Podr�a decirse que no hubo un solo vecino en los siglos XVII y XVIII (y esta situaci�n se proyect� hasta gran parte del XIX) que no hubiese tenido vida militar. Aquellos que por su posici�n social o por alg�n impedimento no lo pod�an hacer, proporcionaban a alguien en su lugar o brindaban ayuda de otro g�nero.
La Real Hacienda sosten�a el escaso n�mero de soldados de cada uno de los presidios o destacamentos militares de Cerralvo, Cadereyta, etc. Todos los dem�s vecinos serv�an gratuitamente. Las plazas de las villas y ciudades se llamaban "de armas" justamente porque en ellas se congregaban para salir a la defensa, y porque dos veces al a�o, el 25 de julio y el 25 de noviembre (d�as de Santiago Ap�stol y de Santa Catarina, patrones del ej�rcito), se pasaba revista de vecinos, quienes deber�an acudir con caballo, adargas, lanzas y arcabuces.