Los a�os dorados

Los a�os dorados


La explotaci�n, as� en los a�os coloniales como en las primeras d�cadas del siglo XIX, estuvo regulada por el Reglamento de Montes para el presidio del Carmen y su distrito, fechado el 25 de septiembre de 1795. Las condiciones portuarias tuvieron diversas nominaciones conforme las pol�ticas del gobierno de M�xico en los a�os posteriores a la Independencia. Si tres siglos fueron importantes en las jornadas de explotaci�n, el �rbol silvestre enriqueci� a muchas familias de abolengo empresarial en el Carmen durante el siglo XIX. Era impresionante la exportaci�n a lugares tan lejanos como Inglaterra, Francia, Alemania, G�nova, Holanda, Sarda, Espa�a, Dinamarca, Noruega, Suecia, B�lgica, Rusia, N�poles, Portugal y otros sitios como los Estados Unidos. Solamente en el Partido del Carmen exist�an en 1852 los siguientes ranchos de palo de tinte: Santa Gertrudis, propiedad de Victoriano Nieves; Tomo Largo, de Genovevo Rosado; San Jos� del Este, de Victoriano Nieves; El Naranjal, de Antonio Barrera; El Popistal, de Pedro Acal; Santa Mar�a, de Pedro Moreti; San Francisco, de Manuel Galera; San Joaqu�n del Este, de Julio Mesange; Saltos de Agua, de Enrique Pauling; San Isidro Chump�n, de Antonio Barrera; El Pom, de V�ctor G�ngora; Salsipuedes, de Tom�s Aznar P�rez; La Encantada, de Pilar S�nchez; San Antonio Chiquibul, de Antonio Barrera; El Salvaje G, de Gregorio Pay�n; Balchac� de adentro, de Pilar S�nchez, y Chiboj�, de Francisco Puch. No todas las fincas fueron propiedad de mexicanos, algunas pertenec�an a extranjeros. La prosperidad lleg� a ser de tal importancia que el Carmen tuvo 12 muelles, ocupados por barcos de vela de 400 a 800 toneladas, y otros tantos anclados esperando turno para hacer sus operaciones. En su momento tambi�n llegaron enormes vapores de hasta 4 000 toneladas que cargaron maderas de cedro y de caoba.

Hubo intentos de procesar el palo de tinte, como el primer ensayo que puso en pr�ctica en M�rida un franc�s de apellido Chovot entre los a�os 1816 a 1820; sin embargo, fue en 1828 cuando el proceso adquiri� caracter�sticas comerciales: un decreto fechado el 30 de octubre de ese a�o concedi� el monopolio de la materia colorante a Pedro Jos� Guzm�n, quien adquiri� en los Estados Unidos los aparatos necesarios para conseguir el extracto. El hacendado Sim�n Pe�n tambi�n tuvo una maquinaria para el mismo efecto, que instal� en la hacienda Tankuch�. En 1875 se estableci� en el Carmen una f�brica de extractos, fundada con capital belga y franc�s, pero, al igual que las otras empresas, no tuvo �xito, aunque obtuvo el primer generador de corriente el�ctrica, que se emple� despu�s para el alumbrado.

Se puso atenci�n al recurso en diferentes formas, y a efecto de un mejor desarrollo de su comercio de exportaci�n, el 27 de julio de 1858 el Ejecutivo apoy� la instalaci�n en Carmen de una llamada Junta de Progreso.

En medio del tr�nsito de barcos y la mariner�a, se origin� una palabra que alcanz� uso internacional en lugares de reuni�n social o tabernas. Lucas de Palacio refiere que mientras los barcos llenaban sus bodegas, la tripulaci�n satisfac�a su sed con algunos vinos o licores sin mezclar, pero algunos ped�an draks, una bebida compuesta cuyos ingredientes se revolv�an con una cuchara de metal, la cual comenz� a sustituir un tabernero con ra�ces delgadas, finas y lisas, provenientes de una planta que se llamaba "cola de gallo"; cuando los ingleses lo supieron dejaron de pedir draks y comenzaron a ordenar cock-tails. La palabra se populariz� primero en las islas brit�nicas, despu�s en los muelles de los puertos estadunidenses hasta que se hizo com�n en todo el mundo. La cr�nica termina as�: "La palabra cock-tails vio su luz primera en ese pintoresco puerto, Campeche, de donde han desaparecido para siempre los veleros ingleses y los verdaderos lobos de mar, en una humilde taberna donde emple� para sus bebidas la ra�z de una planta un cantinero".

En 1861, en la zona productora, el estado de Campeche contaba con 37 haciendas y 23 ranchos, dedicados fundamentalmente al cultivo de ca�a de az�car y a la ganader�a; hacia el sur peninsular, en torno a las poblaciones de el Carmen y Palizada —pantanos y r�os— crec�a con exuberancia el palo de tinte, en un paraje al que solamente se pod�a acceder por v�a fluvial o mar�tima. El recurso natural estimul� ambiciones que cancelaron la producci�n de caf�, cacao y arroz, ya que los habitantes eran enganchados para irse a los tintales con la promesa de mayores sumas de dinero.

En los a�os formativos del estado de Campeche la configuraci�n del terreno exig�a variantes en el aspecto agr�cola. En 1868 en el Partido de Champot�n sigui� foment�ndose el cultivo de la ca�a, arroz, ma�z, tabaco y henequ�n; su producci�n era reducida por la falta de brazos y la inseguridad por los sirvientes endeudados. Cuando se fracasaba en las cosechas, la explotaci�n de maderas y palo de tinte compensaba las p�rdidas; sin embargo, fue descendiendo la actividad, aunque a�n en 1886 estaba sujeta a derechos fiscales del municipio y del estado. El 7 de agosto de 1894 el gobernador hizo notar en su informe que, de los productos m�s importantes con que se contaba, el palo de tinte era el que ocupaba el principal rengl�n en materia de exportaci�n. La Ley de Hacienda del 9 de diciembre de 1895 consider� como ingreso el corte de la tint�rea, y no pod�a ser de otra manera ya que en 1896 alcanz� el m�ximo volumen con un mill�n de quintales, es decir unas 46 000 toneladas.

El palo de tinte resinti� tambi�n los conflictos internacionales y, en consecuencia, internos; por ejemplo, el gobernador Aznar y Cano dijo el 7 de agosto de 1906 que la guerra ruso-japonesa de 1904, al cancelar los mercados m�s consumidores de palo de tinte, hab�a reducido la exportaci�n, produci�ndose una baja en los ingresos de la entidad. Restablecida la paz en Oriente en 1905, volvi� a exportarse, produciendo ingresos al erario por raz�n del impuesto respectivo, "a pesar de las dificultades que en los mercados de consumo crea la tremenda crisis pol�tica y econ�mica por la que actualmente atraviesa el Imperio Ruso". El dram�tico final se apunta el 7 de agosto de 1909 cuando el gobernador aludi� al precio, que iba a la baja con desesperante firmeza, y concluy� "...contin�a en situaci�n tan desastrosa que no paga ni los gastos de producci�n". A modo de comparaci�n, mencionaremos que las exportaciones fueron, en primer lugar, las maderas finas, con recaudaci�n de 1827 832 pesos; chicle en marquetas, 815 713 pesos; y el palo de tinte, 103 713 pesos.

La industria europea hab�a requerido del mencionado recurso natural, pero aparecieron los productos qu�micos, que sustituyeron la madera tint�rea, y vino la consecuente baja de precios y el comercio opulento del palo de Campeche desapareci� en los primeros a�os del siglo XX; adem�s, la guerra europea que inici� en 1914 paraliz� la navegaci�n.

Durante su explotaci�n, los due�os de los ranchos tint�reos, los comerciantes y exportadores fueron los �nicos beneficiados, ya que los trabajadores del campo estaban sujetos al cruel sistema de servidumbre, y los del muelle no tuvieron garant�as en materia de salud o accidentes de trabajo.


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