CAPÍTULO XII
DE LAS DEMÁS CASAS DE ESTE SIGNO, ALGUNAS DE LAS
CUALES ERAN INDIFERENTES, OTRAS DEL TODO MALAS

1.- LA CUARTA casa de este signo se llamaba nahui ehécatl; decían que era indiferente, o a bien o a mal. Reinante este signo mataban a los adúlteros, de noche, y en amaneciendo echábanlos en el agua.

2.— También mataban a los cautivos por la vida del señor, porque viviese muchos años como está susodicho, en otro signo llamado ce quiáhuitl.

3.— También reinante este signo los nigrománticos hacían sus maleficios y encantamientos, y tenían gran temor por este signo nahui ehécatl.

4.— Por esto ponían y metían cardos en las ventanas (pues) decían que con aquello se huían los hechiceros;

5.—y los mercaderes ricos que se llaman acxoteca, honraban este signo, y por su honra sacaban todas las cosas preciosas que tenían en sus casas piedras preciosas y joyas, y todos los plumajes ricos de todos colores y los cueros de animales labrados, y mercaderías de cacao, y atapadores de galápago para tecomates y todas las alhajas que tenían, todo lo cual ponían ordenadamente en el patio de su iglesia, que se llama calpulco, sobre una manta rica, y quemaban incienso y ofrecían sangre de codornices; decían que lo hacían a honra de este signo, como si calentasen todo lo susodicho al sol.

6.—Y después de haber hecho sus devociones, comenzaban a comer y beber todos los mercaderes y convidados, y dábanles a cada uno las cañas de humo y flores, y parecía como niebla el humo que habla.

7.—Y a la noche juntábanse los mercaderes, viejos y viejas, y emborrachábanse; y allí cada uno se jactaba de lo que había ganado y de las tierras que había andado, y de las partes remotas a que había llegado y por donde habían discurrido, y de los peligros en que se habían visto en las tierras de los enemigos.

8.— Con estos cuentos afrentaban a otros que no habían ido a lejanas tierras, y decíanles que siempre habían estado tras el fuego y que no sabían otros mercados sino el tiánquez que está cabe su casa. En esto gastaban toda la noche, parlando y voceando los unos con los otros, los unos despreciaban a los otros, y cada uno se loaba a sí mismo.