Nueva política agraria, miseria y violencia


A mediados de 1930 Calles declar� que el reparto agrario era un fracaso y que conven�a liquidarlo. Por su parte, Filiberto G�mez hab�a considerado que deb�an continuarse las dotaciones de ejidos. Posteriormente, una vez que Calles hizo su declaraci�n, manifest� que la soluci�n al problema agrario hab�a de efectuarse "procurando siempre no lesionar in�tilmente los intereses creados". Y finalmente informaba "que el problema agrario, de suyo muy dif�cil, est� pr�ximo a terminar en nuestro estado, pues en la Comisi�n Local Agraria quedan pocos expedientes por sustanciar".

Sobre ese fondo se proyect� con renovada intensidad la miseria del agro, azotado por dos heladas consecutivas que causaron la p�rdida de las cosechas en 1929 y 1930. A mediados de 1931 hubo necesidad de importar ma�z, particularmente para las comarcas del norte de la entidad.

Azote no menor fue la violencia. En varios lugares como Acambay, Sultepec, Almoloya de Alquisiras, Luvianos y otros, los Cuerpos de Voluntarios, creados para reprimir la Cristiada, se convirtieron en bandas de pillaje. Algo parecido acontec�a con algunas partidas de Defensas Rurales de la Federaci�n. Agraristas, comuneros y gente de los hacendados tambi�n chocaban hasta correr la sangre. As� ocurri� en La Trinidad, en San Antonio Acahualco, en Santa Mar�a Chiconautla, Apasco, en Santiago Yech�, en Zacatepec de Axapusco, etc. Las evasiones de reos se produjeron con frecuencia, de manera que tampoco faltaban ladrones y asesinos comunes. A un grupo de ellos se achac� el atentado frustrado contra el gobernador de Puebla, Le�nides Andrew Almaz�n, ocurrido en territorio del Estado de M�xico en octubre de 1931. A pesar de todo, el gobierno de Filiberto se ufanaba de que, salvo los incidentes apuntados, reinaban la paz y la seguridad p�blicas.


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