La Guerra chichimeca


Para 1531, los espa�oles ya conoc�an la existencia de un extenso territorio entre el reino de Michoac�n y la Provincia de P�nuco, conocido como tierra de los chichimecas. Del Paso y Troncoso registra:

El descubrimiento de las minas de Zacatecas en 1546, en pleno territorio chichimeca, provoc� el enfrentamiento entre los chichimecas y los reci�n avecindados espa�oles.

Al suroeste, la Guerra del Mixt�n permite establecer importantes antecedentes del conflicto chichimeca. Fue una rebeli�n ind�gena en la que los hechiceros zacatecos provocaron una exaltaci�n religiosa y b�lica en la comarca cazc�n, al norte de Guadalajara, que casi arroj� de ah� a los blancos y a sus aliados indios entre 1541 y 1542. El resultado fue la derrota de los zacatecos y cazcanes. Algunos de ellos, capturados y esclavizados, escaparon despu�s y consiguieron volver a la Gran Chichimeca.

La Guerra chichimeca estall� hacia 1550, y se considera como la m�s cruenta y costosa entre espa�oles e ind�genas. Comenz� con el ataque de los zacatecos a un convoy de espa�oles. Casi inmediatamente los guachichiles empezaron a atacar a los extranjeros. Al sur de los guachichiles, los guamares tambi�n optaron por la guerra y el bot�n.

Para estas fechas, Quer�taro, la zona de los otom�es, era la frontera con las extensas llanuras chichimecas. Para comunicar esta frontera con Zacatecas (a 320 km de distancia) se tendi� lo que se conoci� como Camino Real de la Tierra Adentro o de la Plata; pero el camino estaba despoblado, lo que facilitaba los ataques chichimecas.

En general, los chichimecas tend�an emboscadas y atacaban al amanecer o al atardecer. No importaba lo numeroso de la comitiva de "vestidos", los chichimecas ca�an sorpresivamente sobre los espa�oles y se llevaban, sobre todo, el vestido y la comida. Los atacados rara vez lograban escapar con vida.

Los aliados ind�genas de los espa�oles casi siempre eran tarascos, mexicanos, otom�es o cazcanes, y estaban tan dispuestos como los blancos a combatir, esclavizar y matar a los chichimecas. Adem�s del odio ancestral que les ten�an, sent�an la atracci�n de los salarios en granos de cacao, regalos y privilegios, y el prestigio de montar a caballo y esgrimir las armas del hombre blanco.

Con el paso de los a�os, los chichimecas encontraron su propia bonanza en la corriente continua de forasteros que iban tras las minas que se descubr�an m�s al norte y en las d�cadas de lucha y despojo que llegaron a ser su modo de vida.

Pronto los chichimecas fueron c�lebres por su desprecio hacia los indios que hab�an abrazado la religi�n de los blancos y trataban con especial hostilidad a los misioneros que capturaban. Es probable que parte de ese anticristianismo se difundiera por la zona chichimeca despu�s de la victoria de Cort�s, cuando algunos indios del sur emigraron a esa zona.

Como los ataques se intensificaban y parec�a que no hab�a forma de detenerlos, los ind�genas de la zona occidental alrededor de Guadalajara comenzaron de nuevo a rebelarse; volvieron a encenderse algunos rescoldos de la Guerra del Mixt�n. Los indios pacificados pidieron la protecci�n de los espa�oles.

La situaci�n de Zacatecas y los nuevos minerales era cada vez m�s delicada debido al constante bloqueo de abastecimientos y la imposibilidad de transportar con seguridad los metales extra�dos.

El virrey Luis de Velasco, entre octubre de 1551 y abril de 1553, organiz� tres expediciones para acabar la guerra. Comision� a capitanes que quer�an la paz, interesados en velar por sus propios intereses; todos llevaron a sus aliados ind�genas. Ni la persuasi�n ben�vola ni el castigo pudieron aplacar a los chichimecas. Entonces, el virrey Velasco mand� establecer dos nuevas poblaciones entre Quer�taro y Zacatecas para proteger un poco m�s este peligroso camino. Las nuevas poblaciones fueron San Miguel el Grande (hoy de Allende) y San Felipe.

Se cedieron terrenos a los nuevos habitantes, pero con obligaci�n de residir all� y mantener armas para su defensa. Adem�s, dio orden a los gobernadores y jefes militares de los otom�es de operar en la Gran Chichimeca como diplom�ticos, guerreros y colonos en los puestos defensivos.

Sin embargo, otros asuntos graves distra�an la atenci�n virreinal, pues estall� la rebeli�n de Mart�n Cort�s —hijo del conquistador— en contra de la autoridad real y la hizo tambalear peligrosamente.

Fue hasta 1568, en el virreinato de Mart�n Enr�quez de Almanza, cuando se tomaron medidas m�s serias para enfrentar el problema y se establecieron los presidios de la frontera, unidos por un sistema de escoltas militares.

En la d�cada de 1570 se cuestion� por primera vez la moralidad de la guerra. Se escucharon muchas voces, pero finalmente se lleg� a la conclusi�n de que la guerra era justa y obligatoria, pero sin esclavos. Los dominicos fueron los �nicos en sostener que los espa�oles eran invasores y agresores de la Gran Chichimeca.

En este contexto, a los 20 a�os de edad, Miguel Caldera inici� su participaci�n formal en la Guerra chichimeca, conflicto en el que hab�an transcurrido todos los d�as de su vida. Caldera naci� en Zacatecas en 1548, de padre espa�ol y madre guachichil. Su madre muri� cuando �l era muy peque�o y pr�cticamente qued� bajo la custodia de los franciscanos del convento de Zacatecas. Miguel Caldera naci� en la �poca en que se estaban descubriendo y abriendo las primeras vetas realmente ricas en las sierras de Zacatecas, cuando los descubridores, incluso su padre, apenas pod�an subsistir en las m�s burdas chozas, peligrosamente rodeados por los muchos y amenazantes guerreros "desnudos". Vino a la vida en campo abierto o en un refugio de los m�s primitivos, cerca del campamento minero de espa�oles, indios y negros que en enero de 1548 fue llamado "Nuestra Se�ora de Zacatecas".

La ciudad de Zacatecas fue fundada oficialmente el 20 de enero de 1548, cuando los cuatro famosos descubridores se reunieron all� por primera vez. Tres eran vascos: Tolosa, Diego de Ibarra y Crist�bal de O�ate, y un castellano, Baltasar Temi�o de Ba�uelos.

El desarrollo de la Ciudad de la Plata, la s�bita llegada y multiplicaci�n de los "vestidos" en el coraz�n de la Gran Chichimeca, hizo, como ya se se�al�, que los "desnudos" tomaran el camino de la guerra en toda la vasta comarca que rodea las minas de Zacatecas. As�, estall� un tipo de guerra caracter�stico del Nuevo Mundo, desconocido para los espa�oles as� como para la gran variedad de pueblos ind�genas sedentarios que por entonces estaba llegando a la zona de caza y guerra de los chichimecas.

Los jinetes armados iban y ven�an por la angosta ca�ada donde crec�a la ciudad. A veces tra�an guerreros chichimecas cautivos y desnudos con su pintura de guerra; con m�s frecuencia, los prisioneros eran mujeres y ni�os. Todos eran vendidos como esclavos. Era una violaci�n a las leyes antiesclavistas del rey; pero los colonos, alejados y desde�osos de la autoridad real, no ten�an muchos escr�pulos en el modo en que vengaban las depredaciones de los guerreros de aquellos parajes. La esclavitud era un castigo y dejaba una ganancia bien recibida por la gente de la frontera. La milicia ten�a una estructura y un comportamiento informal, estaba mal disciplinada y a menudo luchaba sobre todo en defensa de su propia familia, sus propiedades o su entorno. A veces, sin paga real ni reclutamiento regular, sencillamente constitu�a una compa��a militar integrada por el s�quito, empleados o parientes de alg�n fronterizo.

Cuando Miguel Caldera cumpli� 20 a�os de edad, la Guerra chichimeca crec�a en intensidad y sa�a y segu�a dificultando la b�squeda de plata y el trabajo en las minas, los ranchos ganaderos de la frontera y los asentamientos.

La naturaleza de aquella confrontaci�n conten�a la clave que un d�a revelar�a el camino para ponerle fin. El virrey Mart�n Enr�quez estaba obligado por su conciencia a buscar esa clave y a terminar la guerra. En el intento, ten�a que depender de hombres que tuvieran experiencia en la frontera: soldados, mineros, ganaderos, funcionarios, cl�rigos. Entre ellos estaban los hombres que viv�an entre los constantes ataques y la persecuci�n de los chichimecas y que insistir�an en el recurso de la espada; pero tambi�n exist�an, como el biso�o soldado Caldera, los verdaderos conocedores del conflicto.

Cuando Caldera se alist� en la milicia participaba de las ideas dominantes que hab�a sobre los chichimecas; a�os m�s tarde se dio cuenta de que los medios con que durante tantos a�os hab�an intentado acabar con la guerra no hab�an servido m�s que para encenderla. Fue en la d�cada de 1580 cuando, convertido ya en capit�n, recorri� todos los confines del territorio y se dedic� a la pacificaci�n de la Gran Chichimeca.

En 1582 un grupo de estancieros y residentes de la frontera presentaron al virrey un informe detallado sobre la situaci�n en que se encontraban y ped�an justicia. Esto provoc� que el virrey conde de la Coru�a intensificara los esfuerzos por pacificar la regi�n. Al mismo tiempo, se consider� impostergable la necesidad de aplicar parte de las entradas reales a la soluci�n de la guerra.

Con el impulso del virrey para lograr una fuerza combatiente capaz de vencer a los chichimecas surgi� una nueva forma de organizaci�n militar: compa��as m�s numerosas a las �rdenes de capitanes, m�s presidios y mejor guarnecidos, m�s generales y m�s capitanes. En suma, el lustro que sigui� a la cr�tica temporada de sequ�as de 1578 a 1579 vio surgir una verdadera milicia de la frontera, una fuerza militar integrada por soldados veteranos, residentes fronterizos y ciudadanos contratados por breves periodos de servicio para enfrentarse a las emergencias de la guerra.

En 1585, Miguel Caldera inici� la campa�a en la sierra occidental en la zona nayarita y estableci� con los coras las primeras alianzas, que ser�an el principio de la paz. Se dio cuenta de que la diplomacia usada en occidente tambi�n pod�a resultar en el este, con los guachichiles de la naci�n de su madre.

A la renovaci�n de la milicia y a las erogaciones de la corona se sum� la campa�a antiesclavista que inici� el virrey marqu�s de Villamanrique y que prohib�a terminantemente la esclavitud de los chichimecas.

Desde distintos puntos, los capitanes Rodrigo del R�o de Loza y Juan Morlete apoyaron y siguieron la pol�tica de Caldera para pacificar a los ind�genas. Se prometi� a los chichimecas amnist�a, alimentos, ropas, buenas tierras para establecerse, aperos agr�colas, ense�anza de la agricultura, preparaci�n religiosa y plena protecci�n de sus personas y sus derechos. A cambio, deb�an renunciar a la guerra, aceptar la ense�anza cristiana y afirmar su lealtad a la Corona espa�ola.

Estas medidas se pod�an adoptar porque la situaci�n, despu�s de 40 a�os, hab�a cambiado. Entre las personas que hab�an logrado establecerse —conquistadores o ind�genas— exist�a un deseo generalizado de paz y los chichimecas, por su parte, estaban muy desgastados. Hab�an aprendido a vestirse, pero no sab�an fabricar sus propias ropas y su vida n�mada les imped�a tener sustento asegurado, as� que las ropas y los alimentos se convirtieron en la base de la negociaci�n. Esta guerra que se prolongaba era tambi�n un intercambio violent�simo entre dos formas de vida distintas y, en muchos sentidos, opuestas.

En marzo de 1590, el virrey Luis de Velasco, hijo, nombr� como cabeza de la nueva estrategia de paz en la Chichimeca a Miguel Caldera.

La pacificaci�n era lenta y dif�cil. Mexquitic y Tequisquiapan, dos de los centros guachichiles m�s importantes, hab�an iniciado las negociaciones de paz.


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