A la par de carreteras, la administraci�n de Del Mazo se afan� por la construcci�n de centros escolares, que, una vez superadas las dimensiones y los servicios de las escuelitas tradicionales, buscaban ponerse a tono con las exigencias cada vez mayores de la poblaci�n escolar. Se erigieron 22, y los principales resultaron ser los de Texcoco, San Juan de las Huertas, Valle de Bravo, Jilotepec, Ixtlahuaca, Tejupilco, Texcaltitl�n y, sobre todo, el de Toluca, denominado Miguel Alem�n, con capacidad para 1 800 alumnos. El esfuerzo por abatir la falta de escolaridad en el estado fue notable, pero a�n quedaba lejos de conseguirse, pues la explosi�n demogr�fica se aceleraba y todav�a en 1951, seg�n c�lculos de especialistas, cerca de 50% de la poblaci�n en edad escolar no ten�a acceso a la instrucci�n.
Las escuelas secundarias, en su mayor parte por cooperaci�n, aumentaron visiblemente: de siete a 22. Contaban con 600 profesores y 2 000 alumnos. El Instituto Cient�fico y Literario llevaba una vida raqu�tica, pues la emigraci�n constante de alumnos y maestros al Distrito Federal le imped�a un franco adelanto. Por lo que concierne a la campa�a de alfabetizaci�n de adultos, no obstante que en la Rep�blica no logr� sus objetivos ni siquiera medianamente, dentro de nuestra provincia los resultados no fueron deleznables: alrededor de 100 000 alfabetizados entre 1946 y 1951, aunque, seg�n muchos de ellos, la campa�a debi� orientarse a la ense�anza de operaciones aritm�ticas.
Los colegios particulares promovidos por la Iglesia volvieron a aparecer y aumentaron, pues a pesar de que no se derogaron las leyes que hab�an ocasionado el conflicto religioso de los a�os veinte, tanto el gobierno federal como el estatal fueron adoptando desde los a�os cuarenta una actitud de reconciliaci�n con la Iglesia cat�lica. En el Estado de M�xico tuvo un significado especial, pues la capital se elev� al rango de sede de nueva di�cesis el 4 de junio de 1950, y su primer obispo, Arturo V�lez, era pariente de los gobernadores de Atlacomulco.
