1. Las inercias

1. Las inercias


DESPU�S DE LA SALIDA de Garrido Canabal, la situaci�n en Tabasco no se resolvi� de inmediato. El primer punto consist�a en saber qu� fuerza deb�a llenar el vac�o pol�tico dejado. Seg�n los documentos de la Direcci�n General de Gobierno, la disputa por el gobierno fue todav�a dif�cil porque, como si se reavivaran los resentimientos del pasado, Ram�rez Garrido visit� a C�rdenas para exponerle su prop�sito de ocupar la gubernatura, empresa dif�cil de llevar a la pr�ctica, pues compromet�a a uno de los grupos antag�nicos al garridismo. Y aunque Ram�rez expresaba los sentimientos del grupo revolucionario de Tabasco, tuvo que deponer sus intenciones y aprovechar su posici�n para recomendar las candidaturas de sus compa�eros de armas Joaqu�n Pedrero, Rafael Aguirre Colorado, Manuel Fern�ndez de Escobar, Federico Mart�nez de Escobar, Luis Pedrero y Fernando Aguirre Colorado; del �ltimo dec�a que era "el verdadero iniciador de la Revoluci�n en Tabasco en 1910 y 1913", y consideraba que todos ellos estaban capacitados por sus "conocimientos" y su reconocida "honradez". Pero, de acuerdo con los documentos de la Direcci�n General de Gobierno, Ram�rez se deslindaba al mismo tiempo de los otros grupos que oportunistamente contemplaban la posibilidad de adue�arse del poder:

Mientras el veterano �ureo L. Calles (1935-1936) se hizo cargo del gobierno interino, el presidente sigui� recomendando serenidad ante la propuesta del Frente Rojo de �lvaro Obreg�n para que "nos indique a la persona a quien debamos postular", aunque parece que un sector se inclinaba por V�ctor Fern�ndez Manero, apoyado despu�s por el Centro Orientador Pro-Tabasco y otros centros afiliados al PNR ante la candidatura de Aureliano Colorado por parte de la Agrupaci�n Revolucionaria Tabasque�a, por las actividades de los reconstructores y las manifestaciones de obreros y campesinos, aunque con saldos violentos. El presidente opt� finalmente por Fern�ndez Manero, quien hab�a obtenido el mayor n�mero de apoyos y garantizaba una cierta neutralidad en el dif�cil proceso que habr�a en Tabasco.

Como todav�a se pod�a hacer le�a del �rbol ca�do, las denuncias contra Garrido aparecieron por todas partes y con varios matices. Unos dec�an haber sido forzados a actuar como Camisas Rojas, y otros sosten�an que hab�an sido agredidos por el famoso bloque; estaban los que se quejaban de haber sido expulsados de su lugar de residencia; los que, con autorizaci�n de alg�n funcionario, fueron aprehendidos y golpeados; los que fueron forzados a trabajar sin remuneraci�n alguna, los que fueron v�ctimas de abusos del presidente municipal. Incluso, Garrido fue acusado directamente de haber violado a una se�orita a bordo del vapor Carmen y de haberlo intentado tambi�n con su hermana menor, de apenas 13 a�os; de haber asesinado a su padre porque no profesaba sus mismas ideas; de haber forzado a su hijo menor, de 13 a�os, a cavar su tumba para despu�s ser ahorcado, etc�tera.

El problema mayor era que, aunque Garrido se hab�a ido, continuaba la inercia del garridismo porque, independientemente de todas las denuncias y de la aceptaci�n del cambio, el aparato pol�tico y hasta el militar eran los mismos. Se negaba el trabajo a los identificados con los grupos antigarridistas, hab�a ajuste de cuentas y todav�a hubo varias denuncias contra los Camisas Rojas por abusos de todo tipo. El programa cardenista no lograba despegar en medio de tantas rivalidades y, sin embargo, una din�mica diferente se pon�a en marcha.


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