1. El mito de la productividad

1. El mito de la productividad


EL MITO DE LA PRODUCTIVIDAD de las tierras del tr�pico h�medo alent� las esperanzas y un sinn�mero de proyectos. La marcha hacia el mar impulsada por el presidente Manuel �vila Camacho pretendi� aliviar la congesti�n en el centro del pa�s por la fatiga de las tierras y porque, desde su punto de vista, el porvenir de la producci�n agr�cola est� en las feraces tierras de las costas". Sin embargo, no era exactamente as� porque la destrucci�n de las selvas continuaba; por ejemplo, el gobernador No� de la Flor Casanova (1943-1946) dio parte de una extracci�n de 11 530 000 metros c�bicos de maderas preciosas, como la caoba y el cedro. Como era l�gico los pastizales aumentaron, y s�lo en la d�cada de 1940 a 1950 pasaron de 20.70% a 30.90%.

Avanzaron las zonas ganaderas y las maiceras, con la polarizaci�n que tal crecimiento provocaba. Por ello, en 1951 el gobierno federal puso en marcha el Plan de la Comisi�n del Grijalva para actuar en una zona de 49 900 kil�metros cuadrados, y luego, al integrarse la cuenca del Usumacinta, aument� a 86 400 kil�metros cuadrados. Con dicho plan se pretend�a controlar las inundaciones, drenar las �reas consideradas de potencial agr�cola, construir y mantener carreteras para impulsar proyectos de irrigaci�n. No obstante, las inundaciones de los a�os 1952, 1955; 1957 y 1958 causaron grandes problemas. Pero era importante controlar la cambiante ruta hidrol�gica del r�o Grijalva, as� que el sector p�blico inici� la construcci�n de la presa Nezahualc�yotl en 1959.

Desde esas fechas, todav�a en el r�gimen de Madrazo cuando se dec�a que el sureste era la reserva de M�xico, se comenz� a hablar del Plan Chontalpa, que no pudo despegar sino unos a�os despu�s, cuando estuvo a punto de zozobrar en la transici�n entre el r�gimen de Adolfo L�pez Mateos y el de Gustavo D�az Ordaz. Los trabajos se iniciaron en 1966 con una primera inversi�n de 60 millones de d�lares. De acuerdo con Fernando Tudela, en La modernizaci�n forzada del tr�pico h�medo: el caso de Tabasco, el proyecto se ubic� inicialmente en los municipios de C�rdenas y Huimanguillo, que abarcaban 36 000 hect�reas de la subregi�n de la Chontalpa, 80% de las cuales estaban dedicadas a los pastizales y 12% a la agricultura, mientras que el �rea era habitada por 4 700 familias.

Aunque se propuso un crecimiento regional sostenido, el mejoramiento de las t�cnicas agropecuarias y de las condiciones de vida de la poblaci�n, as� como la expansi�n de la frontera agr�cola, hubo fallas graves que los especialistas detectaron a tiempo. Los problemas surgieron como producto de una deficiente planeaci�n y de una concepci�n limitada del desarrollo del tr�pico h�medo. Uno de los mayores obst�culos fue el de la abundancia de agua, porque se hab�an venido haciendo drenes en diferentes etapas previas al plan y, sin embargo, no dieron abasto. Ya en 1976 hab�a 1 200 km de drenes, pero ni al duplicarse esa red se alcanz� el nivel adecuado de desalojo. "Cuando los r�os crecen y desbordan, una gran parte del estado de Tabasco se cubre de agua, un espacio de cerca de 5 000 km² dentro de la l�nea de las costas desaparece regularmente bajo la inundaci�n durante el invierno", cuenta Pedro Gonz�lez en el tomo IV del Tr�pico rojo, de Enrique Canudas.

El siguiente obst�culo, y probablemente el m�s importante, fue que los campesinos no ve�an con buenos ojos una reestructuraci�n tan r�pida de las tierras, y menos estaban dispuestos a ser reubicados en las 22 unidades ejidales que se crearon en m�s de 7 000 hect�reas. Este proceso fue acertadamente definido por el mismo Canudas como una "aculturaci�n digna de los tiempos en que los misioneros un�an fuerzas con los conquistadores. En el lapso de pocos meses, los habitantes de la zona cambiaron de status, de ubicaci�n, de casa, y hasta de entorno f�sico. Tambi�n tuvieron que cambiar su estrategia productiva".

Fue parad�jico el hecho de que la estrategia de crear ejidos haya significado el fin del trabajo colectivo, tradici�n que hab�a prevalecido en la regi�n. La explotaci�n platanera y la ganadera se realizaban en unidades productivas colectivas; quienes pose�an una fracci�n de terreno eran accionistas y el producto se repartía como dividendo a la manera de una cooperativa. El usufructo individual de una parcela no era un m�todo conocido en Tabasco antes de la reforma agraria y, debido a las condiciones climatol�gicas y de los terrenos, no resultaba lo m�s adecuado.

Un claro resultado del Plan Chontalpa fue el mejoramiento de las condiciones de vida de la poblaci�n, expresado en una mayor obtenci�n de bienes de consumo duraderos, servicios de salud y educaci�n, pero la productividad agr�cola no tuvo aumentos significativos. Por ejemplo, los rendimientos en toneladas por hect�rea pasaron de 1.2 a 2.5 en la producci�n de ma�z; de 0.5 a 0.9 en el caso del frijol, de 1.2 a 4.0 en el arroz, y de 0.3 a 0.6 en el cacao; en cuanto al pl�tano, result� diferente, porque pas� de 10.0 a 30.0 toneladas. Y algo que inicialmente se consider� con un car�cter eminentemente agr�cola termin� con un mayor hincapi� en la ganader�a. Para 1976 el auge platanero y Cacaotero era parte del pasado, del total de los cr�ditos otorgados por los bancos oficiales, 86% fue refaccionario-ganadero, y por esos a�os Tabasco vend�a al Distrito Federal m�s de 700 000 cabezas de ganado anualmente, lo cual representaba 60% del consumo de carne de la capital. En Tabasco, las extensas �reas cubiertas con vegetaci�n natural se transformaron en grandes praderas, las tierras usadas para la ganader�a ascendieron a 55%; y con esta actividad se reforz� el poder pol�tico de los ganaderos que, bien organizados, se han convertido en un factor real de influencia en la entidad. El uso agropecuario y silv�cola de los suelos en Tabasco puede apreciarse en el cuadro 1.

CUADRO 1. Uso agropecuario y silv�cola del suelo
Uso agropecuario y silv�cola del suelo, que relaciona los pastizales, la agricultura de temporal, los Acahuales, la Selva alta perennifolia, la Vegetaci�n hidr�fila, los Cuerpos de agua y Manglares y marismas, con la superficie en hect�reas que componen cada uno y en porcentaje. Un claro resultado del Plan Chontalpa fue el mejoramiento de las condiciones de vida de la poblaci�n, expresado en una mayor obtenci�n de bienes de consumo duraderos, servicios de salud y educaci�n, pero la productividad agr�cola no tuvo aumentos significativos.

FUENTE: David J. Palma [et al.], Caracterizaci�n de los suelos de Tabasco.
Uso actual, potencial y taxonom�a
, Gobierno del Estado de Tabasco, Villahermosa, 1985, p. 5.

El fracaso de los grandes planes agropecuarios se puso mayormente de manifiesto con la petrolizaci�n de Tabasco, la cual ha disminuido aun m�s las tierras agr�colas. La existencia de petr�leo fue otro mito que se foment� ruidosamente desde que, por accidente, el padre Gil y S�enz descubri� en Macuspana la existencia del preciado l�quido a flor de tierra; pero, aunque no se explot� r�pidamente, como se deduce de los documentos de la Direcci�n General de Gobierno, estuvo siempre en el inter�s de los tabasque�os y de las compa��as extranjeras que, como El �guila y la Water Pierce, y parte de la Sinclair Pierce, iniciaron sus actividades en la zona. Carmen Greene viuda de Valenzuela reclam� todav�a en 1937 derechos sobre la herencia de su esposo Jos�, hijo de Policarpo —el hombre que m�s tierras posey� durante el porfiriato, y de Clara Ramos cuya fama le sobrevivi� por un vapor que llevaba su nombre—, que consist�a en terrenos de Tabasco, Chiapas y Campeche que la familia obtuvo en 1887 por deslinde de bald�os, huecos y demas�as. Resulta que el presidente C�rdenas expidi� un decreto por medio del cual se asignaron y destinaron para exploraci�n y explotaci�n petroleras los terrenos que inclu�an los solicitados por los se�ores Frank A. Lillendahl, pertenecientes a Policarpo Valenzuela. Los descendientes del hombre m�s rico de Tabasco pensaron en reconstruir su imperio, pero la herencia solicitada sobre el l�quido que produjera la Administraci�n General del Petr�leo Nacional ya no era posible.

La petrolizaci�n del estado cobr� auge y varios campos se fueron descubriendo, como los de Fortuna Nacional en 1949, Tortuguero en 1950, Jos� Colomo en 1951; el primero y el �ltimo dar�an origen en 1974 a la creaci�n de Ciudad Pemex, que generar�a m�s de 30% de la producci�n nacional de gas. Surgieron tambi�n La Venta, Usumacinta, Almendro, Santuario, San Rom�n, Tintal, Samaria y Tuc�n, entre otros. Los pozos en operaci�n fueron en aumento y dieron lugar a un fen�meno que no se esperaba luego del momento de mayor riqueza durante el auge de la producci�n platanera en su car�cter agroexportador: el petr�leo se convirti� en la causa de un auge a�n mayor. Sin embargo, los ingresos derivados del petr�leo ya no fueron exclusivamente manejados por la entidad, sino por una de las burocracias m�s r�gidas de la administraci�n p�blica federal, la de Petr�leos Mexicanos.

Con el descubrimiento de grandes yacimientos petrol�feros en las regiones de Chiapas y Tabasco en 1973, las reservas del pa�s pasaron de 6 000 millones de barriles en 1975 a 60 mil millones en 1980. En el a�o de 1974, debido a las nuevas reservas, M�xico pas� de ser importador de crudo en el primer semestre a exportador en el segundo. La poblaci�n de Tabasco creci� de tal forma que mientras en 1980 ten�a 1 062 961 habitantes, en 1990 lleg� a 1 501 183; en 30 a�os hab�a aumentado un mill�n de personas. El crecimiento anual de la poblaci�n hab�a sido de 4.2%, en tanto que los alimentos aumentaron apenas a 0.7%, porque la superficie cosechada disminuy� de 178 000 hect�reas a 164 000. Pero la producci�n petrolera pas� de 92 000 barriles diarios a casi 600 000 en s�lo 20 a�os.

La poblaci�n del estado se concentra en ocho de los 17 municipios, precisamente en los m�s dedicados a las explotaci�n petrolera, como C�rdenas, Centla, Para�so, Comalcalco (el de mayor crecimiento), Macuspana por Ciudad Pemex, etc�tera. De los 19 000 trabajadores contratados por Pemex en 1980, s�lo 41% eran tabasque�os y 59% proced�an de otros estados. Entre ese a�o y 1983 el n�mero de trabajadores de la industria se increment� en 83%; poco m�s de 25 000 personas trabajaban para Pemex. S�lo para dar una idea del personal empleado, puede decirse que durante el a�o y medio que dur� la construcci�n del puerto de altura de Dos Bocas, la empresa ocup� a 20 000 obreros.

Los cambios operados en Tabasco fueron brutales, porque la inversi�n federal desplaz� al sector primario, que pas� de 11.7% del total en 1977 a s�lo 2.2% en 1982. Por el contrario, la dedicada al secundario, a la industria, aument� en el mismo lapso de 68.4% a 93.2%. Los productos tradicionales como el cacao, el pl�tano y el coco apenas crecieron, pero la ca�a de az�car disminuy� en la mitad entre 1970 y 1983. El grueso de las participaciones federales pasaron de 16 310 000 pesos a 80 981 000 entre 1970 y 1985.

El auge petrolero tuvo dos grandes consecuencias; por una parte se administr� la abundancia con una imagen falsa del progreso que se expres� en obras monumentales de �ndole urbana, las cuales beneficiaron fundamentalmente a Villahermosa, sin que influyeran directamente en las condiciones de vida de la poblaci�n; y, por la otra, surgi� una nueva cultura, una nueva dimensi�n de la econom�a y de la pol�tica que involucr� a la sociedad desde sus cimientos. En septiembre de 1976 surgi� un movimiento social que se autodesign� Pacto Ribere�o como resistencia a la arrolladora presencia de Pemex. Sus integrantes exig�an indemnizaciones por la destrucci�n de tierras ejidales y de peque�a propiedad, por da�os a las propiedades de los finqueros, rancher�as y lagunas que afectaban el sistema ecol�gico del sureste y ten�an repercusiones en la poblaci�n.

En su original trabajo sobre el Pacto Ribere�o, Mar�a Guadalupe Vel�zquez cuenta que cerca de 7 000 campesinos, habitantes de 19 ejidos y 11 rancher�as ubicados en Reforma, Ju�rez, Pichucalco, C�rdenas, Huimanguillo y Comalcalco, fueron los primeros en protestar. Demandaron el pago de 4 123 000 000 de pesos, monto calculado a partir de la suma de las afectaciones individuales, seg�n expres� Eulogio M�ndez P�rez, l�der principal del movimiento. El 20 de noviembre se iniciaron las movilizaciones. Algunos campos petroleros fueron bloqueados, tomadas tanto bater�as de recolecci�n como m�quinas compresoras. Dos d�as despu�s intervinieron cerca de 2 000 soldados del 17 Batall�n de Infanter�a de la Trig�sima Zona Militar para recuperar las instalaciones. Varios campesinos fueron encarcelados en la comandancia del campo militar de Atasta, acusados de causar da�os a las v�as de comunicaci�n y de provocar p�rdidas a la empresa por 1 700 millones de pesos. Tres d�as despu�s fueron puestos en libertad 13 de ellos. Fue hasta el a�o siguiente cuando Pemex reconoci� las afectaciones en un convenio firmado con el Pacto Ribere�o el 25 de octubre, pero en la pr�ctica se neg� el car�cter legal de la organizaci�n cuando se cre� la Comisi�n Dictaminadora de Reclamaciones del Estado de Tabasco (Codiret), integrada por Pemex, Sepafin, Secretar�a de la Reforma Agraria, la Liga de Comunidades Agrarias y el gobierno de Tabasco. El Pacto Ribere�o qued� fuera de su posici�n de reclamante.

Sin embargo, las acciones continuaron en 1978, porque los problemas no se resolv�an. Una declaraci�n del presidente municipal de Para�so es muy alusiva: "[...] la construcci�n de canales y d�rsenas del complejo portuario de Dos Bocas ha provocado la contaminaci�n de las lagunas del Arrastradero y Mecoac�n junto con la muerte de 90% de la fauna de las granjas ostr�colas de las cooperativas pesqueras del lugar". Y como la empresa no solucionaba las demandas, en 1979 campesinos de Jalpa de M�ndez bloquearon 19 pozos en proceso de perforaci�n y la Liga de Comunidades Agrarias insisti� en que Pemex no hab�a cubierto las indemnizaciones por los da�os causados.

Un documento, reproducido por Roberto Thompson C. en Conflicto campesinos e intervenci�n estatal..., fue enviado por la poblaci�n ejidal de El Carmen al presidente Jos� L�pez Portillo; en �l ejemplifica muy bien sus demandas:

Para los afectados, ese tipo de reclamos escritos no cancelaban otras acciones; el 19 de enero 1981 pusieron en pr�ctica lo que ser�a probablemente el momento de mayor eficacia de su estrategia de presi�n: el bloqueo de los campos. Millares de campesinos participaron para llamar la atenci�n del gobierno federal y para exigir de manera m�s terminante a la empresa el pago de las indemnizaciones. Obstaculizaron primero el paso del Puente Lim�n en la zona fronteriza con Chiapas; la carretera de Reforma a Estaci�n Ju�rez hasta bloquear el Complejo Petroqu�mico de Cactus; el �rea industrial de Reforma; 23 equipos de perforaci�n, cuatro de reparaci�n de pozos, nueve bater�as, cinco estaciones de compresi�n y dos plantas de inyecci�n de agua. Al mismo tiempo impidieron la entrada y salida de personal de la paraestatal.

Pemex, como era de esperarse, denunci� los hechos por tratarse de una serie de acciones que consider� ilegales. Los afectados mostraron los gruesos expedientes de las reclamaciones hechas a la empresa desde hac�a varios a�os. La presencia de la fuerza militar estuvo a punto de generar m�s problemas, pero el gobernador Enrique Gonz�lez Pedrero escuch� las demandas y prometi� que los pagos se realizar�an a m�s tardar en un mes. S�lo esto fren� las acciones, y los demandantes se retiraron esperanzados.

La cuantificaci�n de los supuestos da�os realizada por el Pacto Ribere�o segu�a siendo la misma cuando el gobierno local realiz� esfuerzos para llegar a una negociaci�n con Pemex; se supone que en 1982 la empresa pag� 2 050 000 000 de pesos inicialmente y el resto despu�s, pero problemas de la organizaci�n impidieron que las indemnizaciones llegaran directamente a los afectados. Ignorantes de que la empresa hab�a hecho las liquidaciones, los campesinos pidieron la renuncia de su asesor jur�dico, el licenciado Arturo Acosta Vega. Eulogio M�ndez P�rez, presidente del Pacto y miembro de la Confederaci�n Nacional Campesina (CNC), declar� que cuando se percat� en junio de que hab�an sido defraudados, le hicieron una oferta de 7 millones de pesos por su silencio. Nadie supo a ciencia cierta cu�l fue el destino del monto supuestamente pagado por Pemex, pero los miembros del Pacto insistieron en que no lo recibieron.

El 22 de marzo de 1983, durante una de las movilizaciones m�s importantes, los dirigentes del PRI estatal, encabezados por su presidente, el licenciado Andr�s Manuel L�pez Obrador, se reunieron con los representantes del Pacto Ribere�o para ofrecerse como mediadores. Por el rumbo que tomaron las negociaciones es posible suponer que Pemex no acept� negociar con la organizaci�n y prefiri� hacerlo en forma individual con los afectados.

Sin embargo, el 27 de abril de ese mismo a�o, el gobernador Enrique Gonz�lez Pedrero (1982-1987) declar� que, como mediador, pondr�a en marcha el Programa de Desarrollo de la Costa de Tabasco (Prodecot) y que Pemex aportar�a 1 012 400 000 de pesos para frenar el deterioro de la zona y para procurar que con la explotaci�n de petr�leo los campesinos fueran los primeros beneficiados.

Se instalaron tres subcomisiones: la primera de indemnizaciones, la segunda de reubicaciones, con especial atenci�n en la ecolog�a, y la tercera de desarrollo, para estudiar la orientaci�n de las inversiones. Pero el gran �xito de la negociaci�n para Tabasco consisti� en que un gobierno estatal hab�a logrado involucrar a Pemex en un sistema de planeaci�n local. Todo ello fue posible por la intervenci�n directa del presidente Miguel de la Madrid y por la capacidad negociadora del gobernador. Entre otras decisiones, se consider� que las reuniones de evaluaci�n y planeaci�n se realizar�an cada dos meses, alternadamente en la ciudad de M�xico y en Tabasco.

Las instalaciones fueron devueltas y Eulogio M�ndez P�rez fue pr�cticamente expulsado de la CNC, lo cual contribuy� a que la organizaci�n del Pacto Ribere�o se adhiriera a la Central Independiente de Obreros, Agricultores y Campesinos (CIOAC). EI movimiento social se politiz� y sus participantes, que hab�an dejado de ser campesinos para convertirse en "changos" (trabajadores eventuales de Pemex), pasaron luego a ser desempleados y encontraron las posibilidades de sobrevivencia —que tantos planes y tanta petrolizaci�n les negaron— en los reclamos que hac�an a la empresa paraestatal.

Para 1983 las demandas por afectaciones sumaban 19 608, de las cuales m�s de 5 000 proced�an de la subregi�n de la Chontalpa. El problema contin�a y es uno de los m�s serios que enfrenta Tabasco, sobre todo si resulta cierto que las afectaciones involucraban, en el momento de mayor movilizaci�n del Pacto Ribere�o, una extensi�n de m�s de 14 000 hect�reas; cifra que diez a�os despu�s pudo haber aumentado significativamente.

Ahora los organismos encargados de resolver los problemas son la Comisi�n Interinstitucional de Atenci�n a la Recomendaci�n 100/ 92 (CIAR 100/ 92) y la Comisi�n para el Desarrollo de las Zonas Petroleras de Tabasco (Codezpet), las cuales reconocen que son 80 000 las hect�reas afectadas por los trabajos de Pemex, pero otras fuentes sostienen que es el doble. Las movilizaciones de campesinos y pescadores han continuado, porque con esa estrategia han encontrado la posibilidad de recibir sus pagos; aunque �stos se han hecho en varios casos, se dice que existe corrupci�n y que las indemnizaciones favorecen a los partidarios del PRI en una regi�n donde el Partido de la Revoluci�n Democr�tica (PRD) ha logrado numerosas adhesiones.

La problem�tica mencionada no resta la importancia econ�mica que el petr�leo ha tenido para Tabasco y para el pa�s; entre 1973 y 1992 se produjeron alrededor de 4 864 millones de barriles extra�dos de esa regi�n con un promedio de extracci�n de 666 403 barriles diarios. El petr�leo tabasque�o gener� en ese lapso una riqueza de m�s de 130 000 millones de d�lares, cantidad superior al monto total de la deuda externa al finalizar el r�gimen presidencial del licenciado Carlos Salinas de Gortari.


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