La miner�a


HERN�N CORT�S HAB�A ALUDIDO en repetidas ocasiones al potencial minero de la provincia de Colima y de las comarcas a ella sujetas. Siempre entre sus preocupaciones estuvo vivo el inter�s por el hallazgo de minas y encarg� a sus lugartenientes, primero a Sandoval y luego a Francisco Cort�s, informarle de inmediato apenas supieran noticias al respecto. Pocos meses despu�s de fundarse la Villa de Colima en 1523 hab�a vecinos que recog�an los primeros beneficios.

Estas nuevas se un�an a los datos recibidos de Zacatula y Michoac�n donde, al parecer, las vetas eran mejores y los r�os arrastraban a la vista sus pepitas de oro. Pronto, adem�s de los mineros aislados que iban y ven�an por arroyos y barrancas buscando alg�n yacimiento, fueron surgiendo "compa��as" de mineros e inversionistas. Quedan rastros de �stas. La escritura m�s antigua se remonta al 4 de marzo de 1527, cuando Mart�n Jim�nez, vecino de Colima, establece compa��a con Hernando de Torres, vecino de M�xico, para coger oro en las minas de Zacatula, contratando ambos para ello los servicios de un tercero: Francisco de Figueroa. Seis d�as despu�s suscrib�an los mismos un nuevo convenio, m�s amplio que el anterior, por cuanto los trabajos habr�an de llevarse a cabo en forma simult�nea tanto en Zacatula como en Michoac�n, poniendo para ello los dos sus indios encomendados, esclavos, herramientas y bateas. El capital invertido por Mart�n Jim�nez en esta ocasi�n ascend�a a 300 pesos de oro. Esta compa��a qued� legalmente liquidada el 3 de octubre de 1528, reparti�ndose los firmantes los bienes invertidos: Hernando de Torres 500 pesos, y Mart�n Jim�nez los esclavos, puercos y herrer�a.

Para tener una idea de lo que eran las piaras de puercos en cuesti�n vale indicar que d�as antes, el 4 de septiembre de ese a�o, el propio Hernando de Torres, demandado por Garc�a de Llerena, garantizaba ante escribano el pago de una deuda contra�da con Hern�n Cort�s por valor de 800 pesos con ciertas propiedades, entre las que menciona 500 o 600 cabezas de puercos que ten�a en Colima. Similares escrituras tuvieron que ser protocolizadas, sin duda, ante los escribanos de P�tzcuaro, Zacatula y Colima.

Fue tal el auge inicial de la miner�a regional, que el astuto escribano de minas Juan de Cuevas se interes� por �sta. Cuevas conoc�a estos rumbos por haber participado en las pacificaciones de Michoac�n, Colima, pueblos de �valos y Yopelcingos —m�s tarde estar�a en Nueva Galicia y C�bola— y era un empresario de ventura al que le gustaba acompa�arse de "criados y negros y muchos caballos y armas" y prove�a "de ello a otras personas". El 30 de abril de 1527 otorg� poder en M�xico a Hern�n G�mez, vecino de esta villa, nombr�ndolo su teniente de escribano en las minas de Colima y para registrar el oro. En esta provincia, la comarca que mayores beneficios dio a los mineros fue la de Motines. Muchos de �stos, como Juan de Benavides, contaban con esclavos indios, tomados en su mayor�a de los pueblos alzados o simplemente comprados para el efecto. En los a�os siguientes fueron incorporados a estas tareas los esclavos negros, que se compraban acudiendo a la Villa de Colima o esperando que alg�n proveedor llegase hasta ellos. Entre �stos destac�, primero en Guadalajara y luego en Colima, Melchor P�rez.

Para 1532, el padr�n de vecinos de la Villa de Colima alud�a a quienes eran mineros expresando el mucho o poco �xito de sus trabajos. De Diego Garrido se dice que ten�a en encomienda la mitad de Epatl�n, pueblo cercano a Maquil�, con buenos indios "porque est�n junto con las minas" y aparte de sus granjer�as supo obtener provecho "sacando oro con sus esclavos". Tambi�n Crist�bal Cabez�n, encomendero de Tustlan, era propietario de varias estancias "que podr�n tener hasta cien indios" y que supo beneficiarse "por sus granjer�as de esclavos en las minas cogiendo oro". Alonso de Ar�valo, poseedor entre otros pueblos de Cholo y Zinacamitl�n, este �ltimo lim�trofe de Ixtlahuac�n y Alima, utiliz� generosamente la mano de obra que pod�a tomar de los pueblos a �l encomendados, lim�trofes con los Motines, y tambi�n envi� esclavos a las minas, sin duda indios de guerra a quienes hab�a sometido y hecho esclavos en las diversas incursiones que realiz� a esa regi�n junto con otros vecinos de Colima. Sin embargo, el padr�n de 1532 no alude a que hubiera obtenido beneficios directos recogiendo oro. El mismo caso es el de G�mez de Hoyos, encomendero de Juluapan, que aprovech� los indios y esclavos en las minas.

Manuel de C�ceres, otro hombre importante de la primera generaci�n de vecinos y cuya familia seguir�a teniendo un papel decisivo a lo largo de todo el siglo XVI en la Villa de Colima, compart�a con Diego Garrido la encomienda de Epatl�n y la mitad de Atlezacal, pueblo muy peque�o, pero sus naturales "son buenos indios porque est�n para las minas".

Es todo lo que esta fuente nos dice respecto a las actividades mineras de los vecinos de Colima. De los datos recabados deducimos lo siguiente: la b�squeda del oro no fue extra�a a los primeros vecinos, pero los resultados muy menguados; hubo encomenderos que se beneficiaron de sus indios, ocup�ndolos en sacar oro o, tambi�n, alquil�ndolos o vendi�ndolos a diversos mineros, y quiz� se dieron casos en que se les sac� fuera de la provincia de Colima. Esto quiz� provoc� la ruina de muchas comunidades.

El visitador Lebr�n de Qui�ones da una voz de alarma sobre la gravedad del problema: la poblaci�n ind�gena de la provincia de Colima sufre permanente disminuci�n y menoscabo, denunciando incluso que los indios mor�an "como moscas, sin que sepan decir de qu� ni por qu�", ocurriendo esto por igual "en las dem�s costas, como es Zacatula y Compostela, y otras donde se han dado los espa�oles a estas heredades de cacao y a las minas de oro". Seg�n la voz general de los espa�oles, agrega Lebr�n, se atribu�a el problema de la disminuci�n demogr�fica ind�gena al medio —"por ser costa y tierra caliente, se mueren"—, lo que con gran iron�a descalifica el visitador por cuanto costa y tierra caliente ya exist�an antes de que llegasen los conquistadores, y aunque hab�a entre los naturales "tan bravas guerras que se mataban unos a otros en gran n�mero y cantidad, y se sacrificaban", esta tierra, ahora desolada, entonces estaba muy poblada de gente. Para este agudo observador, la causa �ltima del derrumbe poblacional de la provincia era la enorme cantidad de ind�genas que los espa�oles hab�an enviado a otras regiones, sobre todo para apoyar a las actividades relacionadas con la miner�a. Recordemos a este prop�sito la compa��a minera establecida por Hernando de Torres y Mart�n Jim�nez, en la que adem�s de varios cientos de pesos de oro invertidos, se pon�an herramientas e indios.

Los naturales deb�an trabajar en dos �reas muy espec�ficas, "rompiendo dichas sierras y montes para abrir caminos para las minas", y como "tamemes", recorriendo largas distancias cargados con los bastimentos (y, agregamos, los materiales necesarios) hasta los campamentos mineros. En nuestra opini�n, parece muy posible que los encomenderos de Colima vendieran buena parte de su producci�n agr�cola y ganadera a los mineros. Estos son los casos se�alados de Diego Garrido, Alonso de Ar�valo, Cabez�n, G�mez de Hoyos y Manuel de C�ceres. Tambi�n es probable que otros encomenderos rentasen cuadrillas de indios a mineros, y que quienes ten�an indios esclavos, por ser de los rebeldes sometidos, los vendieran para el servicio de las minas. Lebr�n fue testigo ocular, sin duda, del extraordinario movimiento de ind�genas "tamemes" que llegaban o sal�an de la villa de Colima con distintas cargas y destinos diversos.

Por tanto, de la actividad minera de los primeros pobladores de Colima, concluimos que tras un periodo relativamente corto de euforia y bonanza pronto vino la decadencia y fueron muy escasos quienes continuaron. Es m�s, algunos vecinos que se dedicaban a la miner�a optaron por abandonar la villa y trasladarse a otras partes en donde se establecieron: as�, Mart�n Jim�nez se fue a las minas de Ixmiquilpan y Francisco de Cifontes, a quien en la conquista de la ciudad de M�xico le "sali� atravesada una pierna", se fue a residir "en las minas de Guachinango del Nuevo Reino de Galicia", aunque segu�an manteniendo relaciones e intereses de Colima y su provincia; otros, como Crist�bal Cabez�n, cortaron con todo —pueblos de indios y vecindad— para buscar otros rumbos.

Colima y sus vecinos pronto olvidaron los placeres de oro y hallaron cauces mejores para su sustento, ya que a mediados del siglo XVI, los dos principales rubros de la econom�a en la provincia de Colima eran el beneficio del cacao y la ganader�a. Otras granjer�as tuvieron su importancia, pero menor en comparaci�n con las dos anteriores. Un ejemplo de ello es el de Francisco de Cifontes, ya mencionado, quien en compa��a de Juan Fern�ndez, el Viejo, hab�a edificado un molino junto al r�o para surtir de harina al vecindario; con este objeto ambos consiguieron del cabildo tierras para sembrar trigo.


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