3. El juramento del Plan de Iguala en Tabasco

3. El juramento del Plan de Iguala en Tabasco


Antonio L�pez de Santa Anna, nombrado por Agust�n de Iturbide comandante general del sureste, envi� a Fern�ndez Mantec�n, al mando de 300 hombres, a proclamar la independencia por esas acuosas tierras. Mantec�n entr� triunfalmente en Villahermosa el 7 de septiembre sin encontrar resistencia de los realistas y, al d�a siguiente, precisamente en domingo, el Plan de Iguala fue jurado en la capital de Tabasco. La Independencia se hab�a consumado.

Fern�ndez Mantec�n organiz� el gobierno local, cargo en el cual se mantuvo poco tiempo, porque toc� a Manuel Mar�a Leyt�n proclamar emperador a Agust�n de Iturbide en un acto celebrado en la Plaza Mayor de Villahermosa el 10 de junio de 1822. Por otro lado Iturbide disolv�a el Congreso y cre� la Junta Instituyente, que decret� la formaci�n de la Diputaci�n Provincial Tabasque�a, con fines legislativos, el l� de enero del a�o siguiente. Pero Iturbide no pudo sostener sobre sus hombros el manto p�rpura ribeteado de armi�o, y antes de un a�o tuvo que tomar el camino del destierro.

Su salida del pa�s fue un �xito a medias de los mexicanos, ya que, al proclamarse la Rep�blica, los estados que secundaron el movimiento de Casa Mata se dividieron en federalistas y centralistas, escisi�n que dio origen a numerosos conflictos durante todo el siglo XIX. Sin embargo, se cre� el Congreso Constituyente Mexicano y a �l se adscribieron tanto la Diputaci�n Provincial como el Ayuntamiento; obediencia y fidelidad fueron juradas por los tabasque�os en la Plaza Mayor de Villahermosa el 25 de mayo de 1822. Tabasco eligi� como diputado al Segundo Congreso Constituyente al presb�tero Jos� Mar�a Ruiz de la Pe�a y a �l correspondi� solicitar que se le reconociera calidad de Estado, lo cual termin� por aceptarse.

En ese entonces se cre� el pueblo de San Fernando, un lugar curiosamente habitado desde hac�a unos a�os s�lo por el vig�a que atend�a la entrada y salida de los buques. Sin embargo, para 1822 su poblaci�n aument� a 200 almas, y ni Villahermosa ni Nacajuca aceptaron encargarse de los auxilios espirituales de sus habitantes. El capit�n de Milicias y Disciplinado de esta provincia, Cayetano Carens�, consider� que la falta de servicios religiosos hab�a auspiciado un terrible desorden, por lo que, por propia iniciativa, hizo construir un oratorio y solicit� la presencia de un capell�n. Don Juan de Dios Helguera, debido a la persecuci�n de que fue v�ctima por "constitucional" y por haber cometido el "sacrilegio as� llamado entonces de propender al sistema de Independencia", hab�a fijado su residencia a una legua de la Barra Principal de Tabasco cuando en 1816 el obispo diocesano le confiri� el cargo de capell�n interino de la tropa destacada en ese lugar.

Casi de manera inmediata se le presentaron 30 familias de indios con el objeto de establecerse en aquel lugar. El capell�n los aloj� en su casa para que observaran el terreno, "que miraron con agrado por su fertilidad y llanura", y luego decidieron establecerse en un ca�averal, sobre el cual el gobernador acept� se hiciera el trazo y el arreglo del nuevo establecimiento.

Durante ocho a�os el capell�n trabaj� intensamente en la construcci�n de la villa, facilit� buques y bongos para transportar a las familias, recaud� los granos para la subsistencia inicial. La poblaci�n aument� considerablemente si aceptamos el dato de la visita del gobernador don Francisco de Heredia y Vergara, en el sentido de que en la temprana fecha de 1817 hab�a encontrado que en la poblaci�n de San Fernando de la Victoria hab�a 593 indios y vecinos. En su organizaci�n contemplaba la posibilidad de formar una Compa��a de Milicias Pardas destinada a defender la barra.

El 25 de mayo de 1820 Helguera fue reconocido como el verdadero fundador de la villa, por lo cual el fiscal de Hacienda P�blica dispuso asignarle la cantidad de 300 pesos anuales para su subsistencia. Sin duda, el gobierno otorg� esa recompensa debido al car�cter estrat�gico del nuevo emplazamiento, tanto para el comercio como para la defensa del estado. En plena guerra de Independencia se daba el �nimo suficiente para que los habitantes hicieran un par�ntesis y dedicaran sus esfuerzos a la construcci�n de un proyecto, que incluy� una traza urban�stica con clara idea de un poblado moderno, seg�n documentos del ramo de Justicia Eclesi�stica:

En otro orden de cosas, el 14 de enero de 1824 Tabasco declar� la forma de gobierno republicano, representativo, popular y federal en el marco del derecho imprescriptible de la Independencia, declaratoria encontrada en el ramo Gobernaci�n aceptada por el Congreso Constituyente el 7 de febrero y comunicada por Jos� Rinc�n mediante una circular con la leyenda "Dios y Libertad". En ella expresaba a las corporaciones pol�ticas del estado hasta el �ltimo grado "... cu�les son los heroicos sentimientos de los Supremos Poderes en favor de la Patria �nico objeto que ha llamado siempre sus Paternales miras para hacer felices a los Estados de la Federaci�n y elevarlos a su propio engrandecimiento..."

De acuerdo con la Constituci�n Federal de los Estados Unidos Mexicanos, proclamada el 4 de octubre de 1824, se eligi� al general Guadalupe Victoria primer presidente de la Rep�blica; en la capital de Tabasco se procedi� a la organizaci�n de las festividades que tal proclama ameritaba. Se estableci� que la publicaci�n del Bando Nacional se realizar�a el s�bado 20 de diciembre con toda la solemnidad y que se jurar�a el domingo siguiente, "yendo a la cabeza el primer Alcalde y cuatro regidores". Ese d�a, a las 9 de la ma�ana, el presidente del Congreso prestar�a el juramento del decreto del 4 de octubre ante los secretarios y dem�s diputados. El gobernador del estado protestar�a como tal en el sal�n del Congreso y ser�a recibido por los empleados, corporaciones y autoridades, tanto civiles como eclesi�sticas, en el paraje designado por el secretario de Gobierno.

Se previ� que posteriormente el gobernador se dirigiera a la iglesia parroquial, donde se cantar�a un solemne te deum, se dar�a misa en acci�n de gracias y el eclesi�stico de mayor dignidad pronunciar�a un discurso de tan alta dignidad como el solemne acto. Las calles se adornar�an y ser�an iluminadas por las noches, y habr�a diversiones p�blicas y repiques generales. En los pueblos, los alcaldes deb�an prestar juramento ante los ayuntamientos; actos todos en los que tambi�n deb�a participar el pueblo.


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