Depresión e inestabilidad política


LA DEPRESI�N MUNDIAL DE 1929 tuvo efectos m�s severos en Chihuahua que la de 1907; al igual que �sta, tambi�n estuvo acompa�ada de un p�simo a�o de lluvias. A los cierres de empresas y recortes de personal se sum� la avalancha de repatriados que buscaban acomodo en cualquier empleo. De nuevo las empresas mineras fueron las m�s sensibles a la reducci�n de los precios. En estos a�os las actividades de Santa Eulalia y Parral casi llegaron a suspenderse; San Francisco del Oro y Cusihuiriachic estuvieron a un paso de desaparecer por el cierre de las principales compa��as mineras (extranjeras). Donde s� se suspendieron las labores fue en los minerales de Dolores, cerca de Madera, y en F�lix U. G�mez, al oriente de Villa Ahumada. En estos casos la depresi�n econ�mica oblig� al Congreso local a suprimir los dos municipios.

En el campo la situaci�n era m�s compleja. La ganader�a se vio seriamente afectada por el cierre de la exportaci�n al mercado norteamericano. Los grandes ganaderos, entre ellos Luis L. Le�n (en su hacienda Terrenates), se vieron obligados a gastar enormes sumas para alimentar a vacas y becerros en los ranchos. En la agricultura se viv�an cosas aparentemente parad�jicas. Por un lado, el a�o seco de 1929 redujo la disponibilidad de granos, lo que oblig� al gobierno local a tomar medidas para compensar esa escasez, incluso a trav�s de donaciones y pr�stamos del gobierno federal. Pero poco despu�s los precios de las cosechas se redujeron a tal punto que levantar la cosecha era a todas luces incosteable. En el valle de Ju�rez los peque�os productores de algod�n protestaban airadamente en 1933 por el bajo precio de la fibra. Al mismo tiempo, sin embargo, el sector agr�cola era una opci�n frente al desempleo minero y urbano. As� como en Sonora muchos mineros desempleados emigraron hacia los valles de la costa, en Chihuahua algunos recurrieron a las obras del proyecto de la Comisi�n Nacional de Irrigaci�n en el Conchos y a los campos menonitas en busca de empleo. Otros se sumaron a las listas de solicitantes ejidales y de colonias agr�colas.

En Ciudad Ju�rez la depresi�n se vivi� de manera particularmente terrible, pues coincidi� con la decisi�n del gobierno norteamericano de cancelar en 1933 la famosa Prohibici�n o Ley Seca. El turismo declin�, con el consecuente aumento del desempleo. Un solo cabaret, el "Nuevo T�voli", despidi� a 150 personas. La crisis parece reflejarse bien en el comportamiento demogr�fico: entre 1930 y 1940 la poblaci�n s�lo creci� en 23% al llegar a 49 000 habitantes en este �ltimo a�o, contra m�s de 100% entre 1921 y 1930. Para colmo, como puerta de entrada, Ciudad Ju�rez tuvo que enfrentar el arribo de los repatriados que llegaban en condiciones lamentables. El remate fueron las devaluaciones del peso, que llevaron la vieja paridad de dos pesos por d�lar a casi tres en 1931 y a m�s de cinco en 1940. El encarecimiento, e incluso la escasez de mercanc�as, fue un gran dolor de cabeza para los juarenses. A lo largo de esa d�cada, la vecina poblaci�n de El Paso, Texas, perdi� unos 5 000 de los 102 000 habitantes que ten�a en 1930.

Esta dif�cil situaci�n econ�mica fue el escenario de una complicada coyuntura pol�tica. El cuatrienio 1921-1932, que deb�a ser de la sola responsabilidad del general Marcelo Caraveo, vio pasar a seis gobernadores m�s. Tal turbulencia pol�tica parec�a provenir del hecho de que despu�s del mandato del poderoso Enr�quez, no hab�a quedado ning�n grupo pol�tico m�s o menos consolidado. No es que hubiera un vac�o de poder, sino que ning�n grupo o l�der militar o pol�tico ten�a el suficiente peso entre la clase pol�tica para desarrollar un gobierno estable.

Los problemas comenzaron cuando el general Caraveo, de antecedentes orozquistas, se sum� a la rebeli�n escobarista a principios de marzo de 1929. Un mes despu�s las tropas del gobierno federal derrotaban a los escobaristas en Jim�nez, lo que llev� a la dispersi�n de los rebeldes. En abril tomaba posesi�n como gobernador el ingeniero Luis L. Le�n, antiguo secretario de Agricultura del presidente Plutarco El�as Calles. Le�n fue sustituido poco despu�s por Francisco R. Almada, el historiador que a los 32 a�os llegaba al punto culminante de su larga carrera pol�tica. A Almada sigui� el ingeniero R�mulo Escobar, quien prepar� el ascenso del gobernador electo, el antiguo carrancista Andr�s Ortiz. �ste cay� en octubre de 1931, cuando sus padrinos en la ciudad de M�xico, el presidente Pascual Ortiz Rubio y el general Joaqu�n Amaro, dejaron el poder. A Ortiz sigui� el piloto aviador Roberto Fierro, en cuya breve gesti�n enfrent� los peores momentos de la depresi�n. Por �ltimo, el diputado local Eduardo Salido logr� concluir el periodo de Caraveo.

Pero en este enredo de nombres y de incidentes ocurrieron por lo menos dos fen�menos que vale la pena destacar. El primero se refiere al avance de la centralizaci�n pol�tica del gobierno federal. Las guardias municipales, herederas de los cuerpos de defensa social, quedaron bajo el control de la comandancia militar, es decir, del secretario de Guerra. Ello ocurri� a fines de 1931, cuando se debat�a la suerte del gobernador en turno, Fierro. Algunos l�deres agrarios alcanzaron a protestar por esa subordinaci�n, pero al parecer las inclemencias econ�micas y la dura confrontaci�n pol�tica impidieron cualquier protesta generalizada.

El segundo fen�meno se refiere al manejo pragm�tico del reparto agrario. Al t�rmino de la rebeli�n escobarista, el nuevo gobernador, Le�n, arrib� con un lenguaje radical que llamaba a cerrar las filas en contra de los terratenientes y de los pol�ticos que hab�an traicionado las mejores causas de la Revoluci�n. Le�n y su sucesor, Almada, criticaron duramente a las anteriores autoridades, sobre todo a Caraveo; las acusaron de reprimir a los trabajadores y campesinos y de cancelar virtualmente el reparto de tierra. Durante 1929 y parte de 1930 este radicalismo verbal tuvo alg�n respaldo en la pr�ctica: se repartieron gran n�mero de ejidos, a tono con el inter�s del presidente Emilio Portes Gil. Sin embargo, de 1930 en adelante nuevamente surgieron los llamados a la concordia y a la unidad de la "familia" chihuahuense. Los campesinos, que hab�an logrado avances organizativos importantes (dirigidos por Andr�s Mendoza desde Cuauht�moc) vieron c�mo se volv�a a endurecer la pol�tica oficial. En julio de 1932, 12 l�deres agrarios de la regi�n de Bustillos fueron asesinados.

A pesar de los vaivenes de las pol�ticas gubernamentales, los l�deres de la Liga de Comunidades Agrarias apoyaron al candidato del Partido Nacional Revolucionario (PNR) y del Partido Revolucionario Chihuahuense (PRCH), el general de divisi�n Rodrigo M. Quevedo, para contender en las elecciones de gobernador de mediados de 1932.


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