CRIST�BAL COL�N DESCUBRE EN 1492 el Nuevo Mundo, que llamar�n pronto Am�rica; unos 30 a�os despu�s Hern�n Cort�s se apodera, luego de una larga y cruenta guerra, de la ciudad de M�xico y de todo el imperio azteca que �sta encabezaba, y sigue conquistando nuevos territorios m�s all� de esos dominios para formar la Nueva Espa�a, que hasta 1821 ser� una de las posesiones m�s valiosas del imperio espa�ol, el cual lleg� a abrazar gran parte de Am�rica.
Cuando hubo terminado la conquista de los mexicanos, Hern�n Cort�s mand� a su primo, el capit�n Francisco Cort�s, a someter el "reino" de Xalisco, uno de los dos "reinos" importantes de nuestra regi�n. El militar sali� de Colima en 1524 con cien espa�oles y una numerosa tropa de soldados tarascos (de Michoac�n) y colimotes.
Esa expedici�n no fue una verdadera conquista, sino m�s bien un viaje de exploraci�n. Casi no hubo batallas, si se except�a una pelea poco antes de llegar a Tetitl�n, acabando de pasar el Ceboruco y sus negros pedregales. Cort�s fue recibido muy bien en Etzatl�n, Ixtl�n, Tepic y Jalisco. La recepci�n que la reina de Xalisco le hizo fue suntuosa; seg�n refiere Mota Padilla.
Mand� disponer una enramada de entretejidas flores, media legua distante de su casa, tan capaz que en ella cupiera el ej�rcito y la corte de dicha reina, que se compon�a de hombres y mujeres principales; fue numeroso el concurso que recibi� a Cort�s, y escuadronados los flecheros, formaron una espaciosa plaza, en cuyo medio estaban encerrados ciervos, conejos y liebres que saltaron, y esparci�ndose por toda la plaza buscaban portillos para la fuga y no encontraban sino las flechas de los cazadores y luego lo ofrec�an al Capit�n, y del mismo modo soltaron del medio de la plaza �guilas, garzas y papagallos y otras aves, que al surcar los vientos para remontarse y salir del espacioso c�rculo, ca�an al suelo al impulso de las jaras y se les ofrec�an a dicho Capit�n.
Despu�s de estos festejos se enderez� la comitiva para el pueblo en cuyo medio estaba el CUE de la adoraci�n [....] descubri�ndose en el remate de ellas, [las gradas] algunos sacerdotes destinados al culto; y lo que admir� m�s fue el que sobre dicho CUE estaba un hermoso papagayo que descendi� a ponerse en el hombro de la reina, quien lo ten�a domesticado, y luego mand� pasar al Capit�n, mostrando afabilidad y complescencia, sin turbaci�n ni demasiado rendimiento; antes s� el Capit�n y los soldados los hicieron a la reina por mujer y porque a la verdad conciliaba respeto su gravedad con tanta afabilidad que admiraba.
El historiador Everardo Pe�a Navarro habla de Aztatl�n:
Como tuviera conocimiento de la llegada de los espa�oles, el cacique Xonacatl Tayorith, que lo era de la ciudad de Aztatl�n, la m�s populosa y civilizada de esta regi�n, convoc� a una asamblea de los notables y principales se�ores de su dominio, record�ndoles los pron�sticos que ten�an de muchos tiempos atr�s, de que hab�an de venir otras gentes de la parte del oriente a vivir en sus tierras y sujetarlos; y como de seguro ser�an los que hab�an llegado a Xalisco, era de parecer que sin hacerles resistencia admitiesen su amistad, rog�ndoles a los presentes en la asamblea le dijesen su opini�n, que fue de conformidad con la expresada por el cacique, acord�ndose nombrar una comisi�n de nobles para que en representaci�n de todos fueran a dar la bienvenida al capit�n y los suyos y a saber cu�les eran sus miras y las instrucciones que tra�an; y en fin, para que adquirieran los informes necesarios y as� tornar la �ltima resoluci�n.
Habiendo llegado a Tepic los embajadores, se presentaron ante el Capit�n Cort�s y le dijeron el motivo que los tra�a a su presencia y que eran enviados de su cacique Xonacatl tayorith, present�ndole como obsequio mantas y otras cosas de la tierra. Cort�s los recibi� cari�osamente, rog�ndoles que dijeran a su se�or: "que ellos ven�an en nombre de un poderoso rey a asentar paces y amistad con ellos, y que no era su venida a molestarlos", con lo que se volvieron los embajadores a Aztatl�n, donde ansiosamente eran esperados.
Deseando Cort�s proseguir su camino para el regreso a Colima se despidi� de la reina, quien seg�n el P. Tello y Mota Padilla, mostr� gran pesadumbre por su partida y suplic� que se le dejara a alg�n sacerdote para que la instruyera en la religi�n cristiana, habi�ndose quedado un indio llamado Juan Francisco, de los que hab�a educado en M�xico Fray Pedro de Gante
Si no hubo guerra con la gente que habitaba cerca del mar, no ocurri� lo mismo con los de la sierra, monta�eses valientes y peleoneros quienes desde siempre hab�an tenido pleito con los abaje�os. Contra ellos s� hubo necesidad de pelear, y tan fue as� que la sierra no fue controlada sino hasta dos siglos despu�s; pero �sa es otra historia que veremos m�s adelante.
El capit�n Cort�s se hizo notar por su car�cter pac�fico y su moderaci�n, que contrasta con la crueldad y el esp�ritu de rapi�a con la cual el tremendo Nu�o de Guzm�n habr�a de conquistar definitivamente la regi�n, unos a�os despu�s.