4. La primera revoluci�n verde

4. La primera revoluci�n verde


As� podemos llamar a la "invenci�n" de la agricultura hace unos 6 000 a�os (mil a�os m�s, mil a�os menos), cuando el hombre experiment� paulatinamente unos cambios que merecen el nombre de revoluci�n. Se domesticaron las plantas que, hasta ese momento, el hombre hab�a recolectado, observado, seleccionado. Primero se limit� a ayudar a la naturaleza, luego intervino francamente. La comida empez� a obtenerse del cultivo de hierbas y gram�neas, en lugares h�medos, a la orilla de lagunas o ci�negas. Entre las primeras plantas cultivadas resaltan la alegr�a, el epazote, m�s tarde el ma�z y la calabaza, y luego el frijol, el chile, el maguey. Trabajar la tierra, sembrar, esperar la cosecha y defenderla contra las aves, los animales terrestres y los otros hombres oblig� al abandono del antiguo modo de vida errante; oblig� a instalarse cerca del campo trabajado.

As� el hombre empez� a echar ra�ces como sus plantas, a construir chozas y jacales, a reunirse con otros hombres hasta formar rancher�as y aldeas, y, m�s tarde, ciudades. Arraigado en un territorio delimitado, apropiado, suyo, el agricultor necesita mucho menos espacio que el cazador-recolector para alimentarse. Eso significa que puede multiplicarse y que su n�mero aumenta r�pidamente en los �ltimos 5 000 a�os. Durante milenios la poblaci�n americana no lleg� al mill�n. De 1 000 000 hace 6 000 a�os pas� a 50 millones hace 500 a�os.

M�s numerosos, los hombres aumentaron su poder sobre la naturaleza, desarrollaron sus artesan�as, construyeron sociedades, descubrieron religiones y se preocuparon de los problemas del conocimiento: observaci�n de las estrellas, del Sol y de la Luna; elaboraci�n de un calendario, de una medicina; reflexi�n sobre la vida y la muerte; preocupaci�n por el m�s all�, manifestada en la aparici�n de las tumbas que hoy nos sirven para informarnos un poco sobre nuestros antepasados.

CUADRO II.1. Cronolog�a.
�ste cuadro  muestra la cronolog�a desde el a�o 1000 a.c. hasta 1200 d.c., con la creaci�n de distintas artesan�as. Los hombres  construyeron sociedades, descubrieron religiones y se preocuparon por la observaci�n de las estrellas, el Sol y la Luna. Elaboraron el calendario, la medicina y reflexionaban m�s sobre la vida y la muerte. Se preocupaban por el m�s all�, por lo que se manifestaban con las tumbas.

A�n perdur� el uso de instrumentos l�ticos bastante rudimentarios, pero finalmente cedieron su lugar a puntas de proyectil muy elaboradas, en particular las llamadas Clovis, puntas acanaladas.

La discusi�n sobre las causas y las modalidades de la invenci�n de la agricultura sigue abierta, pero lo que no est� a discusi�n es el paralelismo entre el proceso de cultivo y el de sedentarizaci�n. Respecto al a�o 3 000 a.C., al final de la �ltima fase precer�mica, los arque�logos se atreven a decir que el 70% de los alimentos consumidos en ese tiempo era de origen vegetal, y el 30% de plantas cultivadas. Los mismos arque�logos suelen considerar que el periodo Arcaico termina, y el Precl�sico empieza con el principio de la vida en aldeas y con la aparici�n de la cer�mica. La gran variedad regional, por un lado, y la falta de conocimientos suficientes, por el otro, vuelven dif�cil la distinci�n precisa entre las dos �pocas. En los �ltimos 30 a�os la fecha de aparici�n de la cer�mica en Mesoam�rica ha sido adelantada de 1 200 a.C. hasta 2 000-2 300 a.C. Si se discuten las fechas, tambi�n se discute el origen: �invenci�n local, o bien influencia externa, de Am�rica del Sur, por ejemplo? Se presenta el mismo debate sobre la aparici�n (mucho m�s tard�a) de la metalurgia y de las tumbas de tiro.

Existe la tesis de que los or�genes de �stas son colombianos o ecuatorianos, ya que esa regi�n conoci� tanto la cer�mica como el metal en una fecha anterior. El metal mesoamericano m�s antiguo, hasta ahora, corresponde al siglo IX de nuestra era, mientras que en el Per� se remonta al a�o 600 a.C. Una vez m�s nuestra ignorancia es grande, pero no se puede descartar la existencia de relaciones entre Am�rica del Sur y nuestro Occidente.

El oeste de Mesoam�rica afirma su originalidad a lo largo de esa temporada, m�s a�n que el valle de M�xico, el valle de Oaxaca, el golfo o la zona maya, todas regiones muy marcadas por el fen�meno cultural olmeca.

El problema es que la arqueolog�a regional tiene todav�a mucho por hacer. Se sabe que en el horizonte antiguo hubo sedentarizaci�n, y no faltan las similitudes cer�micas con el altiplano central. M�s tarde —500 a.C., en el caso de Colima— aparece una tradici�n funeraria muy particular que se prolong� hasta el horizonte medio: las famosas tumbas de tiro, que no tienen equivalente sino en el noroeste de Am�rica del Sur, especialmente en Colombia. Esas tumbas, que hacen la fortuna de los saqueadores, han vuelto famosa nuestra regi�n. Numerosas vasijas con forma humana o animal han ido a sumarse a colecciones privadas o p�blicas en el mundo entero. Si la originalidad del occidente no se puede poner en duda, quedan por precisar las relaciones con el resto de Mesoam�rica.

Las tumbas de tiro descubiertas en todo el occidente son monumentos funerarios construidos en el subsuelo, cavando el tepetate, cuya dureza evita el peligro de los derrumbes. El "tiro" es un t�nel vertical que lleva a una o varias c�maras en formas diversas, con techo de b�veda. Con frecuencia existe una banqueta en las c�maras colocada al nivel del piso, de 25 a 35 cm de ancho. Las dimensiones y la forma del tiro son muy variables; las de las c�maras tambi�n. As� en Corral Falso, Nayarit, se encontr� una tumba con tiro cuadrangular con 1 m de lado por 5 de profundidad. Permite el acceso a dos c�maras cuadrangulares de 3 x 3 m, colocadas una frente a la otra. El tiro var�a de 1.5 hasta 17 m; las c�maras pueden ser ovaladas, redondas o cuadrangulares. Las cuentas y colgantes de concha marina, as� como los caracoles de mar, los collares, los metates y la cer�mica son objetos de ofrenda habitual en esas tumbas.

Las tumbas de tiro constituyen un rasgo �nico en el desarrollo cultural del mundo prehisp�nico de M�xico y su parentesco con Panam�, Ecuador y Colombia no deja de ser impresionante. Se habla de un posible contacto mar�timo entre el occidente de M�xico y varias regiones suramericanas para explicar la variedad de similitudes culturales entre esas dos regiones; pero falta mucho por investigar.


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