5. Nuevo Mundo

5. Nuevo Mundo


Hab�a ca�do Tenochtitlan y tambi�n todas las ciudades chicas y grandes que exist�an entre el Atl�ntico y el Pac�fico. Los espa�oles hab�an llegado para quedarse y lo manifestaron fundando sus propias ciudades. As�, un 26 de julio fundaron, en el lugar de la actual Tepic, una ciudad llamada Compostela.

Fray Antonio Tello hace una brillante descripci�n de la fundaci�n:

Por eso, hasta la fecha, la fiesta de Tepic se celebra el 26 de julio. A principios de este siglo todo el mundo se iba de d�a de campo al Paseo de la Loma, se montaba a caballo y se com�a un pastel llamado "ante", en el cual se plantaba una banderita.

Cuando Tello nos cuenta la fundaci�n de Tepic (Compostela) habla, al final, de los encomenderos. El encomendero es el conquistador a quien se le "encomiendan" unos pueblos. Es decir, se les pone a sus �rdenes. Los encomenderos cobran los tributos (impuestos) de los antiguos caciques a cambio de mantener la paz y de ense�ar el cristianismo a los indios. Ense�arlo significa tambi�n acabar con las antiguas pr�cticas y creencias. Fue relativamente f�cil suprimir los sacrificios humanos, m�s dif�cil imponer el matrimonio con una sola esposa y casi imposible olvidar muchas cosas que de todos modos se acomodaban muy bien con la religi�n de Cristo: por ejemplo, rezar para obtener la lluvia tan necesaria, o dar gracias por la buena cosecha, o ir a comer y beber sobre las tumbas en el d�a de los difuntos.

En el siglo posterior a la conquista ocurri� una gran cat�strofe: ocho de cada 10 murieron de manera anormal. Las cuatro quintas partes de la poblaci�n desaparecieron por las guerras, las hambrunas, el excesivo trabajo, las epidemias causadas por enfermedades desconocidas que vinieron de Europa, la desesperaci�n provocada por la suma de tantas calamidades. Muchas mujeres, por ejemplo, prefirieron no tener hijos para no verlos nacer en este infierno. La viruela, el sarampi�n, la tifoidea, encontraron a los indios sin defensa y mataron a much�sima gente.

Despu�s de 1620 la poblaci�n dej� de disminuir, y en el siglo XVII la situaci�n mejor�. Luego aumento la poblaci�n, y, con eso, toda la vida econ�mica y social se vio fortalecida. En el siglo XVIII crecieron pueblos y ciudades, se construyeron camino, puentes y escuelas.

Las minas de plata y oro de la regi�n tuvieron un papel muy importante en esa actividad general y atrajeron mucha gente: blancos y negros, indios y mestizos. En la mezcla de todas las razas se estaba preparando el mexicano actual, fusi�n de todas las razas que existen en nuestra tierra.

La actividad principal de la mayor�a de la poblaci�n era la agricultura, acompa�ada, en las grandes haciendas, de la cr�a de mucho ganado. De nuestra regi�n, tan rica en pastos naturales, sal�an cada a�o grandes manadas de reses que caminaban hasta Guadalajara y M�xico. Los agricultores m�s ricos eran los hacendados, due�os de grandes propiedades (haciendas); los propietarios medianos eran los rancheros; hab�a tambi�n peque�os propietarios, medieros y arrendatarios, que no ten�an propiedad y rentaban una parcela mediante la entrega de una parte de la cosecha (mediero = quien da la mitad) o pago de una renta. Los indios que viv�an en comunidades (no todos, muchos trabajaban en las haciendas y en las minas) ten�an tambi�n posesiones agr�colas y trabajaban la tierra.

Dice con admiraci�n Tello (1650): "La tierra de Compostela fue tan f�rtil, que sembrando Francisco de Balbuena trigo en una labor que llaman San Pedro de la Lagunilla en un a�o cogi� a raz�n de 45 por uno, y le pareci� a�o muy est�ril respecto de otros. As�, poco a poco, en medio de grandes dificultades naci� el Nuevo Mundo, del encuentro de los hombres, de los animales, de las plantas del Nuevo y del Viejo Mundo".

A veces la tierra parec�a protestar contra los hombres. En 1567 el volc�n Ceboruco hizo erupci�n y hubo un terremoto que derrib� muchos pueblos. Entre Ahuacatl�n y el r�o Ameca enormes derrumbes taparon el paso de las aguas por m�s de 20 d�as. Luego el volc�n revent� con mucha furia y el agua se puso muy colorada, con muy mal olor de azufre. No pudo beberse en m�s de tres meses.


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