Centralizaci�n y macrocefalia


Dada la creciente concentraci�n de los ingresos fiscales y de la potestad financiera en manos del gobierno federal, cada vez ha sido m�s necesario mantener la mejor relaci�n posible con �l, aun a costa de la sumisi�n a sus funcionarios m�s significativos y el acatamiento de medidas a veces inconvenientes para los intereses locales. De esta manera, quienes han tenido o conseguido m�s amistades entre los funcionarios que residen en la ciudad de M�xico, han gozado de mayores recursos para invertir en obras de beneficio colectivo.

La tendencia que continu� de manera incontenible fue la aglomeraci�n excesiva de gente, producci�n y servicios en la capital del estado. Caso excepcional fue el enorme crecimiento de Puerto Vallarta, que emergi� como balneario de manera casi espont�nea antes de contar con el respaldo del gobernador Francisco Medina Ascencio (1965-1971), y de alguna otra poblaci�n donde se establecieron ciertas empresas de gran tama�o. Este fue el caso de Ocotl�n, que durante los a�os sesenta vio aumentar como la espuma el n�mero de sus habitantes. Todas las dem�s localidades jaliscienses, cuando no se han reducido —como sucedi� a casi 40 cabeceras municipales—, se han mantenido igual o han aumentado en proporci�n mucho menor que Guadalajara, con excepci�n de las antiguas villas de Zapopan, Tlaquepaque, Tonal� y, m�s tarde, algunos lugares de los municipios de Tlajomulco y El Salto, que se han ido conurbando a la capital del estado y han tenido un aumento tan notable como desordenado.

De esta manera, lo que recientemente se ha dado en llamar el �rea metropolitana en el valle de Atemajac, se acerca ya a los cuatro millones de habitantes. Tanto la elevad�sima tasa de natalidad de los tapat�os, favorecida por la resistencia eclesi�stica al uso de anticonceptivos, como la inmigraci�n proveniente del propio estado de Jalisco y de algunas entidades vecinas en busca de las mejores condiciones generales de vida que se han podido encontrar en Guadalajara, han determinado su gran crecimiento.

Tal incremento ha exigido cuantiosas inversiones para satisfacer las necesidades primarias de los nuevos pobladores, pero no han sido suficientes. As�, poco despu�s de 1970, se reconoci� la existencia de los primeros asentamientos humanos espont�neos e irregulares, cuya incontenida expansi�n dio lugar a verdaderos cinturones de miseria.

Resultan impresionantes los n�meros absolutos de alumnos atendidos en los planteles educativos oficiales, de las viviendas de inter�s social construidas por el gobierno, de las inversiones en obras hidr�ulicas y de electrificaci�n, de los centros deportivos, de auxilio comunitario y de salud, as� como de verdaderos hospitales, al igual que la mejor�a en la calidad de vida de muchos sectores; sin embargo, est� muy lejos de lograrse una satisfacci�n general m�nima.

Por otra parte, vale considerar que el aumento de tapat�os favoreci� sobremanera el desarrollo comercial, lo que coadyuv� a la formaci�n de grandes cadenas de supermercados, farmacias, tiendas de departamentos, entre otras, muchas de las cuales fueron posteriormente vendidas a empresas for�neas, pero han seguido creciendo de manera notable. Adem�s, en Guadalajara y sus alrededores se ha concentrado casi 80% de la industria de todo Jalisco.

Cabe remarcar tambi�n el consecuente auge de la construcci�n y la proliferaci�n de nuevos fraccionamientos, unos mejor logrados que otros, con viviendas de todos precios y tama�os. La grande y constante transformaci�n de Guadalajara hizo que una gran parte de los tapat�os adinerados, a quienes su tradici�n conservadora, inherente a sus antepasados agricultores y ganaderos, impel�a a guardar su dinero preferentemente bajo los colchones, echaran mano de tales recursos y los pusieron a circular para reconstruir o reparar cientos de fincas derribadas a causa de la ampliaci�n y prolongaci�n de las calles, as� como los impuestos de plusval�a fijados para cubrir el costo de las obras a un n�mero mayor de propietarios de terrenos y casas que resultaron beneficiados directa o indirectamente con ellas.

A ello se agreg� la aparici�n de financieras regiomontanas que ofrecieron mejores rendimientos a inversionistas grandes y peque�os, lo que propici� una general modernizaci�n y fortalecimiento del mundo financiero que incidi� en favor de la actividad econ�mica de Guadalajara y Monterrey; adem�s, el propio crecimiento urbano hizo factible vender por metro cuadrado terrenos rurales cuyo valor se hab�a fijado en hect�reas e hizo su aparici�n la consecuente pr�ctica de especular con bienes ra�ces, lo que dio lugar a una suerte de latifundismo urbano.

Al concluir el gobierno de Agust�n Y��ez, Jalisco era ya el primer productor de ma�z de toda la Rep�blica Mexicana y las administraciones siguientes hicieron suyo el compromiso de que tal situaci�n continuara. Hasta hace poco, as� constaba a�o tras a�o en el informe del gobernador en turno.

En general, la agricultura y la ganader�a tambi�n fueron impulsadas con ah�nco cuando Juan Gil Preciado era gobernador (1959-1965), logr�ndose magn�ficos resultados. En su administraci�n se concluy�, entre otras cosas, la v�a directa a Barra de Navidad, con �nimo de promover el desarrollo de la costa y aprovechar e impulsar los rendimientos rurales desde Cocula hasta el litoral.

Pero la colonizaci�n de las excepcionalmente bellas m�rgenes marinas jaliscienses empez� a cobrar forma despu�s de 1970, durante el gobierno de Alberto Orozco Romero (1971-1977), al construirse la carretera que recorre todo el estado junto al mar o muy cerca de �l y la presa de Caj�n de Pe�as, varios a�os despu�s de que Agust�n Y��ez hubiera dado los primeros pasos formales en tal direcci�n y haber escrito La tierra pr�diga, su famosa novela que describe la vida de esa comarca y las espectaculares desventuras de su cacique principal, el Amarillo, en la realidad llamado Rodolfo Paz Vizca�no, para atraer el turismo.

La comunicaci�n eficiente que ahora tiene la zona norte de Jalisco fue tarea comenzada poco antes de 1990, cuando empezaron a trabajarse las v�as que acabar�an por alcanzar a sus diez cabeceras municipales. Con anterioridad, a la conservaci�n en estado medianamente aceptable de brechas y caminos de terracer�a, se hab�a sumado s�lo el empe�o por la realizaci�n y mantenimiento de pistas para peque�os aeroplanos. Mas otro tipo de servicios tardaron mucho en llegar.

La sierra, en la latitud de Mascota y San Sebasti�n del Oeste, en cambio, sigue en espera de una buena carretera que la comunique y permita cruzarla con facilidad, a efecto de alcanzar la costa con mayor rapidez que ahora.

Parecer�a que Jalisco tiene una vocaci�n impl�cita por centralizarse y, por lo mismo, ha mostrado escaso inter�s por atender a sus lugares m�s apartados. Prueba de ello es la impasibilidad con que se ha visto a estados vecinos apropiarse de territorios que leg�timamente le pertenecen, como en el caso de Pe�a Colorada, donde se explota un rico yacimiento de hierro, ahora en poder de Colima, o del f�rtil valle de Puente de Camotl�n, del cual se posesion� Nayarit, a la brava, hace poco m�s de cincuenta a�os.


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