La mecánica política del porfiriato

La mecánica política del porfiriato


El periodo de nuestra historia que se identifica con el general Porfirio D�az, y que por lo mismo se llama frecuentemente Porfiriato, va del a�o de 1876, cuando D�az triunfa con el Plan de Tuxtepec y se convierte por primera vez en presidente de la rep�blica en 1877, hasta el de 1911, cuando el general abandona el pa�s y se exilia en Francia.

Se trata de una �poca muy interesante y contradictoria. Por un lado, la naci�n por fin se pacific� y la gente se pudo poner a trabajar. Gracias a los capitales que llegaron de otros pa�ses, sobre todo de los Estados Unidos, Francia e Inglaterra, se desarrollaron muchas ramas de la econom�a. Se construy� un gran sistema ferrocarrilero, que ten�a su centro en la ciudad de M�xico y que comunicaba muchas de las m�s importantes ciudades. Al mismo tiempo, ese moderno medio de transportaci�n alent� el desarrollo de la miner�a, que hab�a sido el eje de la econom�a colonial y en la cual se hab�an fincado de nuevo grandes esperanzas.

Al mismo tiempo se fundaron muchos bancos, algunos con oficinas en toda la rep�blica, como el Nacional de M�xico y el de Londres y M�xico, y otros de car�cter regional o estatal, como el de San Luis Potos�, el de Zacatecas y el de Aguascalientes. Esos bancos, al favorecer el ahorro y el cr�dito, contribuyeron a modernizar la econom�a.

Lo criticable, sin embargo, es que esos y otros muchos progresos se dieron junto con la degradaci�n de la vida pol�tica y la burla de la voluntad de los ciudadanos. Don Porfirio y sus hombres se erigieron en los due�os del pa�s y en los �nicos int�rpretes posibles de su voluntad. La vida democr�tica perdi� su sustancia y se convirti� en una serie de formulismos sin ning�n inter�s para los ciudadanos. A los cargos m�s importantes s�lo tuvieron acceso los amigos e incondicionales del general D�az. �l nombraba gobernadores de los estados, ministros para la Suprema Corte de Justicia, y diputados y senadores para el Congreso de la Uni�n.

Adem�s, el desarrollo econ�mico no result� ben�fico para todos. Al lado de los grandes magnates, que con la ayuda de los pol�ticos creaban f�bricas e inundaban los mercados de productos novedosos, estaban los trabajadores, que a cambio de jornadas de 12 o m�s horas al d�a recib�an salarios miserables, con los que no pod�an dar a sus familias lo m�s indispensable ni educar a sus hijos. En el campo, la situaci�n de los peones era tal vez peor. Las grandes haciendas acaparaban las mejores tierras y el agua. El trabajo de los campesinos muchas veces ni siquiera era pagado con dinero en efectivo, sino con raciones de ma�z que apenas garantizaban su sobrevivencia.

Los que se atrev�an a protestar eran encarcelados y muchas veces deportados a las plantaciones del sureste, en donde se encontraban con condiciones de trabajo a�n m�s duras y, muchas veces, con la muerte. La gente no ten�a posibilidades de organizarse ni de publicar peri�dicos con ideas diferentes a las del gobierno. Las elecciones se llevaban a cabo peri�dicamente, pero siempre triunfaban los candidatos oficiales. Eso era muy importante para el r�gimen, porque al mismo tiempo que se respetaban las formas se garantizaba la imposici�n de la voluntad del general D�az.

Los pol�ticos que controlaron el estado de Aguascalientes durante el Porfiriato formaban un grupo muy bien identificado y compacto, a cuya cabeza estaban Francisco G�mez Hornedo, Alejandro V�zquez del Mercado, Miguel Guinchard, Rafael Arellano y Carlos Sagredo, gobernadores todos ellos. Despu�s ven�an algunos personajes que ocuparon posiciones menos importantes, como los licenciados Alberto M. D�valos y Fernando Cruz, y los m�dicos Jes�s D�az de Le�n, Manuel G�mez Portugal, Carlos M. L�pez e Ignacio Mar�n, que fueron varias veces diputados y que peri�dicamente se repart�an los cargos p�blicos de mayor importancia en el estado. G�mez Portugal, por ejemplo, era el director perpetuo del Hospital Hidalgo, de la misma manera que Ignacio Mar�n lo fue del Instituto de Ciencias.

El indiscutido jefe local del porfirismo era G�mez Hornedo, que al triunfo de la revoluci�n de Tuxtepec se convirti� de inmediato en gobernador del estado. Durante su gesti�n, que abarc� los a�os de 1877 a 1879, procur� el saneamiento de las finanzas p�blicas, la construcci�n del Sal�n de Exposiciones, la apertura del Liceo de Ni�as y la reunificaci�n del partido liberal, terreno en el que cosech� muchos �xitos, lo que le vali� erigirse en la primera figura pol�tica de la localidad.

Le sucedi� Miguel Guinchard, un simp�tico personaje que contaba con la confianza del doctor Ignacio T. Ch�vez, que desde su cargo de senador de la rep�blica segu�a ejerciendo una gran influencia en la vida pol�tica local. Por razones de salud, sin embargo, Guinchard renunci� al cargo en mayo de 1881, por lo que debieron celebrarse elecciones extraordinarias.


Índice generalAnteriorÍndice de capítuloSiguiente