La defensa


El gobierno, entre otras medidas de defensa, celebr� convenios con algunas parcialidades ind�genas. Fue as� como quedaron establecidas algunas colonias de seminoles, kickapoos, carancahuases y lipanes. De los tres primeros se formaron asentamientos al norte de Coahuila y Tamaulipas. Los lipanes residieron temporalmente en la mesa de Catujanos, en Lampazos. Desde los primeros a�os de la colonizaci�n fueron adoptados diversos medios de defensa. Durante el gobierno de don Mart�n de Zavala, en 1632, fue emitido un parecer sobre la "guerra justa" por la cual algunas poblaciones de Nuevo Le�n, en la �poca colonial, eran consideradas como "frontera". Esta expresi�n, adem�s de su significado de divisi�n pol�tica, era entendida como el l�mite de lo colonizado. En este tipo de lugares: Cerralvo, Cadereyta originalmente, y m�s tarde Lampazos, Rinconada y otros, tuvieron presidios o asientos militares formados con los vecinos o con soldados pagados por la real hacienda.

En muchas ocasiones los gobernadores, en tiempo de la colonia, asistieron personalmente a las jornadas de pacificaci�n o de defensa. Adem�s de los presidios, en 1834 fueron creadas las compa��as permanentes y en 1849 las colonias militares. Para sostener las campa�as, Nuevo Le�n, como otros estados, fue exceptuado de ciertos impuestos federales, as� el gobernador Vidaurri lleg� a controlar las m�s productivas aduanas fronterizas.

La Guardia Nacional estaba obligada a tener a sus hombres "todos con caballo amarrado, listos para acudir al peligro, donde quiera que se les llame". En el Plan de Defensa de 1850 se ordenaba que en cada lugar hubiese siempre "fuerza lista" y "bastimento hecho". El bastimento, en nuestro medio, consist�a en bizcocho de ma�z, carne seca, chocolate y otros alimentos qe pudiesen ser conservados si las campa�as se prolongaban. En algunos pueblos de Nuevo Le�n como General Zuazua, Mar�n, China, Herreras, General Bravo y otros, las familias todav�a acostumbran preparar este bastimento o bizcocho de ma�z, aunque ya no con aquel prop�sito.

Otras disposiciones oficiales se�alaban los premios por acciones contra los indios. Por ejemplo, el pago de 25 pesos por cada cabellera ind�gena entregada al gobierno, o de 60 pesos por cada cautivo rescatado. Como en el caso de la mentalidad de los sajones, priv� aqu� el criterio de que "el mejor indio era el indio muerto". A fin de poner en pr�ctica este aforismo, se recurri� a otro medio de defensa inhumano, pero que se consider� necesario: para exterminar a los indios, se hizo com�n envenenar los charcos en que aquellos sol�an beber. En el Archivo General del Estado, en Monterrey, son frecuentes los documentos de env�o de veneno a las autoridades de los pueblos, con aquel fin.


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