6. Serranos y franciscanos

6. Serranos y franciscanos


Los habitantes de Aztatl�n, que siempre hab�an vivido junto al estero donde se dedicaban a la pesca, se pasaron a la otra parte, de manera que su pueblo qued� en la isla de Mexcaltit�n. Fueron invadidos por los serranos, que bajaron de sus monta�as en una de sus tantas expediciones, y tuvieron que abandonar sus casas durante una larga temporada.

Los franciscanos lucharon a su modo pac�fico contra los serranos, tratando de convencerlos de que renunciaran a su modo de vida belicoso y vagabundo. Recorrieron la sierra desde los primeros d�as de la conquista, de Jora, al sur, hasta Huaynamota, predicando el evangelio. Consiguieron en parte la pacificaci�n de los indios, aunque nunca de una manera completa (habr�a que esperar hasta la conquista de la sierra del Nayar, de 1721 en adelante). Sin embargo, los serranos se familiarizaron con muchas de tantas novedades, como fue la introducci�n del ganado, de las abejas, de muchas plantas y frutas, de instrumentos como el machete y el viol�n, de la lengua castellana y del cristianismo. Se establecieron relaciones entre la sierra y los llanos y valles de abajo —frecuentemente interrumpidas por brotes de violencia saqueo y robo, ya que la tentaci�n de caer sobre lo que ve�an como un jard�n del para�so era muy grande para los serranos pobres y guerreros.

Adem�s se refugiaron en la sierra muchas personas, de todas razas, criminales huyendo de la justicia, inocentes huyendo de los malvados, pobres huyendo de deudas que no acabar�an de pagar nunca. Y es que los abusos y las injusticias no faltaban, seg�n lo dec�a el mismo rey de Espa�a:

Estos abusos explican por qu� en 1583 los indios de Acaponeta se levantaron en compa��a de otros cinco pueblos para luego refugiarse en la sierra, y por qu� en 1585 los de las serran�as de Huaynamota mataron espa�oles e incendiaron las haciendas. Como siempre, la reacci�n no se hizo esperar: una tropa sali� de Zacatecas y aprehendi� a cerca de 1 000 indios que hicieron esclavos, adem�s de que ahorcaron a 12 jefes.

Muchos frailes no ten�an el tacto necesario para atraerse a los serranos. Una excepci�n notable es el padre Andr�s de Medina, del convento de Acaponeta, estimado por los serranos del rumbo de Huaynamota. Secundado por los indios principales cristianos, logr� (entre 1580 y 1600) que muchos de los alzados bajaran a Acaponeta y aceptaran vivir en pueblos y trabajar en labores agr�colas. Por eso, cuando sus superiores lo enviaron a Guadalajara, los indios que le ten�an confianza protestaron: algunos volvieron a la sierra y los otros reclamaron su regreso a Acaponeta. No fueron atendidas sus peticiones, por lo cual cerca de 60 marcharon a M�xico para presentar al virrey su reclamo, consiguiendo por fin lo que quer�an.

As�, Medina pudo fundar el pueblo de Mamorita, junto a Acaponeta, y los pueblos de San Sebasti�n Huaxicon, Ontetitl�n, Tlachichilpa, San Francisco del Caim�n, San Gabriel, San Pablo y Milpillas.

Pero en general la resistencia de la gente serrana segu�a siendo muy fuerte, ya que no les era f�cil cambiar tan radicalmente, y de un d�a para otro, de modo de existencia: bajarse de la sierra al plan, abandonar las monta�as, su clima, sus plantas, sus animales, para sufrir las consecuencias de un clima diferente (las enfermedades no son las mismas y el organismo no tiene defensas); abandonar la vida trashumante de familias dispersas en ranchos para concentrarse en pueblos organizados; cambiar de cultivos, aprender un nuevo idioma, caer bajo la vigilancia de autoridades extranjeras (sean las espa�olas, sean las de los indios abaje�os; estos �ltimos, enemigos hereditarios) que imponen el abandono de la religi�n tradicional y la adopci�n de la religi�n cristiana, al mismo tiempo que el cambio de costumbres sociales, sexuales y familiares.

Es dif�cil imaginar lo violento del cambio, lo que significaba pasar de un mundo al otro; si eso fue dif�cil para los indios abaje�os, lo fue mil veces m�s para los indios serranos, y la mejor prueba de eso es que su resistencia perdura hasta la fecha. Los huicholes, los coras, los tepehuanes, son los representantes de esta tenacidad que vino a resumirse en una palabra: "libertad". En �ltima instancia, el serrano, como todos los alte�os del mundo, como todos los n�madas, considera que la libertad no tiene precio, que la seguridad material que ofrece el mundo de los pueblos y de las ciudades (alimentaci�n, medicinas, paz) no merece que se le sacrifique la libertad, y con orgullo siente que �l es el �nico hombre libre.

Y para defender su libertad siempre estuvo dispuesto a tomar las armas.


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