8. El padre Macario

8. El padre Macario


No toda la problem�tica de la Iglesia cat�lica en Tabasco tuvo la din�mica consistente en que los conflictos se resolv�an tarde o temprano por la v�a burocr�tica, aunque se mantuvieran los resentimientos y los deseos de venganza. Al respecto, uno de los acontecimientos m�s pol�micos, que dej� profunda huella en el estado y aument� fuera de �l la leyenda negra del garridismo, ocurri� en el poblado Epigmenio Antonio, conocido anteriormente como San Carlos, del municipio de Macuspana.

Todo comenz� con el anuncio de la Gran Feria de la Yuca, organizada por la Liga Central de Resistencia y que se realizar�a del 27 al 30 de agosto de 1929 con el fin de exhibir "los distintos productos de aquella feraz regi�n, as� como las substancias elaboradas con dichos productos". El programa inclu�a las llamadas asambleas culturales, dentro de las que se impartieron conferencias como la del profesor Antonio Ferrer L. sobre el cultivo de la yuca. Ferrer dirig�a la Escuela Racionalista "Santiago Caparroso". Se program� adem�s un juego de beisbol, una gran novillada en la que tomar�an parte los j�venes aficionados al arte taurino, y tres d�as despu�s, por la noche, terminar�a la jornada con un baile popular.

Garrido Canabal hab�a difundido la idea de que las fiestas religiosas fuesen cambiadas por ferias destinadas a mostrar los productos de los diferentes lugares del estado. Trataba de suplantar las festividades religiosas por las civiles, pero en San Carlos, como los enemigos de Garrido llamaron siempre a la poblaci�n de Epigmenio Antonio, no hubo consenso en torno a ese cambio, seg�n puede desprenderse de los hechos.

El d�a 28 un parte oficial inform� que, al grito de "Viva Cristo Rey", un grupo hab�a atacado al jefe de la escolta federal, resultando tres heridos de la fuerza p�blica. De acuerdo con los agredidos, 30 gendarmes llegaron y dispararon a mansalva sobre la multitud, aun dentro de su templo, adonde corrieron para refugiarse; murieron 22 personas, nueve fueron fusiladas en el acto y doce m�s fueron hechas prisioneras llevadas al puerto de Álvaro Obreg�n.

Desde Villahermosa, Horacio Lastra envi� una carta al presidente Emilio Portes Gil para intentar una explicaci�n de lo sucedido. Seg�n �l, Garrido, "en su terquedad de desfanatizar a las masas (enti�ndase envilecerlas)", orden� la mencionada feria:

Desde luego, con la carta se buscaba pedir castigo para los responsables de la agresi�n. Otras cartas en el mismo sentido llegaron al presidente, quien solicit� una investigaci�n para aclarar los asesinatos —de mujeres y ni�os inclusive—, as� como los incendios del templo y de algunas casas de los vecinos. El gobernador respondi� con la versi�n de que se trat� de un complot organizado por los "fan�ticos", que hab�an acumulado armas e incluso dos ca�oncitos, y de que la fuerza p�blica actu� al llamado del profesor Ferrer, organizador de "la fiesta cultural consistente en actos deportivos y conferencias educacionales, antialcoh�licas y de agricultura".

Del lado de los agredidos apareci� recurrente la figura de Gabriel Garc�a, quien se reconoc�a como indio, y de Macario Fern�ndez, el �nico sacerdote que iba y ven�a por Tabasco, escondido y huyendo de la persecuci�n permanente de Garrido. Al primero lo reivindicar�a m�s tarde un sector de la Iglesia que, incluso, escribi� un folleto sobre su vida, calific�ndola de ejemplar con un t�rmino usual para quienes mueren en santidad o por medio del martirio. Por su parte, el padre Macario envi� una carta a Pascual D�az y Barreto, entonces arzobispo de M�xico, en la cual le expon�a "los penos�simos sucesos acaecidos en Balanc�n y en San Carlos". Calificaba a Tabasco de "m�rtir estado", y sobre el atentado mencionaba que

El hombre en el que Graham Green se inspir� para crear al padre lleno de dudas en su novela El poder y la gloria terminaba su carta pat�ticamente: "Para que pueda seguir viendo en m� a un sacerdote cat�lico que no digno en m�, le escribo estas l�neas". El arzobispo turn� la carta al presidente de la Rep�blica "agradeci�ndole de antemano cuanto se sirva hacer en el caso".

Pero un a�o despu�s, el 5 de septiembre de 1930, el presidente Pascual Ortiz Rubio recibi� una carta de cinco vecinos de Epigmenio Antonio donde le relataban con temor la existencia de grupos en el pueblo que atropellaban a sus habitantes, "violando hasta nuestras familias" a un a�o de que "fueron quemados vivos innumerables familias y fusilados muchos de nuestros compa�eros, al prohibirnos celebr�ramos el cumplea�os del Patr�n de este pueblo, se�or San Carlos, que fue quemado en aquel entonces por las autoridades del estado y hoy nos siguen quemando las im�genes". La carta terminaba con un sincero grito de auxilio, y le ped�an al presidente que el derecho y la raz�n se impusieran para sacar al estado del caos.

La persecuci�n contra el padre Macario no hab�a terminado. En octubre, el gobernador Cruz denunci� ante Gobernaci�n que ten�a pruebas de que Fern�ndez continuaba en abierta oposici�n a las instituciones del pa�s. Se refer�a a la correspondencia que este �ltimo sacerdote de la di�cesis manten�a con Gabriel Garc�a, a quien hab�a dado el nombramiento de "catequista primero en todo el territorio que comprende la Di�cesis tabasque�a", y se�alaba que adem�s de �l hab�a aceptado a otros catequistas, como las j�venes Castro, "solicitadas por los habitantes para que ense�en la doctrina cristiana". De esa correspondencia se desprend�an las actividades religiosas que Macario manten�a por las "riberas y rancher�as", asistiendo a "cat�licos que han ofrecido hasta su vida por defender los sacrosantos derechos de Dios". Las misas clandestinas transcurrieron con sobresaltos que hac�an cambiar a �ltima hora los lugares y las fechas de los oficios. Pero no solamente los cambios ten�an esas causas, en ocasiones las enfermedades imped�an al padre Macario concertar sus planes. En una ocasi�n se neg� a acompa�ar a quienes solicitaban sus servicios porque padec�a una hinchaz�n provocada por la erisipela; para justificarse dec�a: "Esto no nos gusta; pero por eso hay que rega�ar a Calles, pues es el principal culpable de que no haya clero en Tabasco, aunque tambi�n lo es Garrido".

Varios a�os se mantuvo el padre Macario escondido en el inh�spito territorio tabasque�o, apoyado seguramente por los partidarios del restablecimiento de los cultos. Finalmente, el 8 de septiembre de 1935 fue aprehendido y remitido en avi�n a Tapachula, y de ah� fue llevado en autom�vil a Guatemala por �rdenes del gobernador provisional, A�reo L. Calles. Al saber de su aprehensi�n, cientos de personas del poblado de Reforma, Chiapas, donde aparentemente hab�a mantenido su centro de operaciones, se movilizaron para pedir al presidente L�zaro C�rdenas que se le permitiera al padre Macario seguir ejerciendo su ministerio libremente, porque

Varias cartas recibi� todav�a el presidente, incluso de Villahermosa, en las que se abogaba por el regreso del padre Macario cuando Garrido ya no estaba en M�xico y el camino hacia la apertura de los cultos en Tabasco se estaba abriendo. En 1937 lleg� a Tabasco Salvador Abascal, dispuesto a reanudarlos en el �nico estado donde prevalec�a esa situaci�n, pero no tuvo mucho �xito. Un a�o despu�s comenz� a hacer proselitismo entre los indios de la Chontalpa y de las riberas del r�o Mezcalapa, con lo que logr� reunir a varios campesinos que lo acompa�aron en la aventura que concluy� el 11 de mayo en Villahermosa. Enarbolando la bandera nacional y un estandarte de la virgen de Guadalupe, llegaron ante las ruinas de lo que fuera el templo de la Concepci�n, en pleno centro de la capital. All� se apostaron durante varios d�as mientras arreglaban una campana destartalada que poco tiempo despu�s estar�a lista para llamar a los fieles a los oficios del cura Pilar Hidalgo, aliado de Abascal.

Por cierto, hubo apariciones ef�meras, en medio de v�tores, del padre Macario, que durante tantos a�os burl� la persecuci�n de los garridistas. Pero todav�a los "reconquistadores" tendr�an que enfrentar a las fuerzas del gobernador Jos� V�ctor Fern�ndez Manero, que pistola en mano los amagaron y asediaron durante varios d�as hasta el 6 de junio cuando sali� del estado Abascal, quien comenzaba su obra como l�der del naciente movimiento nacional sinarquista. Su acci�n en Tabasco le vali� puntos importantes en la Uni�n Nacional Sinarquista, y desde entonces se le conocer�a como el cruzado, por la reconquista lograda.


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