n por lo menos tres jesuitas originarios de aqu� tuvieron que abandonar la Nueva Espa�a, rumbo al penoso peregrinar que termin� en Italia. La familia D�az de Le�n vivi� la expulsi�n de dos de sus miembros y la familia Gallardo de uno de ellos. A don Joseph de la Campa, pariente de dos de los expulsados, le toc� organizar y acompa�ar la comitiva que custodiaba a los jesuitas que ven�an de Zacatecas.

Ser�a adelantarnos demasiado empezar a hablar de deseos separatistas, pero podemos detectar los cambios vividos en las �ltimas d�cadas de esta centuria conocida como el Siglo de las Luces, que permitieron, llegado el momento, pensar y desear la independencia. Los cambios fueron tantos que es dif�cil enumerarlos todos. Muchos fueron de car�cter administrativo y de gobierno, promovidos por el virrey, obedeciendo �rdenes del Consejo de Indias. Entre los principales y de mayor impacto contamos el de la entrada en vigor del decreto de libre comercio en 1778, que en Aguascalientes repercuti� en el aumento del n�mero de comerciantes y en la expansi�n del comercio: se abrieron tiendas en haciendas y rancher�as, ofreciendo a la poblaci�n rural productos que antes ten�an que ir a buscar a la villa. Tambi�n lleg� el ej�rcito colonial, al quedar incluida Aguascalientes dentro de los cuerpos que se formaron en 1781, denominados milicias de Colotl�n. Los regimientos que se crearon, aunque de car�cter miliciano, fueron importantes porque dieron pie a la formaci�n de un grupo que, aprovechando sus fueros, escap� todas las veces que pudo de las autoridades civiles.

La implantaci�n del r�gimen de intendencias signific� la transformaci�n de la alcald�a mayor en subdelegaci�n; aunque los cambios fueron de poca importancia, no se deben menospreciar porque nos se�alan, antes que nada, el nacimiento de un nuevo proyecto de gobierno. En Aguascalientes se percibe un ayuntamiento m�s responsable, m�s emprendedor. Sus miembros pretenden reforzar las funciones de este cuerpo, aunque no tienen a�n ni la imaginaci�n ni los medios intelectuales para hacerlo y se conforman con medidas de corto alcance, como fue demandar el trato de excelencia, el uso de mazos y la hechura de un vistoso uniforme. Pero no hay que culparlos, cargaban tras de s� siglos de tradici�n que no era posible desechar al primer intento; adem�s, sus ingresos eran muy cortos y cuando quer�an realizar alguna obra de importancia ten�an siempre que apelar a la cooperaci�n de los ricos del lugar o de las autoridades virreinales. Por ejemplo, en agosto de 1791 el puente que estaba a una milla de Aguascalientes qued� arruinado por la creciente, la subdelegaci�n no pod�a en forma alguna solventar los gastos de la reparaci�n, pero como aseguraba el tr�nsito a Zacatecas y a las provincias internas, el obispo y el presidente de la Audiencia de Guadalajara tomaron cartas en el asunto.

Entre los cambios que se registraron para estos finales de siglo debemos se�alar el de una poblaci�n m�s activa que tiene mayor contacto con el exterior. Pero sobre todo, un cambio de car�cter individual, que si bien no se da en toda la poblaci�n, s� se presenta en algunos escogidos, gente que siente la necesidad de transformar el mundo en que vive, que ya no est� dispuesta a aceptar que lo �nico que le queda al hombre es resignaci�n, que est� decidida a pensar y aceptar una nueva sociedad y que se ejercita en la dura pr�ctica de la cr�tica. De estas personas hubo varias en Aguascalientes. Entre las m�s connotadas encontramos a don Francisco Primo Verdad, nacido en la hacienda de Ci�nega de Mata, en donde su padre, don Jos� Piero Verdad, fue administrador durante muchos a�os; se instal� despu�s en Aguascalientes, en donde fue alcalde ordinario en 1777, para fijar finalmente su residencia en Guadalajara.

Estos cambios obedecen a muchas circunstancias. Una de ellas es la formaci�n intelectual de las nuevas generaciones y el empe�o de algunas personas por mejorar la educaci�n de los j�venes. En Aguascalientes resalta el esfuerzo de un peninsular comerciante, don Francisco Rivero y Guti�rrez, quien en 1776 dej� parte de su herencia para la fundaci�n de una escuela.


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