La problem�tica agraria en Tabasco era muy particular, pues la propiedad no conoci� las concentraciones de los estados norte�os ni el despojo brutal; a�n en el porfiriato hab�a un n�mero apreciable de agricultores, pero el tipo de tierras y el exceso de agua del tr�pico h�medo no hac�an tan atractivo el parcelamiento, porque la agricultura de plantaci�n hab�a sido el eje del desarrollo econ�mico de la entidad.
La ca�da del garridismo coincidi� con la crisis de la producci�n bananera. El rendimiento en este rubro, que era de 7.7 toneladas por hect�rea en el momento de esplendor, baj� a 2.49 en diez a�os. Aunque Tabasco entr� tarde a la �rbita del banano, su incorporaci�n result� muy conveniente para los Estados Unidos por la facilidad de las comunicaciones entre Villahermosa, Galveston y Nueva Orle�ns, sede esta �ltima de la United Fruit Company.
Sin embargo, las grandes compa��as encontraron m�s seguridades en el mercado centroamericano cuando M�xico se orient� por el nacionalismo de C�rdenas y su pol�tica expropiatoria, de la cual no se escap� la Southern Banana Corporation, cuyos bienes fueron nacionalizados en 1939, cuando el acceso al mercado internacional se hab�a perdido.
El derrumbe de la producci�n platanera fue brutal, porque el roat�n, que hab�a sustituido a las variedades nativas, era m�s d�bil frente a las plagas. Mientras su producci�n en 1935 fue de 180 000 toneladas (40% de la producci�n nacional), en 1941 descendi� a menos de 1 500. En ese lapso la exportaci�n de pl�tano mexicano hacia los Estados Unidos pas� de 12 000 racimos a s�lo 6 000. A partir de 1940 Honduras duplic� sus exportaciones en relaci�n con M�xico, pa�s que nunca recuper� su primer lugar de producci�n en Am�rica Latina, que mantuvo hasta 1939. Por lo dem�s, no deja de ser una mera coincidencia el hecho de que su ca�da se haya producido durante la expropiaci�n de las compa��as petroleras por parte del r�gimen cardenista, lo que sin duda afect� los mercados internacionales en los que participaba M�xico.
La crisis estuvo marcada tambi�n por los efectos de la reconversi�n campesina; las tierras eran utilizadas ahora para la producci�n de autoconsumo. Las tendencias a la tenencia de la tierra se mantuvieron hasta los a�os cuarenta debido a la ausencia de presi�n social contra el acaparamiento, los pocos latifundios y, sobre todo, la abundancia de tierras v�rgenes.
La cuesti�n agraria pasaba en Tabasco por consideraciones diferentes a las del resto del pa�s; el reparto agrario hab�a sido poco significativo: entre 1916 y 1926 s�lo se repartieron 11 344 hect�reas, y entre el triunfo de la Revoluci�n y 1932 apenas se constituyeron 18 ejidos, porque Garrido Canabal consider� que se trataba de una forma "arcaica" de posesi�n. En 1935 se detectaron s�lo 32 ejidos con 29 244 hect�reas que beneficiaban a 2 519 ejidatarios, quienes dedicaban �nicamente 16% de esa superficie a la actividad agr�cola.
En 1940, tras el reparto cardenista, el n�mero de ejidos ascendi� a 322 y la superficie ejidal a 466 096 hect�reas. Los expedientes agrarios, adem�s de las solicitudes de tierras, hacen referencia a conflictos vinculados con la reconversi�n de los cultivos; tal es el caso de las peticiones de permuta para rescatar tierras afectadas que ten�an plantaciones de pl�tano y ca�a a cambio del doble de la extensi�n afectada (18 de junio de 1936); por su parte, los ejidatarios de la finca del Carmen, propiedad de Luis Pedrero, recibieron un mensaje del delegado agrario, quien les notific� que se hab�a concedido un a�o al propietario para que se recogiera la cosecha de platanales, ante lo cual los involucrados protestaron el 19 de julio de 1936. En cuanto a la inafectabilidad ganadera, cabe decir que los terrenos con que se dotaba a La Estanzuela reduc�an los pastizales para ganado. Esto deriv� en un conflicto, porque el propietario azuz� a los peones blancos contra los ejidatarios, de los cuales tres murieron y diez fueron heridos el 27 de julio de 1939, dos a�os despu�s de haberse iniciado el proceso.
Se hicieron repartos, como el de las 4 711 hect�reas concedidas a los ejidatarios del poblado de Jos� Asmitia, "como parte del programa de festejos patrios" del 16 de septiembre de 1936. Continuaban los juicios antepuestos relacionados con fincas afectadas que estaban en los l�mites de lo que la legislaci�n consideraba peque�a propiedad. Continuaron tambi�n las solicitudes de ejidos, ampliaciones y restituciones, las gestiones y juicios en la Comisi�n Agraria Mixta y las respuestas de los finqueros, que muchas veces recurrieron a las guardias blancas. Abundaron los reclamos ante el mismo presidente para que se devolvieran tierras invadidas o para que se procediera a las afectaciones que alguna autoridad hab�a dispuesto.
Los efectos de los cambios en el uso del suelo, debidos a la parcelaci�n orientada al cultivo del ma�z, principalmente, y el avance de la ganader�a en detrimento de la agricultura de plantaci�n, que tanta riqueza dio a Tabasco, pronto se hicieron evidentes.
A diferencia del conflicto agrario, que no alcanz� grandes proporciones, el movimiento de los trabajadores fue m�s violento, quiz� porque hab�a sido la base de apoyo m�s importante del garridismo y porque estaba directamente involucrado en la producci�n y comercializaci�n de frutales como el cacao, el coco, la ca�a de az�car y, en particular, el pl�tano, que tantas disputas gener�. Cuando apenas sali� Garrido, los trabajadores se enfrentaron al dilema del cambio de organizaci�n de la Liga Central de Resistencia, para reestructurarla de manera m�s acorde con los tiempos nuevos.
La Liga de Transportes Fluviales, una de las m�s grandes y poderosas, comunic� el 3 de agosto de 1935 al presidente C�rdenas su decisi�n de desconocer a la Liga Central de Resistencia "por convenir a nuestros intereses colectivos de clase", para formar en su lugar el Sindicato �nico de Trabajadores Astilleros. Casi al mismo tiempo, el Sindicato de Alijadores protest� porque el inspector de polic�a, apoyado por el gobernador, impidi� a sus agremiados descargar un barco. Varios organismos afines los acompa�aron en su protesta, pero de nueva cuenta los problemas fueron causados por los trabajadores "ligados", que se opon�an a la creaci�n de un sindicato alternativo y contaron aun con el apoyo de las autoridades.
A partir de ese momento se dio una reconversi�n entre las formas organizativas previas y las que dictaba entonces el centro pol�tico, porque todas las antiguas ligas quer�an de pronto transformarse en sindicatos, seg�n afirmaban los representantes de maquinistas y ayudantes, cocineros fluviales, patrones del interior, marineros y fogoneros, expendedores de frutas, estibadores de frutas, choferes urbanos, expendedores de agua potable, panaderos, chalaneros y obreros de artes gr�ficas, etc�tera.
De golpe y porrazo las antiguas ligas pasaron a ser identificadas como "sindicatos blancos", porque se opon�an a la estructura decidida desde la ciudad de M�xico. Todav�a el subsecretario de Gobernaci�n, Agustin Arroyo Ch�zaro, fue acusado de no permitir al Sindicato de Cargadores trabajar en el vapor Carmen, para lo cual recurri� a las fuerzas federales, aparentemente sin autorizaci�n del jefe de zona militar, con el fin de dejar esa tarea en manos de los trabajadores "ligados", identificados con los grupos rojo y negro.
Otra variante del problema era el de los peque�os productores que, como en el caso de los copreros, cada uno con poco m�s de cinco hect�reas sembradas de coco, pidieron al presidente que intercediera por ellos para que pudieran embarcar directamente sus productos y no como suger�a el Departamento Aut�nomo del Trabajo de Villahermosa, el cual dispuso que las labores deb�an realizarlas los empleados de la finca La Monta�a.
Los miembros del Sindicato de Marineros, Fogoneros, Cocineros, Engrasadores y Similares del Golfo y Tr�fico Interior tambi�n se quejaban de que los trabajos les hab�an sido arrebatados por el ingeniero Manuel Garrido para otorg�rselos a la Liga de Chalaneros y Caberos de Villahermosa. Las empresas de Manuel Jaidar, por su parte, iban un poco m�s all� porque propon�an que las dos formas de organizaci�n se fusionaran, aunque sin acuerdo del Sindicato de Transbordadores y Estibadores de Frutas Tropicales. �ste, a su vez, consideraba que tanto el gobernador como el inspector general del trabajo le imped�a las maniobras para embarcar el pl�tano en el vapor Gast�n, propiedad de Jaidar, con lo que se violaba el art�culo cuarto de la Ley Federal del Trabajo.
En realidad se trataba de una maniobra, y para no quedar mal con ninguno de los grupos, la empresa pretend�a fundirlos en uno solo, como si las diferencias pol�ticas no contaran.
Como en el resto del pa�s, las grandes federaciones sindicales no tardaron en aparecer, pese a que en los a�os previos no hab�an tenido una actuaci�n significativa en Tabasco. En virtud de que el conflicto entre los sindicatos y los trabajadores "ligados" no fueron resueltos, la Federaci�n Revolucionaria de Obreros y Campesinos (FROC) decidi� irse a huelga con demandas en contra de las autoridades del Departamento del Trabajo y de las empresas exportadoras de pl�tano el 22 de noviembre de 1935. Pero no todos los trabajadores estaban de acuerdo; la Confederaci�n General de Trabajadores (CGT) inform� que sus agrupaciones no secundar�an la huelga, porque la respaldaban sindicatos no reconocidos, lo cual iba en contra de sus intereses.
Ya desde su gesti�n, el gobernador �ureo L. Calles consideraba que la FROC pretend�a declarar la huelga con fines pol�ticos, porque se trataba de hacer presi�n para otorgar empleo a los afiliados al Partido Reconstructor enemigo de Garrido, en perjuicio de los sindicatos registrados. Como no estaba dispuesto a respaldar tal acci�n, el gobernador pidi� apoyo al jefe de la zona militar.
El 6 de diciembre la FROC declar� un paro obrero de 48 horas que se llev� a cabo a pesar del hostigamiento de las autoridades, y sin desorden, seg�n el gobernador. Aunque el movimiento no tuvo mayores consecuencias, se sigui� insistiendo en la huelga general, lo cual result� importante, pues era la primera ocasi�n en que un grupo de trabajadores recurr�a en Tabasco al uso de una estrategia de clase organizada, lo que antes ni remotamente pod�a concebirse.
El panorama sigui� siendo complejo porque los conflictos no cesaron y afectaron
particularmente a los estibadores de frutas y a los empresarios dedicados a
la exportaci�n del pl�tano. Pero al poco tiempo, luego de organizarse la CTM
en 1936, comenzaron las presiones para obligar a los trabajadores a pertenecer
a esa nueva agrupaci�n. En tal sentido fue la queja de los miembros del Sindicato
de Primeros y Segundos Cocineros Fluviales, del Sindicato de Marineros del Interior,
del Sindicato de Patrones Fluviales y del Sindicato de Empleados, Veladores
y Bodegueros de Villahermosa, as� como de la Uni�n de Estibadores y de los Jornaleros
del Pac�fico, que el 26 de marzo de 1937 denunciaban la presi�n de las autoridades
locales y federales para que se afiliaran a la CTM. Esa era la nueva v�a que
normaba las relaciones entre las clases, y entre �stas y el Estado.