Radicalismo exaltado


Carranza hab�a designado gobernador y comandante militar de Nuevo Le�n a Antonio I. Villarreal. Capturada la ciudad, pudo �ste ejercer el cargo, y, sobre todo, aplicar algunas de sus ideas. Por principio de cuentas, orden� la expulsi�n de los sacerdotes extranjeros residentes en Monterrey. Prohibi�, adem�s, la confesi�n, y dispuso la clausura de los templos permitiendo el acceso �nicamente "a los no fan�ticos". Para ello, confi� a los alcaldes de los pueblos la custodia y el control de las llaves. Lleg� a tal extremo su actitud que procedi� al incendio de confesionarios y al "fusilamiento" de las im�genes religiosas, as� como a la demolici�n del templo y exconvento de San Francisco. Monterrey perdi� entonces lo que indudablemente era el monumento religioso m�s antiguo y representativo de la cultura local. Se acabaron tambi�n entonces las escasas pinturas y obras de arte y, lo que es m�s lamentable, se perdi� el archivo colonial que, fraccionado, fue posible rescatar aunque en m�nima parte. El mismo mundo oficial de la �poca reprob�; aunque tard�amente, aquella actitud.

El gobernador Nic�foro Zambrano, al informar en 1918 sobre el cargo de 7 200 pesos que la Secretar�a de Hacienda hac�a al estado por el valor del predio del templo, coment� que Villarreal:


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