A la paz, por los arreglos con los nómadas


Los esfuerzos borb�nicos fracasaron en su intento de lograr la expansi�n espa�ola sobre las porciones territoriales situadas al norte del paralelo 30 o bien al norte del cintur�n de presidios establecidos por el reglamento de 1772, propuesto por Rub�. Sin embargo, tuvieron mucho m�s �xito en cuanto a la pacificaci�n de la frontera con los n�madas.

Los ataques de estos grupos ind�genas comenzaron a disminuir despu�s de 1790, lo que marc� un contraste con las d�cadas anteriores. �C�mo fue posible esta pacificaci�n? Hay varias razones. Una de ellas es el aumento notable de soldados en la frontera, lo que posiblemente mejor� la capacidad de respuesta espa�ola. Sin embargo, este aumento militar no es suficiente para explicar el fen�meno, toda vez que los efectivos espa�oles aumentaron sostenidamente desde 1700 y, como se vio, la guerra se agudiz�, sobre todo en la segunda mitad del siglo XVIII. Por ello hay que buscar otras razones. Una de ellas es sin duda el despliegue de una pol�tica heterodoxa, propuesta por el virrey G�lvez en 1786, consistente en la combinaci�n de negociaci�n y represi�n.

Bernardo de G�lvez, aquel comandante inspector de los presidios que vivi� en Chihuahua en 1771, era el primer virrey de la Nueva Espa�a que ten�a antecedentes en la lucha contra los n�madas del septentri�n. Cre�a firmemente que la sola represi�n no era suficiente para controlar a los grupos n�madas. Ello significaba ofrecer y pactar la paz con distintos grupos, promover el divisionismo entre grupos ind�genas enemigos (por ejemplo, alimentar las diferencias seculares entre apaches y comanches), buscar alianzas con algunos grupos, fomentar el consumo de alcohol y de otras mercanc�as que favorecieran la dependencia de los n�madas respecto de la econom�a espa�ola y ofrecer subsidios y dietas a los grupos pacificados. Algunos de estos �ltimos fueron asentados junto a los presidios de Janos, San Buenaventura, Carrizal, Norte, Namiquipa y San Elizario, en donde se intent�, con escaso �xito, fomentar su vocaci�n agr�cola. Incluso en alguna ocasi�n el comandante militar, el brigadier Salcedo, suspendi� la entrega de raciones a los apaches pacificados para obligarlos a trabajar. Fue tal la agitaci�n que provoco la medida, que el militar tuvo que dar marcha atr�s. La entrega de raciones a los apaches pacificados, financiadas con dinero gubernamental, continu� de manera ininterrumpida hasta la d�cada de 1830.

Este conjunto de medidas fue aplicado por la comandancia general, a pesar de los constantes cambios y divisiones que sufri� esa instancia gubernamental despu�s de la salida de Teodoro de Croix. La comandancia se fraccion� en varias ocasiones en dos y hasta en tres partes, por ejemplo en las provincias de oriente y en las de occidente. Esa desorganizaci�n revelaba el fracaso del proyecto original de G�lvez respecto a la expansi�n espa�ola en el septentri�n. Adem�s, era resultado de la subordinaci�n creciente de la comandancia general al virrey novohispano. En efecto, desde septiembre de 1785 la comandancia qued� subordinada a la autoridad del virrey.

El fracaso del proyecto de G�lvez, tan bien ilustrado por el triunfo de la figura del virrey sobre la del comandante general, era resultado, en el fondo, de la incapacidad del septentri�n de generar los recursos pecuniarios suficientes para sostener el movimiento expansivo espa�ol. Esto significaba que los gastos originados por la comandancia y en general en el sostenimiento del aparato militar y administrativo del septentri�n continuaron proviniendo del centro del pa�s. En esa medida era dif�cil que cualquier virrey accediera de buena gana a patrocinar un proyecto que le significaba la p�rdida de una porci�n territorial de la magnitud de las llamadas Provincias Internas.

En una de las tantas reorganizaciones de la comandancia general, en la que incluso se le unific� y se le devolvi� su autonom�a respecto al virrey, el comandante Pedro de Nava se estableci� en la villa de Chihuahua. Con esa medida, las actividades de este aparato burocr�tico contribuyeron a dar m�s dinamismo a la econom�a local. Esto ocurri� en 1791 y se prolong� hasta bien entrada la d�cada de la lucha de independencia. El arribo del comandante propici� una madeja burocr�tica muy complicada, porque en la villa de Chihuahua funcionaban varias instancias de gobierno: el ayuntamiento, el corregidor, el subdelegado real y el comandante general. Tal vez por esa raz�n en 1793 se decidi� extinguir el corregimiento de Chihuahua creado, como se vio, en 1718.

Desde esta poblaci�n se pon�a en pr�ctica la pol�tica de pacificaci�n de la frontera. A pesar de las dificultades en el env�o de recursos, por ejemplo en 1805 y 1806, la comandancia general pudo sostener el aparato militar y los dem�s gastos que acarreaban los arreglos con los n�madas. Ello permiti� a�os de relativa paz en la provincia, hecho que influy� en el comportamiento demogr�fico y econ�mico descrito atr�s.

Los ataques de los n�madas no imped�an el funcionamiento de la econom�a septentrional, pero si la dificultaban y la inhib�an. Al suspenderse esas correr�as, la poblaci�n sedentaria pudo ocupar nuevamente antiguas minas y ranchos, e incluso abrir nuevas �reas al cultivo y nuevos minerales, como Santa Rita del Cobre. Los caminos se volvieron m�s seguros, lo que facilit� el intercambio de mercanc�as y la circulaci�n de personas.


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