La ganader�a


Los precios elevad�simos que caballo y yeguas adquirieron en el mercado de la Nueva Espa�a desde el momento de la Conquista y los a�os inmediatos acicatearon sin duda a los primeros criadores. Ya fue mencionada la pronta dedicaci�n de algunos vecinos de Colima a la porcicultura, sin embargo, �sta decay� con el tiempo para que surgieran, primero, los reba�os de ovejas, y luego con vigor la cr�a de caballos y el ganado vacuno. El �xito de �stos dos �ltimos, como en otras regiones novohispanas, fue enorme.

El visitador Lorenzo Lebr�n de Qui�ones presenta una lista de los principales ganaderos de Colima: Francisco de Mendoza, en las tierras de Amula, ten�a unas 3 000 o 4 000 vacas; Juan de Aguilar; 3 000 vacas y 300 yeguas; los herederos de Manuel de C�ceres, 2 000 vacas y 400 yeguas; Alonso de �valos, en t�rminos de Miaguatl�n, ten�a unos 2 000 novillos; Beatriz L�pez, 1 000 vacas y 200 yeguas; Alonso Miguel, 1 000 vacas y 150 yeguas; Antonio de Maya, 1 000 vacas y 100 yeguas; y otros vecinos, como Diego T�llez, Juan Fern�ndez el Mozo, Juan Fern�ndez el Viejo, Diego Mor�n, Jorge Carrillo, Mart�n Monje, Hern�n Ruiz de la Pe�a, y Juan de G�mez —�ste en t�rminos de Tenamaztl�n— eran pr�speros ganaderos pero con menor n�mero de cabezas. Una suma aproximada de cabezas, para 1554, la proporciona el mismo Lebr�n de Qui�ones: 15 880. En 1622-1623, el total del ganado declarado por una tercera parte de los vecinos, aunque �stos fueran los principales, ascend�a a 42 420 cabezas. Entre los propietarios de mayor n�mero de cabezas destacaban Garc�a Ram�rez de Alarc�n (24 800), Juan Fern�ndez de Tene (16 000), Diego �rias Arellano (14 000), Domingo Vela de Grijalba (11 100), �lvaro Garc�a de Grijalba y Alonso �lvarez de Espinosa 11 000), capit�n Mat�as del Hoyo (10 100) y Diego Mej�a de la Torre (10 000).

Pronto fueron surgiendo algunos problemas. El primero de ellos, quiz�, era la mano de obra especializada. Fue necesario incorporar a las estancias de ganado la presencia de mestizos y esclavos negros, a quienes se nombraba capitanes o mayorales al frente de cuadrillas de indios. El costo de ellos era elevado, por lo cual los tutores y administradores de las personas y bienes de los hu�rfanos, soslayaban la responsabilidad de atender debidamente los ganados de sus menores. Entonces el ganado hu�a de las estancias y ejidos de la villa para perderse en el monte. El ganado mostrenco causaba a veces estragos en los sembrad�os de las comunidades ind�genas del rumbo, cuyos naturales presentaban de inmediato sus quejas ante la autoridad correspondiente.

El fen�meno del ganado mostrenco y la abundante proliferaci�n de la ganader�a en los ejidos de la villa, donde los vecinos acostumbraban tener sus animales, facilitaba adem�s pr�cticas ilegales e indebidas. De vez en cuando alg�n vecino aprovechado, fuera del tiempo de los herraderos autorizados, a escondidas, pon�a su hierro al ganado montaraz y lo sacaba fuera de la provincia para su venta. Lleg� un momento en el que autoridades y vecinos se sintieron impotentes ante los problemas que causaba la ganader�a. Hab�a incluso partidas de indios que, par las noches, sal�an de sus pueblos, se introduc�an en las estancias y mataban ganado para vender la carne a hurtadillas en sus comunidades.

De hecho, la ganader�a vino a menos sobre todo cuando el precio de la carne se derrumb�. Sin embargo, todav�a en el primer cuarto del siglo XVII, hacia 1622-1623, casi 9% de los capitales colimotes estaba invertidos en ella. Por otra parte resulta de particular inter�s que, para estas fechas, 40% del casi centenar de vecinos de la Villa de Colima pose�a recuas propias para sacar sus productos fuera de la provincia, lo cual "demuestra el activo trato e intercambio" que hab�a en ella y el esp�ritu emprendedor que a aquella comunidad alentaba.


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