Su m�sica


Ya se dijo que las dos principales herencias dejadas por el m�sico jalisciense Jos� Rol�n en Guadalajara fueron la Escuela Normal de M�sica, fundada en 1907, y la Orquesta Sinf�nica de Guadalajara, en 1916, misma que ofreci� su primer concierto en 1920. Pero al emigrar Rol�n a la ciudad de M�xico, en 1927, la Escuela Normal de M�sica declin� con rapidez hasta su desaparici�n. Entonces la academia fundada por su disc�pulo Ram�n Serratos en 1919 adquiri� mayor importancia, aunque termin� desapareciendo tambi�n en 1936, cuando Serratos se march� tambi�n a la capital del pa�s. A cambio, en este mismo a�o fue fundada la Escuela Superior Diocesana de M�sica Sacra, bajo la direcci�n de Manuel de Jes�s Ar�chiga.

Desde 1941, en la entonces Escuela de Bellas Artes se incluyeron algunas c�tedras musicales que culminaron con la creaci�n de la Escuela de M�sica en 1949, la cual pas� con el tiempo a ser una dependencia de la Universidad de Guadalajara. Su mayor alentador y gu�a fue Domingo Lobato, nacido en 1920, autor de varias obras importantes, como dos suites para piano y un concierto para guitarra y orquesta.

Frente a la m�sica culta, que generalmente tuvo pocos adeptos y casi �nicamente entre las clases medias y altas, la m�sica popular de Jalisco alcanz� durante la primera mitad del siglo XX un lugar preponderante dentro del �mbito nacional e, inclusive, m�s all� de nuestras fronteras. Las modalidades preferidas fueron el corrido cristero, el son jalisciense y las canciones vern�culas que exaltan la excelencia de la tierra y la gente de Jalisco.

Puede decirse que la conformaci�n de la personalidad musical de M�xico tuvo lugar especialmente durante el Porfiriato, cuando �sta se desarroll� sobremanera en las �reas rurales. De esta forma, en el sur de Jalisco el son continu� su evoluci�n y enriquecimiento por la variada influencia que en aquella regi�n se recib�a. As�, paulatinamente, logr� desplazar a las valonas y otras melod�as populares. De esta manera, el son jalisciense, con su ritmo alegre y su letra picaresca, termin� siendo un elemento indispensable ya fuera en la festividad del santo patrono o en cualquier feria o palenque. Adem�s, este tipo de m�sica llen� el espacio de esta provincia con los acordes de "La Negra", "La Madrugada", "El Carretero" y otros temas que los mariachis —palabra de origen aut�ctono— interpretaron y difundieron por doquier.

El mariachi, que fue el ejecutante por excelencia del son jalisciense, experiment� algunos cambios en sus instrumentos a partir de 1898 cuando Gaspar Vargas cre� el Mariachi Vargas de Tecalitl�n. Por esa �poca los distintos grupos de la comarca sure�a tambi�n comenzaron a cambiar la vihuela por la guitarra de golpe o mariachera, mientras que los grupos de Ameca y Cocula abandonaban el arpa por el guitarr�n. Alrededor de 1930, el mismo Mariachi Vargas —ya dirigido por Silvestre— tuvo la transformaci�n m�s notoria al incorpor�rsele la trompeta, que le dio mayor sonoridad y acentu� las caracter�sticas y sabor propios de la regi�n sur de Jalisco que ya ten�a.

Sin embargo, el mayor contribuyente a la identificaci�n de Jalisco y lo jalisciense fueron las canciones vern�culas alusivas a la propia regi�n, muchas de ellas compuestas especialmente para mariachi, que alcanzaron enorme difusi�n y popularidad gracias a la radio, al cine y, despu�s, a la televisi�n. Tal es el caso de "Guadalajara" y "Chapala" del tapat�o Jos� Guizar (1912-1980), "Atotonilco" y "Las Alte�itas" de Juan Jos� Espinosa (tapat�o nacido en 1890); "�Ay Jalisco no te rajes" de Manuel Esper�n Gonz�lez y "Ojos tapat�os" de Fernando M�ndez Vel�zquez. Estos dos �ltimos, aunque no fueron jaliscienses de nacimiento, le dedicaron a esta tierra lo mejor de su inspiraci�n.

De la artesan�a del estado, rica y variada, destaca sobremanera la producci�n alfarera de Tlaquepaque y Tonal�, distingui�ndose el primero, adem�s, por la producci�n de muebles, talabarter�a, hierro forjado, plata, lat�n y vidrio soplado. Asimismo, vale mencionar; pues no son menos importantes, la marqueter�a con incrustaciones de hueso de Teocaltiche, la huaracher�a y los "fajos pitiados" de Colotl�n, las sillas de montar de Ameca, los equipales de Zacoalco y otras partes del sur de Jalisco, la cantera labrada de Yahualica y los textiles de Los Altos.


Índice generalAnteriorÍndice de capítuloSiguiente