Prólogo

En este libro que el lector tiene abierto ante los ojos he querido hacer una historia de la lengua española; contar, a mi manera, el acontecer de un fenómeno que a mí me interesa mucho. Al escribirlo, he pensado en lectores interesados asimismo en el tema. Con ellos he estado dialogando en mi interior, y a ellos me dirijo. Para ellos escribo estos párrafos preliminares, que son una simple y llana invitación a que sigan leyendo. Pueden creerme si les digo que no va a costarles trabajo la lectura. No voy a ponerme pesado ni a portarme exigente con ellos. Lo único que les pido, lo único que presupongo, es un poco de interés por eso que a mí, según he confesado, me interesa mucho: la historia de la lengua española, la historia de "nuestra lengua", como la llamo a menudo en el curso del libro. Pues, en efecto, además de concebir lectores interesados en el tema, les he atribuido como razón central de su interés la más simple de todas, la más límpida, la menos tortuosa; he imaginado que el español es su lengua materna. Aparte de tales o cuales razones complementarias, la razón central de mi propio interés es ésa. El español es la lengua en que fui criado, la de mi familia y mi pueblo, la de los muchos libros y revistas que leí en mi infancia (yo me hice lector a los cuatro años). El español es una lengua que me gusta. Y ese gusto, exactamente ése, es el que he supuesto en mis imaginarios lectores. Pero si alguno de ellos, careciendo de esa razón, se interesa en la historia del español por ser, digamos, uno de los idiomas importantes del mundo, le pido por favor que no se sienta excluido. También a él me dirijo. Proceda de donde proceda, un poco de interés, un poco de curiosidad es suficiente.[...]*

Me sería imposible enumerar los libros y artículos sobre historia de nuestra lengua cuya lectura me ha instruido y alimentado a lo largo de muchos años. Pero es justo mencionar a los autores que más me ayudaron durante los cinco atareados meses de 1979 en que escribí el presente libro: Ramón Menéndez Pidal (sobre todo por sus Orígenes del español, 4ª ed., Madrid, 1956, y su Manual de gramática histórica española, 6a. ed., Madrid, 1941), William J. Etwistle (The Spanish Language, together with Portuguese, Catalan and Basque, Londres, 1936), Rafael Lapesa. (Historia de la lengua española, 7ª ed., Madrid, 1968), Jaime Oliver Asín (Historia de la lengua española, 6ª ed., Madrid, 1941), Robert K. Spaulding (How Spanish Grew, Berkeley y Los Angeles, 1943) y Juan Corominas (Diccionario crítico etimológico de la lengua castellana, Madrid/Berna, 1954-1957). De estos libros, el que más le recomiendo al lector deseoso de avanzar es, sin ningún titubeo, el de Rafael Lapesa, muy equilibrado y completo, y lleno de jugosas indicaciones bibliográficas. (Hay una 9ª. edición, muy aumentada, de 1981.)

Pero el hombre que más me ha enseñado a mi es Raimundo Lida (1908-1979), de quien fui discípulo en México (él lo fue a su vez de Amado Alonso en Buenos Aires, y Amado Alonso lo fue de Ramón Menéndez Pidal en Madrid). Entre muchas otras cosas, de él me viene la convicción profunda de que el estudio verdadero de la literatura no puede destrabarse del estudio de la lengua, y viceversa. Estudiar en sus clases la historia de la lengua en los siglos XII y XIII era lo mismo que enseñarse a amar el Cantar de mio Cid y los poemas de Gonzalo de Berceo. Las páginas que siguen están, por eso, dedicadas a su memoria.

* En la presente selección se marcan con puntos suspensivos entre corchetes los párrafos suprimidos. [E.]

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