Riqueza silvestre, primer recurso


LOS ANTIGUOS MAYAS conocieron y aprovecharon las cualidades del palo de tinte, �rbol silvestre que distinguieron con el vocablo ek; desde entonces su presencia influy� en la historia de la regi�n de Campeche, pues fue un recurso que despert� ambiciones, caus� beligerancias, provoc� enfrentamientos y caracteriz� la zona de los r�os, d�ndole fama internacional bajo el nombre de palo de Campeche. De este palo negro se aprovecharon los ind�genas para te�ir mantas, de lo cual tomaron conocimiento los espa�oles para hacer el mismo uso, llev�ndolo en cantidades considerables a la pen�nsula ib�rica. Una cr�nica relativa a esta �poca se�ala que cuando los espa�oles conquistaron la regi�n peninsular, descubrieron grandes cantidades de palo de tinte, al que tambi�n denominaron palo de Campeche; as�, en lugares donde hab�a ci�nagas o en sitios h�medos, encontraron �rboles de "diez brazos de alto y el grueso de una pipa, que pod�an producir hasta cuarenta o cincuenta quintales de madera tint�rea". Como anteriormente no hab�a sido explotado, su desarrollo era considerable, y en aquellos tiempos su aprovechamiento hubiera exigido numerosos hombres, nav�os y muchos a�os, desde T�rminos hasta Cabo Catoche.

El palo de tinte es una especie propia de las leguminosas, catalogada cient�ficamente con el nombre de Haematoxyilum campechianun. En una informaci�n cursada al rey de Espa�a en 1565, Diego Quijada escibi�:

Madera dura negruzca —dice un cronista—, de olor agradable, que se aplica principalmente para colorear de encarnado; fueron los piratas quienes divulgaron su existencia cuando se establecieron en la Isla de T�rminos, ya que en las tierras aleda�as se produc�a un tinte de mejor calidad. Con el tiempo, el puerto del Carmen ocup� el primer lugar como exportador de la especie maderera de la cual se extra�an tinturas de uso generalizado en la industria textil europea. Fue el producto m�s importante durante la �poca colonial y hasta fines del siglo XIX, y por su demanda los ingleses, sobre todo, ocuparon por varios a�os tierras novohispanas en la laguna, hasta que fueron expulsados, pero continuaron la explotaci�n en las selvas de Belice, sin olvidar que en Tabasco tambi�n se ocuparon de cortar ese recurso, principalmente en los municipios de Jonuta, Tenosique, Emiliano Zapata, Macuspana y Centla.

La aparici�n y crecimiento del palo de tinte se caracteriza por una amplia red acu�tica, incluidas ci�nagas y pantanos. Los r�os m�s conocidos en la regi�n son el Chump�n con 92 km, originario de las sabanas del Candelaria; Mamantel, con una extensi�n de 96 km, fue navegable alg�n tiempo hasta el Pital, y el Candelaria, que se forma con los r�os San Pedro y el Caribe, y corre desde Guatemala hasta la laguna de T�rminos, desembocando en el Golfo de M�xico por la Boca de los Pargos; hasta 1870 no se conoc�a su origen, y quienes llegaron a transitarlo refirieron su abundancia de maderas a la vera de su curso, as� como una variedad de animales para la caza, aves de notoria rareza y muchos insectos y reptiles, al igual que el Chump�n, que viene del sur hacia la laguna de T�rminos y los r�os Palizada, San Pedro y San Pablo, que se desprenden del Usumacinta. El Palizada es el m�s caudaloso, y recorre una distancia de 121 km por todos los accidentes geogr�ficos; se consider� navegable de un extremo a otro por embarcaciones menores de 50 toneladas; en sus riberas se encontraban establecimientos de corte de palo, maderas, labranzas y cr�a de ganado; los pastos naturales en las orillas eran considerados inmejorables para la ganader�a.

Tambi�n hay importantes lagunas, como las de Penlao, Las Cruces, Atasta, del Pom, Silvituc, Chan, Pancaliente, Salsipuedes, Misteriosa y otras. El R�o Chump�n desemboca en la laguna por la Boca de Balchac�; el R�o del Este, peque�o, deriva del Palizada; el R�o del Vapor, igualmente corto, vierte sus aguas en la laguna de Las Cruces, tributaria de la de T�rminos. Otras lagunas son Las Pi�as, Chiboj� Grande y Chiboj� Chico; y entre los arroyos est�n La Concepci�n, Limonar, San Rom�n, San Joaqu�n, Salsipuedes, El Tambor y Pejelagarto. Vadillo L�pez refiere que "los bosques de palo de tinte se encontraban en los sitios donde las tierras eran bajas y anegadizas, superficies donde se estancaba el agua, y en las orillas de los r�os donde la playa es borrada por la intrincada vegetaci�n que se transformaba de manglar en arboleda imperceptiblemente". En consecuencia, a estos lugares solamente se pod�a llegar por la v�a fluvial o mar�tima. Un viajero ingl�s anot� el r�stico procedimiento: los taladores trazaban una vereda por la cual cargaban los troncos hasta las m�rgenes de los r�os; de ah� pasaban a los campamentos donde se almacenaban cientos de toneladas, para despu�s hacerlos llegar al Carmen, o directamente a embarcaciones de gran calado, que los llevar�an a las colonias inglesas al norte de la Nueva Espa�a o a pa�ses europeos.

El palo no requer�a siembra ni cultivo, pues crec�a y se desarrollaba de manera silvestre en tierras bajas y anegadizas, por lo que no obstaculizaba la agricultura, ya que tales terrenos no eran aprovechables para ese prop�sito. De la parte m�s seca y dura del tronco se extra�a la sustancia para te�ir de color rojo. El procedimiento para el colorante, consist�a en hervir la madera en grandes calderas hasta producir una especie de jugo, que se concentraba en una pasta azulosa y oscura, o negra, que se utilizaba para te�ir las telas; sin embargo, en esta empresa lo que se exportaba eran los troncos, es decir el recurso sin procesar.

Era un riqueza, cierto, pero un dolor de cabeza para los gobernantes: en 1671, Fernando Francisco de Escobedo escribi� al rey de Espa�a, haciendo varios se�alamientos, entre ellos, que la poblaci�n no pasaba de 1300 espa�oles en un litoral de aproximadamente 300 leguas de longitud, siendo la m�s importante la ubicada en Campeche. En consecuencia, los ingleses ten�an libre el corte del palo en T�rminos, las islas de Santa Ana, Cozumel y Mujeres, con tal importancia econ�mica que era mucho m�s de lo que sal�a del mencionado puerto; adem�s, en las faenas de tala tierra adentro apresaban ind�genas y espa�oles para utilizarlos como esclavos.

Las condiciones favorables para el desarrollo del palo de tinte obligaron al gobierno espa�ol a establecer diversas medidas para regular el comercio y evitar la circulaci�n ilegal; tal preocupaci�n se explica al considerar que hubo una �poca en la que la exportaci�n rebas� la cifra de un mill�n de quintales. Solamente por lo que corresponde a Tabasco, entre 1784 y 1800 se enviaron a Veracruz 44 481 quintales (cada quintal equivale a 46 kilogramos). Es necesario se�alar que esta riqueza natural provoc� la aparici�n de propietarios de grandes extensiones de tierra y el endeudamiento de trabajadores, fueran inmigrantes, nativos o mestizos, a quienes se les impon�a el trabajo forzado desde entonces hasta finales del siglo XIX.

En 1750, en virtud de que el presidio dependia del virreinato en lo judicial y en lo administrativo, se orden� hacer el comercio del palo por cuenta de la Real Hacienda, con el prop�sito de competir con las actividades de los ingleses en Belice y Honduras, por lo que la mercanc�a se llev� en considerables cantidades a Veracruz y a La Habana (por ese motivo se favoreci� con importantes concesiones a un llamado Juan de la Isla). Se establecieron relaciones estrechas con los pueblos del Usumacinta, y dice Arias Sol�s que tal vez a ello se deba la fundaci�n de ciertas poblaciones que fueron lugares de dep�sito, como el pueblo de San Joaqu�n de la Palizada, fundado en 1772 seg�n Memoria del gobernador del presidio en 1792.

Un caso que muestra los problemas que se presentaron es el de Manuel Franco, vecino del presidio del Carmen, quien en 1788 pidi� tierras realengas -de las cuales se hallaba en posesi�n-, nombradas de Atasta unas, y las otras Las Pi�as. Los linderos de las primeras eran la cabeza del llamado arroyo del ingl�s, por el sudoeste, las tierras de Alejandro Ehuan, por el sur, la laguna de Enfrente, y por el norte, una monta�a que, incluyendo un popal, lindaba con San Pedro y San Pablo. De las segundas el l�mite era propiamente el R�o de Las Pi�as. Dice Franco:

De esta manera principi� este litigio por tierras que termin� en 1812: Franco acredit� que desde 1784 el virrey de Nueva Espa�a le hab�a expedido licencia para el corte de la madera tint�rea, pero las tierras hab�an sido invadidas por Manuel Quintana, que ejerci� la tala. Los testigos de Franco se�alaron que era verdad que el se�or Zapata, socio de Quintana, habr�a ofrecido al due�o de un buque, de nombre Jos� Rafael Hern�ndez, tres barcadas de dicho palo. M�s de dos d�cadas llev� este asunto de las invasiones de tierras, para explotar, como si fueran minerales, la riqueza de la tierra: el llamado palo de tinte. El litigio llev� al se�or Franco a la pobreza primero, y a la muerte despu�s.


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