El agravio a Gonz�lez Ortega


EN ENERO DE 1867, Benito Ju�rez visit� Zacatecas en su recorrido triunfal hacia la capital del pa�s. En esos d�as de festejo, que sellaban el triunfo de la rep�blica sobre el ej�rcito invasor, fue aprehendido en esa misma ciudad el h�roe zacatecano Jes�s Gonz�lez Ortega.

La detenci�n de Gonz�lez Ortega era s�lo uno de los muchos episodios dram�ticos que la divisi�n en el seno del partido liberal producir�a durante la d�cada de la rep�blica restaurada. Su antecedente directo lo constitu�a la decisi�n que Benito Ju�rez adoptara a fines de 1865, en el sentido de prolongar su mandato al frente de la presidencia de la Rep�blica. A juicio del general zacatecano, a partir de esa fecha �l estaba llamado a ocupar esa posici�n, ya que en su calidad de presidente de la Suprema Corte de Justicia era tambi�n virtual vicepresidente del pa�s, con derecho entonces a hacerse cargo de la presidencia en caso de ausencia del primer mandatario. Aunque muchos aceptaron la necesidad de que Ju�rez se mantuviera en el poder, pocos justificaron la manera en que combati� a quien osaba disputarle la silla presidencial.

Tras ser aprehendido en la capital del estado de Zacatecas, Jes�s Gonz�lez Ortega fue trasladado en el mayor misterio a Saltillo y luego a Monterrey, donde, sin que mediara juicio alguno, se le mantuvo preso durante m�s de 18 meses. Algunos de sus seguidores fueron marginados temporalmente de la vida pol�tica. Su m�s fiel amigo, el gobernador de Durango, Jos� Mar�a Patoni, fue asesinado al abandonar la prisi�n. Tras su liberaci�n en agosto de 1868, el general zacatecano hizo p�blica su decisi�n de retirarse a la vida privada. En los meses siguientes renunci� a los t�tulos con que la naci�n lo hab�a investido y que hab�an sido ya desconocidos por el presidente, y hasta lleg� a descalificar cualquier intento de perturbar el orden en nombre de su causa o de su persona.

El reconocimiento nacional a sus m�ritos y su reivindicaci�n p�blica tardaron en llegar: fue en enero de 1881, menos de dos meses antes de su muerte, cuando Manuel Gonz�lez lo restituy� en su jerarqu�a militar y pag� por fin lo que �l mismo calific� como "una deuda de gratitud hacia el caudillo de la reforma y hacia el heroico defensor del suelo patrio contra el ej�rcito invasor". Los restos del general Gonz�lez Ortega fueron trasladados a la rotonda de los hombres ilustres.


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