La educación y el testamento


Fabela encontr� "la mayor�a de las escuelas del estado en malas o p�simas condiciones y en n�mero insuficiente para la poblaci�n escolar... No culp� entonces a nadie de esa dolorosa realidad, pero s� trat� de remediarla en la forma que vosotros mismos pod�is juzgar". Doscientas primarias fueron construidas, reconstruidas o puestas en servicio por el gobierno de Fabela. Entre los centros escolares sobresal�an los ubicados en los siguientes municipios: Amecameca, Chalco, Lerma, San Mart�n de las Pir�mides, Jocot�tl�n, Villa Cuauht�moc, Atlacomulco, Melchor Ocampo y, muy especialmente, el Justo Sierra, en Toluca, para 2 400 alumnos.

Isidro Fabela cont� en los afanes educativos con la colaboraci�n de Adolfo Ram�rez y sigui� las directrices federales de la "unidad nacional". La atenci�n debida al magisterio se concret� en un aumento salarial promedio de 33% y en la creaci�n de la Escuela Normal para Profesores en Servicio no Titulados, que se adelant� al Instituto Nacional de Capacitaci�n para el Magisterio. La campa�a nacional de alfabetizaci�n se inici� con entusiasmo.

Fabela otorg� legalmente al Instituto Cient�fico y Literario una mayor autonom�a, que en parte se ten�a desde Labra. El instituto, reducido en alumnado pero incrementado en subsidio, pudo reemprender su marcha con una preparatoria, una escuela de ingenier�a y una de pedagog�a. Al frente del Instituto, Fabela coloc� al licenciado Adolfo L�pez Mateos. En fin, la obra educativa de Fabela fue aplaudida por muchos. Entre ellos Antonio Caso, quien lleg� a expresarle: "Sigue construyendo escuelas, para que educando gobiernes."

Finaliz� Fabela su gesti�n en septiembre de 1945. No hab�a ofrecido ni prometido nada, desde luego, porque no hab�a hecho campa�a pol�tica y, adem�s, porque "es mejor sorprender a la colectividad con una mejora inesperada que desilusionarla con una promesa incumplida". No se enriqueci� en el mando. Porque "no vine al Estado de M�xico a lucrar sino a gobernar [...] pues la experiencia universal nos demuestra que all� donde los gobernantes se enriquecen, el pueblo es pobre". No finc� su gobierno en la venganza o en la queja, sino en "una obra constructiva y perdurable", porque un pueblo "rico o pobre, laborioso o inactivo, ignorante o culto [...] tiene derecho a la atenci�n diligente y al amor constante y puro de sus gobernantes [...] �sa es la herencia que dejo".


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