Alamillo y Agualeguas


De gran importancia en el noreste fue la misi�n de Santa Teresa del �lamo o del Alamillo fundada en 1659 por el gobernador Zavala en las cercan�as de Cerralvo. Ten�a "iglesia comenzada, de tres varas de alto y celdas bastantes y todo en forma de convento. A cinco a�os de establecida, fray Nicol�s Gago inform� que la cosecha de ma�z hab�a sido de 300 fanegas y la de trigo de 240.

Decay� mucho al morir el gobernador. Fray Jos� Arcocha atribuy� su ruina a los encomenderos, que sacaban a los indios a trabajar en sus haciendas. En realidad el inter�s del espa�ol no era solamente por los indios sino tambi�n por las tierras. Esta y muchas misiones desaparecieron por ese mismo motivo. La de Santa Teresa, al extinguirse, fue convertida en la hacienda del �lamo, propiedad de los De la Garza Falc�n. Ellos se adue�aron de las tierras y, por supuesto, de los indios.

Su extensi�n dio origen al establecimiento de otra misi�n: la de San Nicol�s de Gualeguas, ordenada en 1672 por el obispo De Le�n y Garavito. El mismo prelado fund� una cofrad�a redact�ndole constituciones que ratific� m�s tarde el obispo Galindo, poni�ndola en manos de espa�oles.

Durante casi medio siglo esta misi�n fue sostenida con celo admirable por fray Diego de V�zquez. Anciano y achacoso, no pudo ya contra la codicia de los encomenderos, que sonsacaban a los indios. Cuando el gobernador Barrio la visit�, en 1745, la encontr� habitada por s�lo "cinco indios y tres mujeres y asolada del todo la misi�n, sin jacal ni vivienda alguna, s�lo el templo aunque maltratado y algunas piezas de la habitaci�n del misionero, habitables". El misionero atribuy� esta ruina a que "desde que se hab�a quitado el presidio de Cerralvo, cuyas armas los conten�an, se hab�an esparcido por todo el reino, viviendo unos en los montes y otros sirviendo en varias haciendas".

Despoblada por algunos a�os, el virrey dispuso fundar all� una villa de espa�oles. En 1772 el gobernador Francisco de Echeagaray encomend� las diligencias a Juan G�mez de Castro, alcalde mayor de Cerralvo. �ste hizo el reparto de solares y cuid� de la traza de la nueva poblaci�n, que qued� fundada con el nombre de Villa de Nuestra Se�ora de Gualeguas y Bucareli.

Este lugar fue c�lebre en la �poca colonial y durante todo el siglo XIX. El culto a Nuestra Se�ora de Gualeguas (la A inicial le fue a�adida a principios del XIX) atra�a a devotos de todo el noreste, incluyendo Texas. La escultura, en madera policromada, es la misma que estuvo en la misi�n de Santa Teresa de Alamillo desde 1659. Es una pieza de valor art�stico y al parecer se trata de una obra del siglo XVI.

El avance de la colonizaci�n hacia el noreste hizo que el fervor evangelizador cobrara el vigor de los primeros tiempos. Los franciscanos del Colegio de Guadalupe, de Zacatecas, hicieron labor admirable. A ellos se sumaron los del convento de la Cruz, de Quer�taro. La actividad de estos �ltimos tuvo campo propicio en Coahuila (Monclova) y el norte de Nuevo Le�n, en el �ltimo tercio del siglo XVII, merced al notable impulso del general Alonso de Le�n y al celo de fray Juan Larios. La pobreza de las misiones era extrema; en alguna ocasi�n, al ser visitadas por un obispo, el m�s anciano de los frailes sali� a recibirle "sin m�s ornamento que una estola al cuello y una cruz de carrizo en sus manos".


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