ANTE LA INVASI�N NAPOLE�NICA de la pen�nsula ib�rica y la consecuente abdicaci�n del rey espa�ol, el cabildo ind�gena de Tlaxcala hizo saber al gobierno virreinal en julio de 1808 su lealtad a la Corona y su condena a la ocupaci�n francesa. No obstante esta declaratoria, Tlaxcala no fue tomada en consideraci�n cuando, a principios del a�o siguiente, se hizo la convocatoria para nombrar a los diputados que habr�an de representar en Espa�a a los reinos de Am�rica en la Junta Central Gubernativa, debido al car�cter de excepci�n que ten�a el gobierno de Tlaxcala.
En mayo de 1809 el ayuntamiento tlaxcalteca exigi� participar en la selecci�n de la diputaci�n novohispana, invocando sus ancestrales servicios y privilegios, y que se mostraban, entre otras cosas, en su distinci�n de haber sido nombrada por decreto real como "Ciudad Insigne, Muy Noble y Muy Leal", y en el de ser cabecera de una consolidada provincia con gobierno propio. Una vez m�s, la fuerza de sus argumentos y su tenacidad lograron obtener el espacio pol�tico al que estaba convencida que ten�a derecho. Dos meses despu�s le fue concedida su petici�n, por lo que pudo participar en la elecci�n de los diputados que habr�an de representar a las provincias de Nueva Espa�a ante la Junta Central. Entre los elegidos qued� Manuel de Lardiz�bal y Uribe, un ilustre abogado tlaxcalteca descendiente de vascos, que adem�s hab�a ocupado puestos de importancia en el gobierno real en Espa�a, donde vivi� desde joven junto con su hermano Miguel. Algunas fuentes consignan tambi�n a este �ltimo como uno de los diputados que particip� en la citada junta.
Despu�s de que el cura Miguel Hidalgo encabez� un levantamiento armado de car�cter independentista en septiembre de 1810, el cabildo de Tlaxcala, respaldado por los caciques de los pueblos, ofreci� de nueva cuenta su apoyo al gobierno virreinal y pronunci� una condena al movimiento insurgente. Las c�pulas del poder local l�gicamente consideraron que sus intereses y privilegios estar�an en grave peligro si esa rebeli�n llegaba a derrocar al gobierno que se los hab�a concedido y, en gran parte, mantenido por m�s de 200 a�os. Tambi�n es comprensible tal actitud debido a que Tlaxcala, a diferencia de las otras provincias novohispanas entonces en rebeli�n, conservaba un gobierno ind�gena y no hab�a padecido injerencias espa�olas o criollas en su territorio ni en su �mbito pol�tico, econ�mico y social de modo tan intenso como hab�a ocurrido con otras partes del virreinato, en donde por esa raz�n se desarrollaron hondos resentimientos en contra de la metr�poli.
El papel que tuvo Tlaxcala durante la guerra de Independencia ha sido muy poco investigado, y buena parte de los hechos que ahora se conocen pasaron por el tamiz interpretativo de la historiograf�a liberal del siglo pasado. �sta, sin proporcionar pruebas suficientes, insisti� en que durante dicha guerra hubo un supuesto descontento generalizado entre todos los pueblos ind�genas en contra del gobierno virreinal, aunque se vieron imposibilitados para realizar un levantamiento masivo en favor de la independencia debido al f�rreo control militar que los realistas manten�an desde Puebla sobre Tlaxcala. Por lo dem�s, podr�a afirmarse que en esta provincia, como en el resto del pa�s, la poblaci�n estuvo dividida y particip� en ambos bandos de la lucha. Como se indic� anteriormente, el ayuntamiento de la ciudad de Tlaxcala y la mayor�a de los miembros de la �lite, en la que quedaban incluidos tanto hacendados espa�oles y criollos como caciques ind�genas, debieron estar en favor de las fuerzas realistas, por las razones tambi�n antes dichas. Del lado insurgente tal vez participaron aquellos campesinos y peque�os propietarios indios, mestizos y criollos, adem�s de algunos intelectuales, que vieron en esta guerra la oportunidad de liberarse del monopolio de poder sostenido por el grupo contrario, o al menos intentar una mejor�a en su precario nivel de subsistencia. Aun as�, es dudoso que los pueblos de indios como tales hubieran podido manifestarse masivamente en contra del gobierno virreinal y en favor de la insurgencia, pues estaban controlados por sus propios caciques y por el ayuntamiento indio de Tlaxcala, de manera m�s efectiva que por la guarnici�n militar espa�ola de Puebla. A igual efecto contribuy� el peso de tres siglos de lealtad a la Corona como vasallos con privilegios, y tambi�n, al menos en los momentos iniciales de la lucha, la falta de una clara comprensi�n de lo que pod�a representar para Tlaxcala la independencia nacional.
De cualquier forma, se debe reconocer que algunos tlaxcaltecas se unieron activamente en modo individual a las fuerzas insurgentes. Por ejemplo, Vicente G�mez y Antonio Guerrero, originarios de Ixtacuixtla, encabezaron peque�os grupos guerrilleros en ciertas zonas de Tlaxcala. Otros m�s parece que se incorporaron a fuerzas militares cuyo foco de operaciones estaba fuera de la provincia, como las de Francisco Osorno en la sierra norte de Puebla y en los Llanos de Apan. Sin embargo, ninguna batalla decisiva se llev� a a cabo dentro del territorio de Tlaxcala durante todo el periodo b�lico.
La junta Central Gubernativa en Espa�a desemboc� en las Cortes de C�diz, y en ellas Tlaxcala cont� con otro representante, adem�s de los hermanos Lardiz�bal. �ste fue el doctor Jos� Miguel Guridi y Alcocer, sacerdote y escritor nacido en San Felipe Ixtacuixtla, y a quien, como a los dem�s diputados asistentes a dichas Cortes, le toc� participar en la elaboraci�n de la Constituci�n de C�diz. Como sucedi� en otras partes del pa�s, esta carta magna, de tipo liberal, fue jurada en 1812 en la plaza central de Tlaxcala, raz�n por la cual desde entonces se le llama "Plaza de la Constituci�n".
Como la nueva ley fundamental establec�a diputaciones provinciales, Puebla pele� porque la de Tlaxcala quedara integrada a la intendencia poblana, pero el gobierno tlaxcalteca nuevamente logr� salvar su autonom�a manteniendo su propia diputaci�n. El nombramiento de diputado volvi� a recaer en el doctor Guridi y Alcocer, quien a�os m�s tarde presidir�a el Congreso constituyente que promulg� en 1824 la primera Constituci�n federal del M�xico independiente.
Al ser derrotado Napole�n Bonaparte y al restaurarse la dinast�a de los Borb�n en Espa�a, la Constituci�n liberal de C�diz fue derogada por el rey Fernando VII en octubre de 1814. Para esa misma fecha, en M�xico, los insurgentes encabezados por Jos� Mar�a Morelos emitieron en Apatzing�n un decreto constitucional que proclamaba la independencia de nuestro pa�s y asentaba las normas de su organizaci�n jur�dica. Entre los miembros de aquel Congreso constituyente estuvo el doctor Jos� Manuel de Herrera, sacerdote y periodista oriundo de Huamantla y activo participante del movimiento independentista desde 1811; m�s tarde, durante el imperio de Agust�n de Iturbide, ser�a ministro del Exterior y le tocar�a establecer las relaciones diplom�ticas entre M�xico y Estados Unidos.
Tlaxcala se vio incorporada a la etapa final de la lucha por la independencia de M�xico cuando las fuerzas realistas fueron expulsadas del territorio tlaxcalteca y las tropas insurgentes comandadas por Nicol�s Bravo entraron a su ciudad capital en abril de 1821. A partir de entonces Tlaxcala qued� liberada de sus v�nculos con la Corona hispana; no obstante, a�n tendr�a que entablar una prolongada lucha para conquistar su soberan�a pol�tica, ahora dentro del naciente pa�s.