En 1880, el territorio de Jalisco estaba dividido en doce cantones, 30 departamentos y 118 municipios, y sus 857 000 habitantes lo hac�an el m�s poblado del pa�s. Poco m�s de 70% de sus residentes viv�an en zonas rurales, dedicados principalmente a la siembra de ma�z, frijol y trigo, aunque otros tambi�n cultivaban ca�a de az�car, algod�n, arroz, cebada, chile, tabaco y papa. El agave hab�a adquirido gran importancia, ya que su vino, mezcal o tequila, era cada vez m�s solicitado, sobre todo a partir de la llamada "fiebre del oro" en la Alta California.
Para el trabajo del campo hab�a mano de obra contratada por los hacendados de manera permanente; pero adem�s se recurr�a a peones temporales para levantar una determinada cosecha o realizar tareas ocasionales, cuyo sueldo era un poco m�s alto que el de los fijos. Con la paulatina formaci�n de latifundios, se increment� el n�mero de campesinos que deb�an contratarse como peones, lo cual facilit� que los salarios se mantuvieran bajos. Adem�s, debido al abandono en que hab�a quedado la peonada al suprimirse las cofrad�as, los patrones pudieron ejercer un mayor control con un m�nimo de protecci�n.
Durante esta �poca la acumulaci�n de tierras no fue general en la entidad. En la zona norte, por ejemplo, en Bola�os y Totatiche principalmente, predominaban las peque�as propiedades debido a la dif�cil comunicaci�n y al escaso atractivo de sus tierras. En el centro, en cambio, mejor comunicado y con muchos m�s habitantes, el latifundismo y el trabajo asalariado terminaron imponi�ndose. A ello se sum� que las t�cnicas agr�colas eran m�s avanzadas en esta regi�n.
Hacia 1880 la estructura agr�cola e industrial de Jalisco se compon�a de 487 establecimientos, entre molinos de trigo y ca�a, destiladoras de aguardiente y mezcal, y f�bricas de jab�n y otros productos, cuyo mayor n�mero se concentraba en el cant�n de Guadalajara.
Las plantas textiles, que se hab�an instalado despu�s de 1840, fueron sufragadas por comerciantes recientemente enriquecidos. De las diez f�bricas de hilados y tejidos, destacaban por su rendimiento La Escoba y Atemajac, en los contornos de Guadalajara; y Bellavista y Jauja, en las inmediaciones de Tepic.
Aunque la mayor�a de las minas segu�an abandonadas, su actividad hab�a repuntado ligeramente gracias a los yacimientos de Mascota, Etzatl�n, Hostotipaquillo, El Cuale y Santo Tom�s. Bola�os, otrora centro de primera importancia, se hab�a venido abajo a causa de un incendio ocurrido en 1844, por lo que ahora s�lo funcionaban las minas de Barranco y Tepic.
El comercio padeci� una marcada decadencia por la guerra. El bandidaje que sobrevino despu�s de �sta, el p�simo estado de los caminos y el acaparamiento de la moneda por los ricos comerciantes complicaron a�n m�s la vida econ�mica a partir de 1867.
Con la finalidad de promover el comercio, se dispuso la reorganizaci�n de la
feria de San Juan, que se hab�a suspendido en 1857. Asimismo, se determin� la
celebraci�n de otras en La Barca, Lagos y en la capital de Jalisco, lo cual
contribuy� a que, hacia 1873, se pudiera observar una relativa mejora general.
Un obst�culo que enfrent� el comercio en el estado fue el exceso de impuestos
y alcabalas. Adem�s, el gobernador Vallarta tuvo que poner en vigor, a principios
de 1872, un decreto del gobierno federal que impon�a la Ley del Timbre en vez
del papel sellado, lo que acarre� un aumento en las contribuciones y mayor injerencia
de la federaci�n en los asuntos financieros particulares del estado. El popular
peri�dico tapat�o Juan Panadero dio cuenta de un buen n�mero de artesanos
y peque�os comerciantes que tuvieron que cerrar sus establecimientos debido
a la excesiva carga tributaria.