Al a�o siguiente, en 1792 entr� a Monterrey el nuevo prelado, doctor Andr�s Ambrosio de Llanos y Vald�s. Era un obispo visionario. Como ya se dijo, le acompa�aba el arquitecto Juan Crouset y pronto inici� la construcci�n de la catedral, un hospital y un convento. Estas obras las emprendi� al norte de la ciudad, con miras a que �sta cambiara su aspecto de aldea y se ensanchara hacia aquel rumbo. Fue �l quien fund� el Real y Tridentino Seminario Conciliar de Monterrey, el 19 de diciembre de 1792.
Naci� la instituci�n en una de las d�cadas m�s representativas del enciclopedismo y de la ilustraci�n. Aunque en expresi�n m�nima, eran advertidas aqu� algunas manifestaciones de las nuevas corrientes en el campo de las ideas. El trazo, por ejemplo, de los primeros mapas de la regi�n y de los primeros planos de la ciudad, o la fundaci�n del hospital y la presencia de los primeros m�dicos y maestros de bot�nica. Tambi�n pod�a apreciarse este movimiento cient�fico en la introducci�n de la vacuna contra la viruela, que en 1798 se hizo aplicar p�blicamente la familia del gobernador Herrera y Leiva a fin de inspirar la confianza popular. O bien en la presencia de algunos personajes franceses, o en la actitud de algunos soldados del presidio de Lampazos; unos y otros organizando reuniones de car�cter marcadamente mas�nico.
Para sostener la nueva instituci�n de ense�anza, el obispo asign� el tres por ciento anual a los curatos de la di�cesis. Estos fondos fueron puestos al cuidado de Manuel de Sada, nombrado en 1793 "mayordomo y administrador" del colegio. Como primer rector fue designado el bachiller Domingo de Ugarte, quien lo tuvo a su cargo durante diez a�os, hasta 1803. Durante su rectorado redact� unas Instituciones de gram�tica latina para uso de los estudiantes. A�os despu�s, en los albores de la Independencia, escribi� una Historia de la Insurrecci�n. Al morir en Monterrey, en 1825, era can�nigo de la catedral.
Hubo inter�s extraordinario por ingresar al colegio. Sin embargo conforme al esp�ritu de la �poca, no hab�a de ser admitido cualquiera por lo menos hasta 1821. Era requisito indispensable levantar, ante autoridad competente, lo que se llamaba una "Informaci�n de limpieza de sangre". Consist�a �sta en comprobar, por medio de testigos, que el aspirante a matricularse era
nacido de cristianos viejos, limpios de toda mala raza de moros, jud�os, mulatos y penitenciados del Santo Oficio de la Inquisici�n... ni han sido castigados por otro tribunal por pena que cause infamia.