Es muy poco lo que sabemos de lo ocurrido en las provincias de Culiac�n y San Sebasti�n durante los �ltimos 40 a�os del siglo XVI.
De Culiac�n sabemos que al morir los conquistadores las encomiendas se extingu�an y los poblados ind�genas pasaban a ser "corregimientos", es decir, eran gobernados por un corregidor espa�ol nombrado por el alcalde mayor. Estos indios, que ya no tributaban ni prestaban servicios a un espa�ol, ahora pagaban sus tributos al gobierno de la provincia. De San Sebasti�n tenemos noticias de que la poblaci�n espa�ola disminuy� porque la bonanza de las minas fue ef�mera, y otros mineros cambiaron de actividad para dedicarse a la ganader�a, la pesca o el comercio de la sal.
En 1576, el gobernador de Nueva Vizcaya fund� el presidio de Mazatl�n en el lugar donde hoy se encuentra Villa Uni�n (el presidio era el destacamento militar que se establec�a en las fronteras, en las costas o en alg�n otro lugar donde hubiera peligro de invasiones extranjeras o insurrecciones de indios). El presidio de Mazatl�n se estableci� con 25 soldados mulatos y sus familias para contener a los indios xiximes que deambulaban por la provincia y para impedir el desembarco de piratas ingleses u holandeses que merodeaban por estas costas con el prop�sito de asaltar al gale�n que anualmente hac�a el comercio entre Nueva Espa�a y las islas Filipinas.
La provincia de San Sebasti�n fue objeto de sonadas disputas entre el gobernador de la Nueva Vizcaya y la Audiencia de Guadalajara, que prolongaban antiguas rivalidades, pues ambas autoridades reclamaban la posesi�n del territorio y el derecho de nombrar el alcalde mayor que la gobernaba. En ocasiones hubo dos alcaldes mayores que pretend�an gobernar la provincia.
Conocemos cu�l era la situaci�n de las tres provincias en el a�o de 1605 porque el obispo de Guadalajara, Alonso de la Mota y Escobar, hizo la visita pastoral y describi� minuciosamente lo que encontr� a su paso. De la provincia de San Sebasti�n dijo que s�lo hab�a 25 familias de espa�oles repartidas entre la villa de San Sebasti�n y algunos minerales. Dijo tambi�n que el presidio de Mazatl�n contaba con 25 familias de mulatos y que en toda la provincia no hab�a m�s de 75 familias de indios pac�ficos, asentados en pueblos y dedicados a la agricultura.
De la Mota y Escobar describi� San Miguel de Culiac�n como un villorrio de casas de adobe habitado por 30 familias de espa�oles. Asimismo, afirm� que no pasaban de 60 las familias de espa�oles, mestizos y mulatos en toda la provincia, ocupadas en la ganader�a, el comercio, la explotaci�n de salinas y el laboreo de algunas minas. Seg�n su informe, hab�a 468 familias de indios pac�ficos asentados en sus pueblos, dedicados a la agricultura y como jornaleros de la "gente de raz�n", como en aquella �poca se llamaba a los pobladores que no eran indios.
Cuando el obispo visit� la villa de San Felipe y Santiago de Sinaloa ya estaban all� los padres jesuitas, pero en 1590 s�lo hab�a los cinco vecinos que citamos. Las cifras de poblaci�n que dio el obispo no incluyeron a los indios cahitas ni xiximes, porque no estaban sometidos al gobierno espa�ol y, por tanto, no eran f�eles de la Iglesia cat�lica.
A fines del siglo XVI
ya estaban bien definidos los grupos que conformar�an la nueva sociedad surgida de la Conquista. El primer grupo era el de los espa�oles que, aunque reducido, resultaba el m�s importante porque concentraba en sus manos el poder pol�tico y econ�mico y el prestigio social. Espa�oles eran los gobernantes: alcaldes mayores, miembros del cabildo, corregidores y oficiales de las milicias. Espa�oles eran los due�os de encomiendas, de tierras, minas, ganados, salinas, pesquer�as y de las recuas de mulas para hacer el comercio con Nueva Vizcaya y Nueva Galicia. Tambi�n eran espa�oles los cl�rigos y las personas distinguidas de las villas. El segundo grupo, m�s numeroso, era el de los indios sometidos, sobrevivientes de la hecatombe de la Conquista y de las epidemias. Habitaban en sus propias comunidades, separadas de las villas espa�olas, dedicados a la agricultura, a la manufactura de artesan�as y al trabajo asalariado en las empresas de los europeos. Aunque aun quedaban algunas encomiendas, casi todos los indios estaban gobernados por corregidores espa�oles y sujetos al pago de tributo en favor del gobierno espa�ol. El tercer grupo social, el menos delineado en ese momento, estaba formado por mestizos, negros y mulatos, que los hab�a en las provincias de Culiac�n y San Sebasti�n, ocupados como soldados presidiales, artesanos o trabajadores a sueldo en las empresas de espa�oles.
El acontecimiento m�s importante ocurrido durante la conquista de Nu�o de Guzm�n fue el exterminio de tahues y totorames. Este hecho fue la causa principal de que los espa�oles no obtuvieran la riqueza que buscaban, pues no hubo suficientes indios para que con su trabajo produjeran la plata y los frutos de la tierra y construyeran las edificaciones que caracterizaban las villas y ciudades espa�olas. As� lo expuso el obispo Alonso de la Mota y Escobar: "Est� muy arruinada esta villa [San Miguel de Culiac�n], as� de casas como de vecinos, que son pobr�simos. La causa de esto es la muerte de los indios cuyo sudor hace ricos a los espa�oles".
Si comparamos la situaci�n de las provincias de San Sebasti�n, Culiac�n y Sinaloa a fines del siglo XVI
con el estado de otras provincias de Nueva Espa�a, encontramos acentuados contrastes. En la Nueva Espa�a se hab�a establecido una "colonia", pues las instituciones espa�olas estaban s�lidamente implantadas: de gobierno, como el virreinato, el municipio y la alcald�a mayor; de justicia, como la audiencia; econ�micas, como la encomienda, el repartimiento, el real de minas y la hacienda; sociales, como la iglesia cat�lica. Los indios estaban sujetos a los espa�oles y su trabajo serv�a a los intereses de los dominadores. La poblaci�n europea era numerosa y hab�a establecido empresas productivas en miner�a, agricultura, ganader�a y otros ramos de la econom�a, de modo que se produc�a lo necesario para la subsistencia de la sociedad, m�s un crecido excedente que se remit�a a Espa�a en forma principalmente de plata; es decir, la Nueva Espa�a funcionaba como una "colonia" como los espa�oles la deseaban. La sociedad surgida de la conquista y colonizaci�n estaba organizada de modo que todo concurriera para beneficio de los vencedores, los que habitaban la Nueva Espa�a y los que quedaron en Europa; todos recib�an el producto del trabajo arrancado a los vencidos.
En el noroeste, en cambio, por las mismas fechas, no hab�a tal pujanza porque la poblaci�n era muy d�bil: los indios hab�an sido aniquilados por las epidemias y los europeos eran unos cuantos. Nu�o de Guzm�n emple� los mismos procedimientos que Hern�n Cort�s, es decir, la guerra y la encomienda, pero aqu� fue en vano. Los conquistadores no consiguieron los resultados que deseaban pues los beneficios obtenidos en Culiac�n y San Sebasti�n fueron �nfimos y nulos en Sinaloa.
Esta primera fase de la conquista del noroeste fue el resultado de dos guerras que se libraron simult�neamente. Una fue la guerra de los soldados de Nu�o de Guzm�n que con las armas, las epidemias y los malos tratos aniquilaron a los ind�genas. La otra fue la guerra de dos pol�ticos rivales, Hern�n Cort�s y Nu�o de Guzm�n, que termin� con el triunfo de los partidarios del primero y la desarticulaci�n de los planes del segundo. El Reino de la Nueva Galicia termin� copado por el de la Nueva Vizcaya, dejando a la provincia de Culiac�n como un enclave, aislado del territorio neogallego. Nu�o vio frustrados sus planes aun en la Mar del Sur, que fue surcada por los marinos de Cort�s.
Pero a fines del siglo XVI
las circunstancias pol�ticas hab�an cambiado. Ya no hab�a lugar para los conquistadores empresarios, y era el propio gobierno espa�ol el que con sus recursos financiaba las empresas de conquista y colonizaci�n. Adem�s, se hab�an ensayado nuevos m�todos de conquista, m�s eficientes que los anteriores: la misi�n y el presidio, que se aplicaron en Sinaloa bajo la direcci�n de los padres jesuitas, como veremos en el pr�ximo cap�tulo.