3. Los Capuletos y los Montescos

3. Los Capuletos y los Montescos


Pero la prosperidad tuvo sus inconvenientes, los cuales a la postre resultaron serios. Hubo dinero (no para todos), pero se perdi� la paz (para todos). Tepic empez� un largo pleito con Mazatl�n los puertos estaban en competencia (desde 1850 Mazatl�n toma la delantera, y despu�s de 1870 San Blas deja de tener importancia), y con Guadalajara, que ve�a con algo de inquietud el crecimiento de la peque�a ciudad y su creciente deseo de independencia. Para los negociantes de Guadalajara, Tepic no era m�s que una etapa, una agencia suya sobre el camino de San Blas, y San Blas era el puerto de la capital tapat�a. Cuando Tepic hubo crecido y tuvo considerables negocios entre sus muros, empez� a ver con disgusto la dominaci�n secular de Guadalajara.

El pleito comercial entre las dos ciudades se fortaleci� con la competencia sin cuartel que libraron en Tepic los dos hombres m�s ricos, Jos� Mar�a Casta�os y Eustaquio Barr�n. A la postre gan� Barr�n ayudado por la mala suerte, que golpe� algunas grandes inversiones industriales de Casta�os. �ste tuvo que vender, poco antes de morir, sus propiedades m�s importantes, las cuales fueron compradas por Barr�n y sus asociados: Forbes y Aguirre. El viejo Barr�n era para aquel entonces, adem�s de comerciante, hacendado, industrial y banquero y, de hecho, toda la regi�n depend�a de sus negocios. Adquiri� las haciendas de Miravalle, donde hab�a una mina de oro y plata, otra hacienda en San Jos� del Conde, cerca de Compostela, para ganado y agricultura, las propiedades de El Borboll�n y San Lorenzo, y el ingenio de az�car de Puga. Tuvo tambi�n negocios en California (minas y perlas) y en toda la Rep�blica. Una de sus hijas, Catalina, se cas� con Antonio Escand�n, miembro de una de las familias m�s ricas del pa�s, de tal manera que la Compa��a Barr�n and Forbes, si bien es cierto que naci� en Tepic y domin� a Tepic, r�pidamente tom� proporciones nacionales. El viejo don Eustaquio, despu�s de darse una vuelta al mundo de dos a�os (1846-1848), no regres� a Tepic y se qued� en la ciudad de M�xico.

Dej� en Tepic y San Blas a algunos de sus hijos y parientes, quienes heredaron el pleito con los hijos del difunto Casta�os. Los Casta�os, derrotados econ�micamente, trataron de vengarse pol�ticamente. La grave crisis nacional que empez� en 1854 les proporcion� una buena ocasi�n.

Los Casta�os se apoyaron en los liberales de Guadalajara y M�xico (G�mez Far�as, Ogaz�n, Vallarta) para reconquistar el terreno perdido, y la familia Barr�n hab�a puesto sus simpat�as con los conservadores. En un principio los Casta�os y sus amigos consiguieron los mandos pol�ticos y militares, as� como las codiciadas aduanas de San Blas. Aprovecharon su posici�n para acusar a la casa Barr�n and Forbes de ser contrabandista, es decir de evadir el pago de impuestos a la hora de sacar la plata del pa�s o de importar mercanc�as extranjeras. Como todos los comerciantes fueron contrabandistas en el siglo XIX, debi� de ser cierta la acusaci�n, pero tampoco cabe duda de que la Casa Casta�os, antes de su ruina, hizo su buen contrabando tambi�n.

En defensa de sus intereses los juniors Barr�n y Forbes lanzaron contra los juniors Casta�os y G�mez Far�as al batall�n Libre de Jalisco, acuartelado en San Blas, y entraron a Tepic en diciembre de 1855. Sus adversarios convencieron a Santos Degollado, gobernador de Jalisco, de marchar sobre Tepic "no por la importancia que el pronunciamiento tuviera, pues carec�a completamente de ella, sino por la divisi�n de los partidos". Efectivamente la paz y la uni�n tan mentada por el visitador de 1826 se hab�an esfumado por completo y la ciudad de Tepic, as� como los pueblos principales, estaban divididos en dos partidos conocidos con el apodo de Changos. (los Casta�os) y de Macuaces (la Casa Barr�n).

Degollado apoy� l�gicamente a sus amigos liberales, pero Barr�n hijo, c�nsul ingl�s de San Blas, se refugi� a bordo de un buque de guerra ingl�s. Inglaterra present� reclamaciones al gobierno de M�xico, y un asunto local, un pleito entre dos familias estuvo a punto de provocar una grave crisis internacional. Finalmente Barr�n regres� triunfal a Tepic.

Un a�o despu�s del cuartelazo de Barr�n en San Blas, hubo otro de Casta�os en Tepic, y Barr�n, atrincherado en su casa, resisti� el sitio. En este fin de 1856, mientras el pa�s se acercaba a la guerra civil, en la cual se iba a hundir durante 10 a�os, Tepic conoc�a ya sus trastornos.

La guerra que dura 10 a�os, de 1857 a 1867, desde el principio de la guerra de Reforma hasta el fusilamiento del emperador Maximiliano, ser�a la ocasi�n para ajustar cuentas; ajustar las cuentas pendientes entre los Casta�os y los Barr�n, pero tambi�n entre ricos y pobres, entre serranos y abaje�os, es decir, reanudar la vieja guerra de los siglos XVI y XVII, la guerra nayarita. �Por qu�?

El estado de los indios de la sierra, habitantes de las antiguas misiones, era comparable al que conoc�an en 1700. Despu�s de haber sufrido mucho en la guerra de Independencia, se encontraban ahora independientes. Los misioneros franciscanos empezaron a retirarse a partir de 1829, cuando el gobierno dej� de auxiliarlos.

Al pie de la sierra los pueblos agricultores sufrieron la embestida de la modernizaci�n cuando las haciendas azucareras, engendradas por el progreso (�qu� precio amargo hubo que pagar!), invadieron sus tierras y les quitaron sus aguas. Concretamente sabemos que, en 1850, el administrador de la hacienda de Mojarras quit� al pueblo de San Luis su finca r�stica llamada Mojarritas, junto con sus vaqueros quem� las casas y se llev� el ganado.

Unos 25 a�os antes la hacienda de Castilla hab�a usurpado el rancho la Cofrad�a, perteneciente a la parroquia de Xalisco.

Esto, m�s el desorden provocado por el caos pol�tico, empuj� a cierta gente al bandolerismo, que estuvo en auge a principios de los a�os cincuenta. A la hora de la guerra civil, hab�a gente dispuesta a matar por gusto, por venganza, por ideal o para ganarse el pan de cada d�a. Uno de estos bandidos fue precisamente el joven Manuel Lozada, vecino de San Luis, pueblo nayarita que ten�a pleito trabado con la hacienda de Mojarras.

La crisis pol�tica y militar que empez� en San Blas a fines de 1855 aceler� la victoria del puerto de Mazatl�n sobre el puerto de San Blas. De un a�o para otro las importaciones cayeron de tres a una, a causa de las divisiones en Tepic y del bandolerismo en los caminos. R�pidamente corri� la voz en San Francisco, Panam�, Londres y Hamburgo de que el puerto de San Blas no era seguro, que en cualquier momento pod�a ocurrir una asonada militar. Y los barcos se fueron para Mazatl�n o Manzanillo, de tal manera que en 1862, en el Pac�fico, San Blas pas� a tercera posici�n, despu�s de Mazatl�n y Acapulco.

De todos modos San Blas era t�cnicamente insuficiente para los vapores que iban a sustituir a los veleros.


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