El Tonati hab�a pedido religiosos a la Compa��a de Jes�s para cristianizar a los nayaritas y ayudarles en su paso a una vida novedosa de agricultores reconcentrados en pueblos formales con sus iglesias, escuelas y hospitales. Ciertamente los jesuitas jugaron un papel decisivo en el asentamiento de la paz en la sierra, lo que explica la escasa presencia militar espa�ola: para conservar la conquista se establecieron cuatro guarniciones de 20 hombres cada una, que se redujeron a dos en 1724, ya que los jesuitas eran los verdaderos guardianes de la paz. Ocho de ellos administraban las misiones con las mismas reglas que las de California, Sonora y Nueva Vizcaya; las dejaron en buen estado, se felicitaron por el car�cter d�cil y bondadoso de los nayaritas, por su aversi�n al robo y por sus principios religiosos. Consiguieron poco a poco, sin violencia, que los indios residieran; establecieron cajas de comunidad, desarrollaron la agricultura y la ganader�a para mejorar la subsistencia de las familias y aumentar los bienes de la comunidad; convencieron a los serranos de que admitieran sin repugnancia la vecindad en cada pueblo de un escaso n�mero de espa�oles o mestizos aplicados al trabajo y que serv�an de modelo para el cultivo y la cr�a de plantas y animales mal conocidos hasta la fecha por los nayaritas.
En 1767 los jesuitas fueron expulsados de todo el territorio del imperio espa�ol, y desde luego del territorio de la Nueva Espa�a, seg�n instrucciones secretas recibidas por el virrey. Esa decisi�n se deb�a a motivos muy complejos en donde se mezclaban la pol�tica, la religi�n y los negocios. Los jesuitas ten�an enemigos internacionales demasiado poderosos y su orden desapareci� por unos 50 a�os. De la provincia del Nayarit salieron los siete jesuitas que gobernaban de hecho a 3 000 personas en todos los aspectos de la vida. Su salida parece haber sido muy resentida por los indios, aunque los franciscanos que recibieron la administraci�n de las misiones jesuitas siguieron m�s o menos la misma l�nea. Unos 25 a�os despu�s, un virrey informaba que los jesuitas hab�an dejado las misiones en mejor estado que el que ten�an en el momento (1793): "en el car�cter d�cil y sumiso de los indios nayaritas, en su aversi�n al robo, en sus principios de religi�n, y en lo bien ordenado de algunos pueblos, se percibe que las manos que hicieron las primeras impresiones, y las dirigieron alg�n tiempo, ten�an m�s tino y pulso que las de los que las han sucedido". (Revillagigedo, Informe sobre las misiones, 1793, Jus, 1966.)
"Desde entonces a�ade Revillagigedo han sido muchas las quejas, las acusaciones y las denuncias rec�procas de los nuevos misioneros contra el comandante de la Mesa de Tonat�, y de �ste contra aquellos, mezcl�ndose repetidos clamores de los indios, sobre da�os y perjuicios que han recibido de todos."
De hecho, la decadencia de las misiones hab�a empezado y no tendr�a remedio; en un d�a no muy lejano, los indios serranos volver�an a encontrarse solos en sus monta�as, sin las ventajas y las desventajas que ofrec�a la sociedad m�s rica, m�s poderosa, m�s numerosa que crec�a abajo.
APA
3. CEMCA,
1990, p. 231.>
1. Acaponeta | 18. Nayarit |
2. Ahuacatl�n | 20. Purificaci�n |
6. Colotl�n | 22. Sentispac |
10. Guachinango | 27. Tepic |
12. San Sebasti�n | 28. Santa Mar�a |
13. Amatl�n de Jora | 29. Tequila |