Composici�n del lugar


DE ACUERDO CON LOS DOCUMENTOS de la �poca, en los albores del siglo XIX la poblaci�n de la intendencia de San Luis Potos� presentaba la siguiente disposici�n: la poblaci�n ind�gena que a�n no hab�a sido incorporada a la religi�n cat�lica propici� la existencia de misiones tard�as; a pesar del evidente decaimiento del sistema, las encontramos en Salinas, San Francisco Cuayalab, San Nicol�s de los Montes, Valle del Ma�z, San Miguel de Aquism�n, Villa de Santiago de los Valles, San Miguel Tamapache, San Francisco La Palma, Santa Mar�a Acapulco, San Pedro Tanlacu, San Antonio Huayabos, Presidio de R�o Grande, Ciudad de B�jar y Presidio de la Bah�a del Esp�ritu Santo. Sin embargo, la mayor parte de la poblaci�n, de origen espa�ol, mestizo, criollo, ind�gena, as� como los negros y las castas, compart�a los espacios de la haciendas, las rancher�as y otros sitios de laboreo entre los que destacan la Congregaci�n de la Soledad de los Ranchos, Venado, Villa de Santiago de los Valles, Valle del Ma�z, Santiago Tampamol�n, San Juan Tamazunchale y la Villa del Saltillo. Se advierten concentraciones que rebasan las 5 000 "almas": Congregaci�n de la Soledad de los Ranchos, San Miguel Mexquitic, Santa Mar�a del R�o, Valle de San Francisco, Venado, Valle del Ma�z y Real de San Francisco de los Pozos, y lugares que alcanzan los 19 000 habitantes, c�mo la ciudad de Monclova, la de San Luis Potos� y la Villa del Saltillo.

La poblaci�n de origen africano tuvo en la regi�n una enorme movilidad a lo largo del virreinato; su desplazamiento est� vinculado a las distintas tendencias de las actividades econ�micas en San Luis. En este periodo encontramos un mayor n�mero en Nuestra Se�ora de la Asunci�n de Tampac�n, la Congregaci�n de la Soledad de los Ranchos, Real de San Francisco de los Pozos, Valle de San Francisco, San Miguel Mexquitic, Villa de San Jos� de las Cuatro Ci�negas, Hacienda de San Lorenzo, Hacienda de Nuestra Se�ora del Rosario y Hacienda de Patos.

Toda esta poblaci�n se ocupaba principalmente como labradores, jornaleros y artesanos; sin embargo, es tambi�n notable la presencia de soldados en toda la intendencia, producto de la reciente reorganizaci�n del ej�rcito.

A lo largo de estos a�os se desarroll� una significativa actividad agr�cola en torno a los cultivos de ma�z, frijol, chile, algod�n, ca�a de az�car, trigo, cebada, hortalizas, vi�edos y �rboles frutales. En Parras se produc�an licores de uva de excelente calidad. Los vecinos de la ciudad de B�jar que no pod�an dedicarse a la agricultura (un dato que revela la existencia de una fauna que hoy ha desaparecido) se ocupaban en la caza del oso y del venado.

La ganader�a era para algunos complemento de la vida diaria y para otros lo primordial; en general, hab�a ganado mayor y menor en todos los pueblos. De especial menci�n es la informaci�n que dan sobre sus ganados San Miguel Mexquitic, Santa Mar�a del R�o, San Nicol�s de Tierranueva, Valle de San Francisco, Saltillo, San Jos� de Cuatro Ci�negas, la Hacienda de Nuestra Se�ora del Rosario, Hacienda de Patos, Hacienda de San Lorenzo, San Jos� y Santiago. Las actividades industriales m�s notables eran los textiles, la curtidur�a y las industrias vin�cola y minera.

Habitualmente, las actividades comerciales de los pueblos estaban condicionadas a los recursos naturales de cada regi�n y a los medios y v�as de comunicaci�n; por ejemplo, los vecinos de Salinas del Pe�ol Blanco llevaban en sus carretas saltierra para las haciendas de plata en Zacatecas, Catorce, Cedral, etc., y de regreso tra�an algo de ma�z y madera. Entre los vecinos ten�an alrededor de 150 mulas con las que traficaban a San Luis Potos�, Aguascalientes, Zacatecas y hasta la ciudad de M�xico.

Con estos apuntes se pretende esbozar un ambiente, un paisaje del que ya se han destacado sus riquezas y contradicciones: el sitio, las formas sociales en las que asomaban ya algunas condiciones pol�ticas e hist�ricas en el interior de la vida cotidiana pero en las que, sobre todo, habr� de irrumpir el estruendo de la guerra de Independencia.


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