Vestigios de tatarabuelos


HACE M�S DE 15 MIL A�OS, ya hab�a gente n�mada que deambulaba en peque�os grupos por las riberas de los lagos de Zacoalco y Chapala, de quienes se han hallado fragmentos de cr�neos y otros restos humanos, adem�s de puntas de flecha, raspadores de cuerno de venado, punzones, silbatos, anzuelos y colgantes de hueso o colmillos, percutores de hueso de caballo, as� como una v�rtebra de ballena, todos ellos con muestras evidentes de que fueron trabajados por seres humanos.

Por su abundancia de agua, en tales parajes se pod�a subsistir con menos dificultad gracias a la caza, la pesca y, posteriormente, a una agricultura rudimentaria favorecida por la humedad que emanaba de los mismos lagos. Esto favoreci� los primeros asentamientos humanos en el occidente de M�xico, hace unos siete mil a�os, aproximadamente.

Con el tiempo se organizar�an los cultivos, cuyo rendimiento mejorar�a despu�s con el empleo de la coa o bast�n sembrador. Otros vestigios de asentamientos en la regi�n con cuatro mil o cinco mil a�os de antig�edad se han hallado por Mezquitic, en el norte de Jalisco, en el suroeste de Zacatecas y en las cercan�as de San Blas, en la costa nayarita.

Con la cer�mica, casi siempre adornada con motivos religiosos, el hombre dispuso de utensilios para guardar agua y alimentos y manifestar su talento art�stico. En todos los casos, la cer�mica del occidente de M�xico fue siempre de gran calidad.

En un lugar conocido como El Ope�o, en las inmediaciones del valle de Zamora, se hallaron algunas figurillas humanas de barro de hace 3 500 a�os. Por otro lado, en Capacha, pr�ximo a Colima, abundan restos casi tan antiguos como los anteriores, de ollas de boca ancha y centro acinturado, muy semejante al bule, sin parang�n en el resto de M�xico. Tanto unas como otras han sido localizadas en tumbas por casi todo el occidente y evidencian una habilidad notable de los artesanos, lo que permite pensar, por un lado, en un culto especial a los muertos y, por otro, en una incipiente divisi�n del trabajo.

Al parecer, unos mil a�os antes de Cristo, hab�a ya una cierta comunicaci�n con gente de otras regiones, como lo muestra el ligero parecido entre las figurillas del Ope�o y las de Tlatilco, en el valle de M�xico, y un hacha con caracter�sticas olmecas encontrada por el rumbo de Etzatl�n.


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