8. La conquista de la sierra

8. La conquista de la sierra


En 1616, desde las fronteras de Nuevo M�xico (hoy los Estados Unidos) hasta Acaponeta estall� una seria rebeli�n encabezada por un indio tepehu�n que se daba el t�tulo de Hijo de Dios y del Esp�ritu Santo. En abril de 1617 un gran n�mero de chichimecas atac� al pueblo de Acaponeta, despu�s de asaltar Quiviquinta. Luego se fueron para no volver. De Quiviquinta s�lo quedaron las ruinas, y los habitantes se fueron adonde es ahora Huajicori.

Los misioneros siguieron luchando para apaciguar y controlar a los coras, huicholes y chichimecas de la sierra de Nayarit. Eso era un trabajo sin fin, pues cada vez que cre�an terminada la obra, un nuevo levantamiento ven�a a demostrarles lo contrario.

En busca de minas, muchos espa�oles entraron a la sierra por el rumbo de Jora, lo que desagrad� a los serranos. Una noche de 1620 �stos se juntaron y quemaron todas las casas, antes de irse a Pochotit�n y a las barrancas. A duras penas se logr� que algunas familias regresaran a Amatl�n de Jora. Pero no siempre permanecieron los indios en el pueblo; seguido se remontaban a la sierra obedeciendo a su instinto de absoluta independencia.

Un siglo despu�s la situaci�n segu�a igual en la sierra, pero en el plan la poblaci�n hab�a crecido much�simo y las autoridades, fortalecidas por ese dinamismo, dejaron de tenerles miedo a los indios monta�eses. Su existencia se les hizo un esc�ndalo insoportable.

A principios del siglo XVIII se efectu� una �ltima tentativa para convencer pac�ficamente a los serranos de que abandonaran sus costumbres guerreras y reconocieran la autoridad del rey: "tres veces les rogamos; y ellos dijeron que no quieren; que as� lo dijo su rey que es el primer Nayarit. No se cansen los padres misioneros. Sin los padres y las autoridades estamos en quietud; y si quieren matarnos que nos maten, que no nos hemos de dar para que nos hagan cristianos". As� fracas� el franciscano fray Margil de Jes�s (1710-1711).

MAPA 2.
El Gran Nayar, tomado de Peter Gerbard,

The North Frontier of New Spain, Princenton 1982 p. III.
Mapa de Nayarit, tomado de Peter Gerbard. Se quer�a convencer pac�ficamente a los serranos de abandonar sus costumbres guerreras y reconocieran al rey.

Luego los serranos bajaron a hostilizar a los pueblos de Centispac y Aztatl�n. Sus habitantes se defendieron y las autoridades suspendieron todo comercio con la sierra. Lo que m�s afect� a los serranos fue la falta de sal, que necesitaban mucho. El rey orden� que se pacificara el Nayar y se encomend� la tarea a Juan de la Torre, natural de Jerez, a quien los indios estimaban. Era bueno con ellos y conoc�a su lengua. De la Torre busc� una soluci�n pac�fica y crey� haberla encontrado. Convenci� al jefe Tonati y a 25 de sus indios de que viajaran a M�xico, capital de la Nueva Espa�a (1721). Se rindieron al virrey y le prestaron homenaje.

Al regreso empezaron los problemas: otros jefes reprocharon duramente al Tonati haber admitido a soldados y misioneros; el Tonati se asust� y se escondi� en la sierra; Juan de la Torre, su amigo, se enferm� gravemente y los acuerdos de paz quedaron anulados. Se mand� una expedici�n militar en septiembre de 1721. De la Torre intent� una vez m�s negociar, pero se le contest� que deb�a "tomar la vuelta para su casa, porque los nayaritas no quer�an sujetarse ni admitir otra religi�n".

Despu�s de largas discusiones los caciques se decidieron por la guerra, contra la opini�n del Tonati, y tendieron una emboscada a los espa�oles que, despu�s de ruda pelea, tuvieron que retirarse a San Juan Peyot�n. Unos 3 000 nayaritas se reconcentraron en la Mesa del Tonati, fortaleza natural y templo mayor de sus dioses, y los espa�oles resolvieron esperar a organizarse mejor. Un nuevo capit�n y gobernador del Nayarit, Juan Flores de la Torre, encabez� otra columna, llegando a Peyot�n en enero de 1722 con 560 soldados, m�s los indios amigos. Sus embajadas de paz fueron rechazadas.

El 16 de enero una de las columnas subi� por una angosta vereda y sorprendi� a los nayaritas, quienes despu�s de una lucha muy re�ida se dieron a la fuga. Poco despu�s qued� pacificada la regi�n y se mand� a M�xico el esqueleto del rey Nayarit, que hab�a sido venerado en uno de los adoratorios de la Mesa, as� como el calendario de piedra y los vasos sagrados del templo del sol.

Para asegurar la paz se construyeron fuertes en la sierra y se fundaron los pueblos de Jes�s Mar�a, Santa Gertrudis, la Sant�sima Trinidad, San Francisco, Dolores, Santa Teresa y Santa Rosa.

"Es digno de notarse que la conquista del Nayarit se llev� a cabo sin las crueldades acostumbradas en las pasadas guerras y merecen alabanza los capitanes que la llevaron a cabo con tanta humanidad y desinter�s", escribi� el jesuita Jos� Ortega, poco despu�s de los acontecimientos. Este hombre pasar�a toda su vida entre los coras y elaborar�a un diccionario y una gram�tica cora de valor incalculable.


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