Durante 1914 y la primera mitad de 1915 Chihuahua fue un territorio dominado completamente por el villismo, que viv�a sus mejores momentos. La historia comenz� a cambiar en la segunda mitad de 1915.
Desde septiembre de 1914, Villa hab�a desconocido la jefatura de Carranza. Aliado con Emiliano Zapata, Villa domin� la Convenci�n de Aguascalientes, que desconoci� a Carranza y nombr� presidente a Eulalio Guti�rrez. Ante eso, no quedaba m�s que la voz de las armas. El nuevo episodio militar tuvo lugar en el Baj�o, en la primavera de 1915. All�, el mejor general del carrancismo, Obreg�n, derrot� una y otra vez a las huestes villistas. A fines de ese a�o de 1915 Villa ya hab�a retornado con escasas fuerzas a Chihuahua. Todav�a intent� hacer campa�a en Sonora, donde los carrancistas lo apalearon. A Villa no le qued� m�s remedio que refugiarse en las monta�as chihuahuenses e iniciar un periodo de guerrillas que se prolongar�a hasta 1920. Entre diciembre de 1915 y enero de 1916 gran n�mero de villistas depusieron las armas: 40 generales, 1 347 jefes, 3 699 oficiales y m�s de 11 000 elementos de tropa, adem�s de armamento, municiones, vagones sanitarios, caballos y hasta tres aeroplanos. El general Felipe �ngeles y otros miembros ilustres y educados del villismo abandonaron la causa. El villismo se defini� entonces con mayor nitidez como un movimiento de ra�ces populares.
Al iniciar 1916 los carrancistas ya controlaban el gobierno local, as� como las principales ciudades y poblaciones del estado. El gobernador era el coronel Ignacio Enr�quez, un agr�nomo graduado en Illinois que hab�a ingresado a la Revoluci�n despu�s de que Huerta hab�a ultimado a Madero. Enr�quez hab�a preferido unirse a los antihuertistas en Sonora y no en su estado natal. Seg�n relata el hijo de Enr�quez, su padre vio c�mo Villa asesin� a un carnicero de nombre Claro Reza. Desde entonces, seg�n esta versi�n, Enr�quez no ocult� su animadversi�n por Villa. Por ejemplo, Enr�quez dec�a que la Revoluci�n hab�a tenido cuatro enemigos: D�az, Orozco, Huerta y Villa.
El gobierno constitucionalista apenas daba sus primeros pasos para reorganizar al estado cuando fuerzas villistas asesinaron, el 10 de enero de 1916, a 17 empleados norteamericanos de la Cusi Mining Co. cerca de Santa Isabel. Como respuesta, el gobierno carrancista declar� fuera de la ley a Villa: ya no era una fuerza beligerante sino un bandido, por lo menos para el r�gimen carrancista. El malestar norteamericano fue enorme y se hizo todav�a m�s grande cuando el 10 de marzo siguiente tropas villistas atacaron el peque�o poblado de Columbus, en Nuevo M�xico. Seg�n Katz, una de las razones de este ataque fue que Villa se sinti� traicionado por el presidente Wilson cuando el gobierno norteamericano reconoci� a Carranza en diciembre de 1915.
El gobierno de Wilson reaccion� enviando la llamada "expedici�n punitiva", seis d�as despu�s del ataque villista. Unos 10 000 soldados norteamericanos buscaron a Villa durante casi un a�o, sin mucho �xito. En ese tiempo el villismo fue atacado por dos flancos: por carrancistas y por norteamericanos. Algunos jefes villistas, como Mart�n L�pez, cayeron en manos del gobierno y de inmediato fueron fusilados. Villa respond�a, a veces con �xito: en noviembre y diciembre de 1916 sus fuerzas se apoderaron de plazas tan importantes como las ciudades de Chihuahua y Torre�n.
En este contexto de guerra sostenida por villistas, carrancistas y norteamericanos, comenzaron a formarse n�cleos armados en los pueblos, que pronto se denominar�an "defensas sociales". Eran grupos armados que en principio buscaban la seguridad de los propios pueblos. Pero de manera simult�nea, el gobernador Enr�quez promovi� la formaci�n de esos cuerpos como una t�ctica para debilitar el apoyo popular que recib�an las fuerzas villistas, sobre todo despu�s del ingreso de la expedici�n punitiva. La autodefensa se transform� r�pidamente en antivillismo, y muchos antiguos villistas se sumaron a las defensas sociales, encabezadas en algunos casos por vecinos pudientes de los pueblos. Parec�a haber un agotamiento por los largos a�os de guerra y quiz� una percepci�n de que la guerrilla villista era m�s un asunto personal que una lucha justa. Este consenso antivillista pudo haber sido m�s amplio si los continuos abusos de las fuerzas carrancistas, sobre todo en tiempos del general Francisco Murgu�a, no hubieran provocado grandes inconformidades. Por supuesto, la intervenci�n extranjera en nada ayud� al gobierno carrancista. El 21 de junio de 1916 tropas mexicanas y norteamericanas se enfrentaron en Carrizal, con un saldo de muertos que rebas� las Cuatro decenas. En Parral hubo un incidente en el que las tropas norteamericanas tuvieron que huir acosadas por una furibunda muchedumbre que no dejaba de gritar "�Viva Villa!". Finalmente, en febrero de 1917 las tropas norteamericanas abandonaron el estado, pero entonces el villismo viv�a sus peores momentos. Aislados, casi sin pertrechos ni gente, los villistas andaban de un lado a otro, asaltando aqu� y all� y sometidos a intensas persecuciones. De vez en cuando daban golpes que recib�an gran publicidad. Por ejemplo, el 22 de abril de 1919, cuando tomaron Parral y fusilaron a Jos� de la Luz Herrera y a dos de sus hijos, o el 14 de junio siguiente, cuando se apoderaron de Ciudad Ju�rez. En esta ocasi�n tropas norteamericanas desalojaron a los villistas y devolvieron la plaza a la guarnici�n de las tropas carrancistas.
El a�o de 1917 fue de lluvias torrenciales, que provocaron grandes inundaciones y p�rdidas agr�colas; el a�o siguiente fue m�s terrible a�n, en virtud de la epidemia de influenza espa�ola que azot� a la sufrida poblaci�n chihuahuense. Seg�n narra do�a Celia Herrera, en Parral llevaban los cad�veres en "carruchas", por montones; las calles eran regadas a toda hora con desinfectantes y la gente se pon�a algodones con alcanfor en los o�dos y fosas nasales.
El r�gimen carrancista era incapaz de suprimir la guerrilla villista. En 1919 se recurri� a la consabida t�ctica antiguerrillera de concentrar a la poblaci�n en sitios con guarniciones militares, para evitar el apoyo popular al villismo. As� se hizo en los ranchos y pueblos de las cuencas de los r�os Florido y Conchos.
Un triunfo importante del gobierno carrancista fue la captura y fusilamiento del general Felipe �ngeles. El prestigioso militar hab�a regresado a Chihuahua a fines de 1918 para invitar a Villa a sumarse a la Alianza Liberal Mexicana, una organizaci�n anticarrancista que gozaba de amplio apoyo en los Estados Unidos; para ese grupo era indispensable atraer a Villa. �ste acept� la invitaci�n. Sin embargo, �ngeles fue capturado a mediados de noviembre de 1919 por un grupo de defensas sociales que obedec�a instrucciones espec�ficas del general Rodrigo M. Quevedo. Fue sometido a juicio militar y condenado a la pena de muerte. En la madrugada del 26 de noviembre �ngeles fue fusilado. Los intentos por salvarle la vida fueron infructuosos y ello caus� fuerte indignaci�n en el estado. El carrancismo perdi� mucha estima entre los chihuahuenses.
La rendici�n de Villa tuvo lugar en julio de 1920, como resultado de la muerte de Carranza en mayo anterior y del ascenso pol�tico de los sonorenses encabezados por Obreg�n. El Plan de Agua Prieta, que desconoc�a a Carranza, hab�a sido la reacci�n de los obregonistas ante la intenci�n de Carranza de imponer como su sucesor en la presidencia a un civil poco conocido, Ignacio Bonillas. Hasta el fiel de Ignacio Enr�quez, quien nunca hab�a renegado de su cercan�a con Carranza, se sum� a Plan de Agua Prieta y a la veloz carrera de Alvaro Obreg�n hacia la presidencia de la rep�blica.
Ya sin Carranza, Villa pudo negociar su rendici�n en mejores condiciones. El presidente interino Adolfo de la Huerta desoy� las voces que le exig�an la eliminaci�n de Villa y pact� con �ste en condiciones favorables, mediante los Convenios de Sabinas, el 28 de julio. Villa se retir� de la vida militar y de la pol�tica y se dedic� a sus negocios agr�colas en la hacienda de Canutillo, Durango, que obtuvo como parte del convenio de rendici�n.
Cinco meses despu�s de la rendici�n de Villa, el viejo general Terrazas regresaba a su ciudad natal. Poco antes, el gobierno de Carranza le hab�a devuelto sus extensas propiedades incautadas desde 1914 por el propio Villa.