Litoral desde el puente de mando

Litoral desde el puente de mando


NO FUE PRODUCTO DE LA CASUALIDAD el arribo de los espa�oles al litoral peninsular; existe informaci�n del encuentro entre mayas y europeos en el �ltimo viaje de Crist�bal Col�n —1502— navegando por aguas de Honduras; ah� se encontraron una canoa tripulada por comerciantes que, como otros, transitaban las aguas de esos mares desde Campeche, incluyendo tambi�n las v�as fluviales. En este acontecimiento notorio para el futuro, fue tambi�n importante la presencia de un grumete, quien en a�os posteriores demostrar�a su experiencia desde el puente de pilotos. Se llamaba Ant�n de Alaminos.

El tiempo de los pueblos tiene la luz del alba y los reflejos del crep�sculo; los p�ndulos de un destino diferente aparecieron en 1509, cuando naufrag� el castellano Valdivia y recalaron en la playa de la sobrevivencia Jer�nimo de Aguilar y Gonzalo Guerrero, part�cipes de un episodio peninsular que fecund� el mestizaje, A�os m�s tarde zarp� de las costas de Cuba, en ruta de aventura, la nave con bandera espa�ola capitaneada por Francisco Hern�ndez de C�rdoba, con 110 hombres de mar y tierra. Quebrando las tranquilas aguas de un mar desconocido, proyect�ndose las miradas en el horizonte inc�gnito, impelida la voluntad de los hombres por el calor de la audacia, llegaron los espa�oles a la pen�nsula de Yucat�n en febrero de 1517. Al pisar por primera vez, en aliento de conquista, la tierra original de los mayas, se presinti� la honda diferencia de dos pueblos, premonici�n del irremediable enfrentamiento entre los que arraigaban un sentimiento de poder y riqueza —conceptos primordiales en toda aventura— y los que empu�aban la emoci�n tradicional de sus costumbres, vocaci�n teol�gica y de sobrevivencia en el �mbito de su geograf�a original.

En el sitio que llamaron Cabo Catoche se plant� el pend�n de la conquista; entonces, los caracoles ind�genas resonaron provocando ecos de exaltaci�n guerrera y vigilia permanente. Sorpresa, silenciosa convivencia en los encuentros donde las se�as fueron palabras de un desconocido idioma, los hombres de uno y otro continente presintieron los aires violentos que rasgar�an los d�as futuros; las dimensiones de la ambici�n conquistadora dilataron las pupilas peregrinas ante el exuberante paisaje como el calc�reo perfil de los edificios que estaban en la tierra nueva. Extasiados ante la naturaleza, estimulados en el prop�sito de opacar a su tacto el brillo del oro, los espa�oles prosiguieron en la ruta sin l�mite conocido; pocos d�as despu�s avistaron un poblado sembrado en la costa, desembarcaron cautelosamente y poniendo pie en tierra descubrieron Ah Kin Pech. Este acontecimiento tuvo lugar el domingo 22 de marzo de 1517 y, de acuerdo con el d�a del calendario religioso, denominaron a la poblaci�n San L�zaro; despu�s se fueron derrotando por el litoral hasta llegar a Champot�n, donde la bonhom�a local que hasta entonces hab�an conocido se torn� en recibimiento agresivo; una rese�a nos dice:

Los conquistadores regresaron a la isla de Cuba y en La Habana fallecieron tres soldados m�s; el propio capit�n Hern�ndez de C�rdoba desembarc� maltrecho y pocos d�as despu�s muri� en Esp�ritu Santo, lugar donde ten�a su residencia; desconocidos los antibi�ticos, las infecciones por herida resultaron incurables y causa irremediable de muerte; desde entonces los conquistadores conocieron a Champot�n como "Bah�a de la Mala Pelea", penetrando a las p�ginas de la historia el cacique que gui� a los mayas al �xito en aquel combate: Moch Couoh.

Los espa�oles volvieron a cruzar por la bah�a en 1518, esta vez bajo el mando del capit�n Juan de Grijalva. Con las prevenciones a causa de la batalla anterior, ahora pasaron de largo y no fue sino tiempo m�s tarde que en un desembarco rechazaron el coraje ind�gena en la orilla de la playa y con bajamar. En esos d�as la regi�n padec�a una enorme mancha de langosta, plaga que se mezcl� en la lucha ocasionando que los espa�oles creyeran, en cierto momento, que eran flechas y se pusieran a cubierto de los flecheros; otras veces, suponiendo que eran langostas, no se preven�an de las flechas. Se�ala Cogolludo que perecieron tres soldados, 60 resultaron heridos e incluso el capit�n recibi� varios flechazos perdiendo dos dientes; llegaron a la poblaci�n abandonada por los mayas y sin perseguirlos ni encontrarlos en los montes aleda�os, a los tres o cuatro d�as se reembarcaron. A�os despu�s, en 1530, fueron recibidos con hostilidad y combatidos nuevamente en 1537; este encuentro entre los dos pueblos fue definitivo: hubo una batalla nocturna por iniciativa de los mayas; no hubo vencedor ni vencido, pero siguieron los d�as de hostigamiento y negativa de conceder provisiones. Plante�ndose el momento crucial, Cogolludo refiere que los ind�genas atacaron con gran denuedo y los espa�oles se defendieron con desesperaci�n, y a pesar de que eran numerosos los muertos por parte de los mayas, �stos siguieron empujando a los enemigos hacia la playa para obligarlos a embarcarse. Conseguido este prop�sito, se burlaron de los espa�oles; actitud que provoc� de nueva cuenta el desembarco de los soldados, quienes finalmente consiguieron la victoria. Sin embargo, la conquista no se hab�a consolidado.

Aparte de los hechos referidos solamente a Champot�n, es necesario revisar otros sucesos para recapitular los acontecimientos; lo cierto es que el oleaje de la invasi�n hab�a comenzado.

El 10 de febrero de 1519 sali� de Cuba la tercera expedici�n espa�ola, esta vez bajo el mando de Hern�n Cort�s, quien ya no se detuvo en las poblaciones antes descubiertas, sino que lleg� hasta Veracruz, donde inici� los d�as memorables de la conquista de las tierras del altiplano.

En la segunda y tercera expediciones, formaron parte de la tripulaci�n Alonso de �vila y Francisco de Montejo, llamado �ste a ser, poco tiempo despu�s, el promotor principal de la conquista de Yucat�n.

En la consecuci�n de sus prop�sitos, Montejo tuvo que realizar las gestiones burocr�ticas establecidas por el sistema mon�rquico espa�ol, de tal manera que el 8 de diciembre de 1526 le concedieron los privilegios sustentados documentalmente para las acciones de conquista y colonizaci�n; asimismo, le otorgaron el t�tulo de Adelantado de Yucat�n. En junio de 1527 zarp� de San L�car de Barrameda, Espa�a, hacia el Caribe, primero, y despu�s, a bordo de tres embarcaciones y con un ej�rcito de hombres acicateados por la esperanza, ante la aventura incierta, a Yucat�n.


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