La imposici�n del orden espa�ol en la Huasteca


Los espa�oles fundaron ciudades, villas, pueblos y aldeas. Algunas de estas fundaciones se hicieron en el mismo lugar donde se encontraban pueblos ind�genas, como en la Huasteca; otras fueron nuevas, como sucedi� en la regi�n Media y en el Altiplano.

En el periodo comprendido entre 1521 y 1524, Hern�n Cort�s distribuy� buena parte de la poblaci�n ind�gena entre �l y sus compa�eros seg�n el r�gimen de encomienda o dep�sito. Los grupos de ind�genas con sus propios gobernantes fueron entregados a la protecci�n de un encomendero espa�ol, quien se obligaba jur�dicamente a protegerlos y deb�a encargarse de su conversi�n a la religi�n cat�lica. A cambio, los ind�genas dar�an tributo y servicios. Frecuentemente se otorgaron varios pueblos a un solo encomendero, pero en los primeros a�os del virreinato las encomiendas fueron distribuidas varias veces. Las mujeres solteras no pod�an tener encomiendas, por ello las viudas de encomenderos se casaban r�pidamente con el fin de no perder el derecho a los indios encomendados. Este caso se present� a menudo en la Huasteca. Hasta 1550 se pudo regular el sistema de encomiendas y se neg� al encomendero el derecho al trabajo de sus indios, se le prohibi� residir en su encomienda y se limit� la sucesi�n a una vida; al t�rmino, los ind�genas encomendados se incorporaban a la Corona. Esta disposici�n provoc� airadas protestas de los descendientes de los conquistadores, que en ocasiones lograron prolongar el privilegio hasta la cuarta generaci�n. El tributo fue regulado por una tasa uniforme que tuvo que ser ajustada varias veces principalmente por el descenso de la poblaci�n ind�gena. Tambi�n, por una orden dada en 1550, se nombr� un magistrado real, denominado corregidor, con jurisdicci�n sobre una o varias encomiendas con el fin de regular su administraci�n. Los pueblos ind�genas que no estaban encomendados a alg�n espa�ol fueron asignados a la Corona y administrados por corregidores, quienes reun�an las funciones de administrador de los s�bditos ind�genas de la Corona, magistrado, recaudador de tributos y, en algunos casos, alguacil.

Junto a la encomienda y los corregimientos, los ayuntamientos fueron las primeras instituciones pol�ticas espa�olas en la regi�n de la Huasteca. Hacia 1523 se estableci� el ayuntamiento de San Esteban del Puerto (P�nuco) y en 1533 el de la Villa de Santiago de los Valles de Oxitipa.

Con la penetraci�n espa�ola en la Huasteca, las fronteras que los huastecos manten�an con los chichimecas se fueron debilitando, las irrupciones hostiles de los diversos grupos chichimecas fueron cada vez m�s frecuentes y provocaron rebeliones en los pueblos comarcanos. Durante el siglo XVI, el territorio huasteco form� parte de la jurisdicci�n de diversas provincias como P�nuco, Valles, Huejutla; pero los l�mites de cada una de ellas sufri� muchos cambios. Es dif�cil determinar en nuestra geograf�a actual los lugares que ocuparon los pueblos ind�genas durante esta �poca, ya que muchos han desaparecido y otros fueron trasladados a otros sitios o reunidos en congregaciones.

Durante la primera mitad del siglo XVI, el desarrollo de la regi�n de la Huasteca fue precario. Los encomenderos cometieron graves abusos con la poblaci�n ind�gena al exigir tributos demasiado altos, cargas de trabajo excesivas, servicios personales y castigos f�sicos. Francisco del Paso y Troncoso, en su Epistolario de la Nueva Espa�a, rescata los siguientes testimonios:

Los naturales della han sido los m�s opresos y tiranizados que he visto en cuanto he visitado porque no han tenido otra m�s principal doctrina que el tributo y servidumbre de sus encomenderos, calpisques, corregidores y de otras diversas personas sin haber entendido qu� es tasaci�n, ni se ha verificado que ning�n indio de la provincia se haya ido a quejar de los agravios que han recibido a la Real Audiencia de M�xico ni a otras partes por no tener libertad, que ni han conocido a Dios Nuestro Se�or ni a su majestad.

En P�nuco, cuando Nu�o de Guzm�n era gobernador (1531), "toda su granjer�a era hacer esclavos y sacarlos para las islas y de esto viv�an de que Dios y Vuestra majestad eran muy deservidos". Nu�o de Guzm�n consideraba que no era posible conquistar estas partes "si los contumaces y rebeldes no han de tener castigo y los que lo trabajan premio o fruto de sus trabajos en alguna cosa".

Adem�s de las epidemias, los ind�genas tuvieron que soportar otras calamidades. Los llevaban cargados como tamemes a M�xico y otras partes y les ped�an que las mantas que daban de tributo las hiciesen m�s anchas y grandes; para ello, muchas veces ten�an a las indias recogidas en las casas de los principales tejiendo las mantas, que a esas alturas una val�a por tres de las antiguas. Tambi�n hac�an las casas a los espa�oles, tra�an pastura para sus caballos, les obligaban a prestar servicios personales, llevaban los bastimentos de los pueblos a sus encomenderos y con frecuencia los maltrataban, d�ndoles de palos, castig�ndoles los dedos pulgares y peg�ndoles con hierro caliente de herrar ganado, o dejando que sus ganados pastasen en las sementeras de los indios.

La evangelizaci�n en esta regi�n comenz� en realidad hasta mediados del siglo XVI con el establecimiento de los conventos agustinos de Huejutla (1545-1548) y Xilitla (1550). Posteriormente, el establecimiento de la custodia franciscana de Tampico fue una fuente importante de misioneros para la regi�n. Su intervenci�n propici� un mejoramiento de las condiciones de vida de los ind�genas de la regi�n.

En la Huasteca, hacia 1560 los pueblos encomendados a particulares pagaban tributos diversos en el arzobispado de M�xico; por ejemplo, Tanchinoltiquipaque y Cuymatl�n, encomendados la mitad a Alonso Ortiz de Z��iga, primer tenedor, y la otra mitad a Jer�nimo de Medina que fue primer tenedor y su hijo Jer�nimo de Medina, tasados en mantas y ma�z que val�an 8 100 pesos. Exist�an otras encomiendas como Oxitipa, encomendado a Francisco Barr�n, que lo obtuvo de su padre que fue primero tenedor, tasado en dinero, ma�z, gallinas que val�an 1 000 pesos. Sin embargo, el promedio sol�a tasarse en tributos m�s bajos, debido a la disminuci�n de la poblaci�n ind�gena: Tamazunchale, provincia de P�nuco encomendada a Juan Acedo, primer tenedor, tasada en ropa val�a 130 pesos; Tamante y Cayulatmas, provincia de P�nuco, encomendados a Francisco Corzo, tasados en yerba, pescados, ollas, cazuelas, c�ntaros, lebrillos y ma�z, val�a 200 pesos.

Mucho antes de que terminara el siglo —se�ala Phillip Wayne Powell— era pr�ctica establecida recompensar a los indios pac�ficos por su auxilio contra los abor�genes hostiles, eximi�ndolos de tributos y servicios personales de toda clase, y protegiendo sus privilegios. Tal pol�tica fue ansiosamente recomendada en los primeros meses de 1576 por el ayuntamiento de la Ciudad de M�xico, despu�s de consultar al rey. As� los indios de Xilitla fueron eximidos de todo servicio personal, porque se hallaban en la frontera chichimeca y hab�an de estar constantemente en guardia contra el enemigo.


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