Las inversiones realizadas por los criollos en la miner�a fueron insuficientes para reemplazar al capital de los poderosos espa�oles que abandonaron Zacatecas al estallar la guerra de Independencia, y que hacia 1790 hab�an llegado ah� fuertemente atra�dos por su riqueza y por las pol�ticas fiscales de la Corona para incrementar la producci�n, lo que de hecho lograron. Ante la escasez de capitales nacionales, fue necesario voltear al exterior, particularmente hacia Inglaterra, que en ese momento ten�a necesidad de colocar sus excedentes de capital m�s all� de su territorio.
Las compa��as brit�nicas, como la United Mexican Company, llegaron a invertir en Vetagrande, Fresnillo y Sombrerete; contribuyeron a la recuperaci�n de la miner�a pero no efectuaron los cambios administrativos y tecnol�gicos que se requer�an para elevar la producci�n, raz�n que les impidi� alcanzar el �xito esperado. En otro aspecto, en varias ocasiones la poblaci�n repudi� la entrada de los brit�nicos tanto inversionistas como trabajadores, porque ve�a en ellos la amenaza de ser desplazada. Seg�n se apunt�, los recursos p�blicos fueron otra fuente de inversi�n para la miner�a, sobre todo los ingresos que generaba la casa de moneda. El din�mico gobernador Garc�a Salinas present� iniciativas al Congreso para atraer capital del exterior, e impuls� la formaci�n de compa��as mediante la venta de acciones a inversionistas del estado para explotar minas como las de Bolsas, San Nicol�s y Meste�as, aunque sin duda el proyecto m�s ambicioso fue el de Proa�o en Fresnillo, administrado por el gobierno estatal, que dispuso de la mano de obra del reci�n inaugurado presidio de ese lugar. Para arrancar el proyecto, se usaron fondos de la hacienda p�blica y la casa de moneda, as� como un pr�stamo otorgado por un comerciante de la ciudad de M�xico.
Despu�s de la derrota de 1835 y con la instauraci�n del centralismo, las perspectivas
de la miner�a zacatecana se modificaron. En Fresnillo se form� la Compa��a de
Minas Zacatecano Mexicana con los comerciantes empresarios m�s pujantes de la
�poca, muchos dedicados al agio y a la especulaci�n con la deuda p�blica, y
en su mayor�a originarios de la ciudad de M�xico. Este grupo desplaz� a gran
parte de los antiguos accionistas, mientras que al gobierno estatal le quit�
la administraci�n de Proa�o. Poco a poco invadi� otras esferas de la econom�a
local y se benefici� del arrendamiento de la casa de moneda. Los ingresos del
erario se redujeron, al tiempo que una parte considerable de la riqueza minera
pasaba a manos de los inversionistas for�neos. El dominio sobre la econom�a
local de este grupo de empresarios comerciantes fue tan amplio durante las d�cadas
de 1840 y 1850, que exacerb� el sentimiento regionalista.