Una sociedad en transformaci�n


EL MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO de Tlaxcala fue radical y muy temprano (el primer estallido se dio en mayo de 1910), y cont� con una fuerte base de apoyo en los pueblos dominantemente ind�genas del centro-sur y suroeste de la entidad, aunque a lo largo de los a�os qued� como un movimiento reducido y de escasos recursos, a ra�z del tama�o del estado y de su pobreza econ�mica. Los revolucionarios tlaxcaltecas tuvieron que combatir los repetidos intentos por ser controlados y por restringir sus objetivos autonomistas y radicales, provenientes de fuerzas ajenas al estado. Francisco I. Madero, Venustiano Carranza y Plutarco El�as Calles, a semejanza de Porfirio D�az, supieron aprovecharse de las frecuentes ri�as internas de la entidad, provocadas por ambiciones personales, conflictos pueblerinos y discordias pol�ticas. Por eso, el t�rmino "movimiento revolucionario de Tlaxcala" no se utiliza aqu� en el sentido de una manifestaci�n unificada o de una organizaci�n formal —situaci�n que s�lo existi� durante un tiempo limitado—, sino para dar nombre al conjunto de partidos, facciones y bandas que de manera combinada surgieron y actuaron en este estado durante la Revoluci�n.

Los or�genes del movimiento armado tienen mucho que ver con los profundos cambios que sufri� la sociedad tlaxcalteca despu�s de 1880, debido, principalmente, a la expansi�n del ferrocarril, la industria, el mercado urbano y la mano de obra. Pero, con el fin de comprender los vaivenes que tuvo dicho movimiento en el curso de los a�os, tenemos que retomar tres hilos conductores o las constantes que se fueron construyendo durante la historia colonial y del siglo XIX. El hilo mayor es, quiz�, el permanente af�n por establecer y defender la soberan�a de Tlaxcala. Ya se vio c�mo mediante esta tenaz lucha autonomista la regi�n logr� conquistar la categor�a de estado soberano de la federaci�n. En las guerras de Reforma y en las batallas sostenidas en contra del Imperio, entre 1857 y 1867, los pueblos tlaxcaltecas siempre mostraron una actitud desafiante. Combatieron a conservadores y a soldados del Imperio, mas no por ello fueron amigos incondicionales de los liberales y republicanos, que les exig�an subsidios de guerra, provisiones y soldados. Este af�n autonomista chocar�a inexorablemente con otros intereses, como se indicar� m�s adelante.

Las diferencias sociales y econ�micas en Tlaxcala constituyen otro de los hilos conductores mencionados, y se trataba de un hecho que continuamente restaba homogeneidad a la sociedad tlaxcalteca. Para principios del siglo XX ya se pod�a hablar de tres regiones geoecon�micas, integradas a las zonas lim�trofes de los estados de Puebla, Hidalgo y M�xico, y cuyas estructuras sociales y agrarias ten�an sus propias caracter�sticas. Por ejemplo, en los distritos del norte hab�a pocos pueblos y grandes haciendas pulqueras y cerealeras, una mano de obra mayoritariamente acasillada, as� como hacendados que formaban parte de la elite de los Llanos de Apan y de la ciudad de M�xico. El suroeste era una zona de transici�n entre el norte y el centro-sur. Ah� la agricultura de las fincas cerealeras depend�a en gran medida de trabajadores eventuales provenientes de los pueblos vecinos, a menudo escasos de tierras propias. Muchos hacendados del suroeste pertenec�an a la �lite poblana y varios eran espa�oles. Por �ltimo, el centro-sur del estado era un mundo bastante diferente: dominaban los pueblos indios de habla n�huatl, todos con parcelas diminutas, talleres caseros de artesan�as y tianguis en los que circulaba la producci�n local; tambi�n pose�an elaborados sistemas de mayordom�a para las fiestas patronales, una s�lida autoridad de parte de sus tlaxcas o principales y, sobre todo, fuertes lazos familiares en el �mbito de su econom�a y de su pol�tica pueblerina.

Para 1910, sin embargo, la comunicaci�n ferrocarrilera con la ciudad de Puebla y la de M�xico, el establecimiento de una docena de f�bricas textileras y el empe�o educativo del gobierno cahuantzista, entre otros factores, hab�an cambiado profundamente el horizonte pueblerino. En el vasto complejo comercial, agr�cola e industrial que ten�a su centro en la ciudad de Puebla y se extend�a a lo largo de las v�as del ferrocarril a Apizaco, Texmelucan y Atlixco, las familias campesinas de aquellos pueblos combinaban los cultivos de ma�z y frijol con el trabajo en talleres caseros, con actividades temporales en las haciendas o con labores efectuadas en las f�bricas textiles situadas en las orillas de los r�os Zahuapan y Atoyac o en la ciudad de Puebla.

Las diferencias socioecon�micas que exist�an entre los distritos del norte y los del centro-sur tambi�n se reflejaban en diversos tipos de conflictos sociales y pol�ticos. En el centro-sur, el gobernador Cahuantzi se hab�a enfrentado constantemente con habitantes pueblerinos que mostraban inconformidad con la pol�tica fiscal y laboral del gobierno, as� como con la imposici�n de cahuantzistas en los puestos p�blicos municipales. Este desaf�o confluy� con las agrias represiones a las huelgas textiles de 1906 y con los conflictos entre pueblerinos y hacendados o rancheros, debido, en gran parte, a la delimitaci�n de terrenos y a los sistemas de riego y desag�e que hab�a en la cuenca del Atoyac-Zahuapan.

Muchos de los dirigentes del naciente movimiento revolucionario de Tlaxcala, como M�ximo Rojas y Anastasio Meneses, eran parceleros, obreros textiles y vendedores ambulantes. Domingo y Cirilo Arenas pastoreaban un reba�o familiar y, al igual que Antonio y Octavio Hidalgo, trabajaban en una f�brica. Juan Cuamatzi fue regidor del siempre rebelde ayuntamiento de Contla. No pocos de ellos fueron receptivos al movimiento maderista de Aquiles Serd�n en Puebla, de tendencias radicales e influido por el Partido Liberal Mexicano. La fuerte respuesta de este movimiento ante las candentes cuestiones de la tierra y del trabajo hizo que �ste echara ra�ces entre obreros, campesinos, maestros y estudiantes tlaxcaltecas, muchos de los cuales formaron clubes antirreeleccionistas en un gran n�mero de pueblos del centro y sur del estado. El reclutamiento —de por s� necesariamente secreto y confidencial— sol�a efectuarse con base en las redes de parentesco, incluyendo a hermanos, hijos, nietos padrinos y compadres, y se extend�a por entre los diversos puestos de trabajo situados en las f�bricas y en el comercio ambulante. As� es como estaban involucrados por ejemplo, Juana, la esposa de Antonio Hidalgo; Mar�a Isabel, la hermana de Cuamatzi; los dos hermanos de Domingo Arenas y la familia S�nchez, del pueblo de Tepehitec.

Sin embargo, los conflictos que en el centro-sur servir�an de base para enarbolar la bandera de la Revoluci�n no estaban presentes en los distritos del norte del estado, o se limitaban apenas a las cabeceras municipales sin tocar la mayor�a de las haciendas alejadas de los pueblos. La pol�tica del norte quedaba firme en manos de la �lite terrateniente, y una de las principales pugnas entre los grandes hacendados —sobre todo los pulqueros— y el gobernador Cahuantzi fue por motivos fiscales.

El tercer hilo conductor que nos permite comprender los vaivenes del movimiento revolucionario en Tlaxcala lo constituye la ubicaci�n geogr�fica del estado, el cual se sit�a en el eje de comunicaciones entre la ciudad de M�xico y el puerto de Veracruz, y muy cerca del coraz�n del estado de Puebla, condici�n que siempre puso en riesgo su autonom�a. Con sus l�mites a pocos kil�metros de la capital poblana, el estado de Tlaxcala tuvo que luchar constantemente contra fuertes intereses exteriores, tanto federales como poblanos. As� sucedi� en la llamada "d�cada heroica" (1857-1867), cuando los tlaxcaltecas se vieron forzados a aceptar mandos ajenos; lo mismo pas� durante la Revoluci�n y a�n tiempo despu�s. Por lo tanto, no es de sorprender que entre 1910 y 1941 Tlaxcala siguiera una trayectoria de altibajos con s�lo dos a�os de verdadero poder local, a lo largo de los cuales goz� de cierta autonom�a para alcanzar sus propios objetivos. La primera de estas oportunidades se present� en 1911, cuando las hondas divisiones que hab�a entre las �lites locales dejaron la puerta abierta a los maderistas tlaxcaltecas para llegar al poder por la v�a electoral. La segunda se dio en 1916, cuando Domingo Arenas, con su movimiento agrarista y aut�nomo —todo un s�mbolo de rechazo a las injerencias externas—, logr� controlar; pero ahora con las armas, gran parte de Tlaxcala. No obstante, en ambos casos, estos grupos autonomistas fueron sometidos y r�pidamente desalojados con el apoyo de fuerzas ajenas al estado, lo cual dejar�a profundos resentimientos entre los tlaxcaltecas.

A continuaci�n pasaremos a ver con detalle las fases de la Revoluci�n en Tlaxcala.


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