LUEGO DE DOS SIGLOS Y MEDIO de dominaci�n espa�ola, la poblaci�n de la Nueva Vizcaya mostraba una disminuci�n gigantesca. Las estimaciones disponibles indican que disminuy� sostenidamente desde el arribo de los espa�oles hasta llegar a 1800 con apenas la mitad del monto alcanzado en el momento del contacto. Para ponerle n�meros a esta afirmaci�n, puede decirse que hacia 1800 en la Nueva Vizcaya hab�a unas 170 000 personas menos que en 1519. Esto significa que el conjunto de acontecimientos relatados atr�s tiene que verse en el marco de esta terrible p�rdida demogr�fica. Este comportamiento de la poblaci�n se explica por el violento proceso de dominaci�n espa�ola que incluy� la extinci�n, asimilaci�n y el mestizaje de algunos grupos (conchos y tobosos) y el debilitamiento de otras etnias, como tarahumaras y tepehuanes. Pero lo que debe destacarse es que el poblamiento espa�ol trajo consigo el despoblamiento ind�gena.
En efecto, las grandes v�ctimas de esta disminuci�n demogr�fica —y de hecho de esta historia— fueron los ind�genas. Seg�n esta misma estimaci�n, de los 350 000 indios que habitaban la Nueva Vizcaya al momento del contacto, en 1800 s�lo quedaban 50 mil. No sobra insistir en el car�cter aproximativo de estas cifras. La ca�da demogr�fica ind�gena redujo la poblaci�n total de esta provincia, muy a pesar de que desde 1750 se aprecia un crecimiento notable de la poblaci�n no ind�gena. Sin embargo los no ind�genas (espa�oles, criollos, mestizos, negros, mulatos); no llegaron en cantidades suficientes para contrarrestar la p�rdida de poblaci�n provocada por la extinci�n o la asimilaci�n de indios, es decir, la p�rdida de atributos culturales, como el idioma materno.
Este grueso panorama de la demograf�a colonial debe complementarse, sin embargo, con la evidencia de que, desde la segunda mitad del siglo XVIII y hasta 1830, la poblaci�n del norte de la Nueva Vizcaya creci� de manera acelerada. Las estimaciones disponibles —siempre inexactas, en virtud de los m�todos censales de la �poca— muestran que la poblaci�n casi se duplic� entre 1790 y 1823 al pasar de 63 000 a 112 000 habitantes; ese aumento tuvo lugar de manera preponderante en la porci�n situada al norte de la villa de Chihuahua, tal y como se aprecia al contrastar las cifras expuestas en los cuadros IV.2 y IV.3 En estos cuadros se establece una divisi�n arbitraria entre "norte" y "sur" de la entidad, que se conservar� a lo largo del libro. Para calcular la distribuci�n de la poblaci�n en ambas porciones, se deja de lado a los habitantes de la jurisdicci�n de la capital del estado. Estas cifras parecen comprobar la aseveraci�n de un historiador norteamericano, quien afirma que estos a�os fueron de una gran emigraci�n desde el sur de la Nueva Vizcaya hacia su porci�n norte�a.
De la misma manera, las ciudades (sobre todo Chihuahua y Parral) conocieron avances en las condiciones de vida, gracias a la introducci�n de vacunas y al mejoramiento de los servicios p�blicos. En Chihuahua se continuaron las obras del acueducto para llevar agua potable a la poblaci�n; tambi�n se abri� un hospital militar y a partir de 1802 comenzaron a aplicarse las vacunas contra la viruela negra. En 1786 abri� sus puertas una escuela de primeros estudios de car�cter p�blico a cargo del profesor Jos� Barbosa. Otras mejoras importantes de la villa de Chihuahua, desde el punto urban�stico, fueron la instalaci�n del primer reloj p�blico en 1803, colocado en el fronstispicio de la iglesia parroquial; en 1805 se iniciaron las obras para la construcci�n del parque de la Alameda de Santa Rita (el actual parque Lerdo). Desde 1797 comenzaron a hacerse esfuerzos con la idea de crear escuelas p�blicas de primeras letras en los principales pueblos. En 1808 funcionaban escuelas de este tipo en Nombre de Dios, San Ger�nimo, Guajoquilla, San Pablo y Parral. Tambi�n en este mismo a�o se abr�a la primera escuela de ni�as en la villa de Chihuahua.
En parte, el auge demogr�fico fue provocado por las bonanzas mineras de Batopilas (1798-1803), Parral (1795-1804), Maguarichic (1809) y Cusihuiriachic (1807-1811). En contraste, en Santa Eulalia pod�a apreciarse una disminuci�n en los rendimientos de las minas desde 1791. A estas bonanzas de los minerales antiguos se sumaron nuevos descubrimientos, como Santa Rita del Cobre, cerca de Janos, en 1801.
Por otro lado, la agricultura y la ganader�a tambi�n mostraron signos de expansi�n que redundaron en el crecimiento de las cosechas y en el aumento de los hatos. Hay noticias aisladas acerca del crecimiento de la poblaci�n y de la producci�n agr�cola en el valle del Papigochic, Galeana y en el valle del Conchos-San Pedro. De esto �ltimo habla la orden de 1793 de crear la subdelegaci�n real con cabecera en Santa Cruz de Tapacolmes, que dominar�a esta comarca hasta Julimes. Del mismo modo, la refundaci�n en 1797 de Santa Rosal�a (la actual Camargo), con 28 familias provenientes de San Francisco de Conchos, prosper� de tal modo que en 1823 la poblaci�n rebasaba ya los 1 500 habitantes; en 1820 se hab�a creado el ayuntamiento de Santa Rosal�a. En este punto la apertura de tierras al regad�o mediante la construcci�n de acequias (entre ellas la del Patrocinio) ha sido documentada en parte. Ma�z, frijol, sand�as y melones comenzaron a producirse en las orillas del Conchos, y se colocaron para su venta en Parral y Chihuahua. Garc�a Conde comentaba que durante estos a�os de paz la ganader�a local creci� a tal punto que para 1832 el estado estaba "inundado de caballada y ganado". Los intercambios ganaderos, por lo menos con Sonora, aumentaron considerablemente en estos a�os. Cuando las autoridades espa�olas decidieron abrir el comercio a otros pa�ses, las embarcaciones inglesas comenzaron a llegar a Guaymas, que as� recibi� el impulso necesario para nacer. Era tal la conveniencia de adquirir mercanc�as inglesas que varios comerciantes chihuahuenses no dudaron en participar en ese nuevo negocio, trayendo mercanc�as europeas (no espa�olas) a la villa de Chihuahua.
En 1793 comenzaron a funcionar en la villa de Chihuahua, durante dos d�as al mes, dos tianguis en donde se pod�a comprar y vender art�culos de diversa clase sin pago de la alcabala, un impuesto fijado para la circulaci�n de mercanc�as. En estos lugares pod�an participar los vecinos de la villa, los habitantes de los ranchos y haciendas cercanas e incluso los indios. Con el tiempo estos tianguis formaron la zona comercial de la villa, los actuales mercados de La Reforma y Ju�rez. En ese mismo sentido cabe destacar la creaci�n de la feria anual en Valle de San Bartolom�, autorizada en la ciudad de M�xico en diciembre de 1805. Los participantes en esta feria, que se celebrar�a entre los d�as 18 y 23 de diciembre de cada a�o, pod�an introducir mercanc�as sin pago de alcabala, aunque si esas mercanc�as se transportaban m�s al norte deb�an pagar el impuesto correspondiente.